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Moralidad e inmoralidad

El gobierno conservador británico ha salido mal parado de un escándalo relacionado con la aventura extramatrimonial del ministro de Sanidad, Matt Hancock.

 

Matt Hancock Covid 19 Presser. Foto de Number 10 / Flickr. Creative Commons License.

Steve Latham

 

La prensa sensacionalista lo captó en cámara, abrazando a su asistente, Gina Colangelo. Al principio, él y el Primer Ministro, habían intentado disimularlo.

Sin embargo, la indignación moral fue demasiado fuerte y, un día después, Hancock se vio obligado a dimitir.

Los críticos se cuidaron de evitar la condena moralista del asunto en sí, prefiriendo concentrarse en la hipocresía del manejo de la pandemia por parte de Hancock.

El ataque de los medios de comunicación tuvo, por tanto, dos aspectos. En primer lugar, se vio que él mismo incumplía las propias directrices de distanciamiento social que había impuesto a los demás.

Esencial para derrotar la propagación del Covid, había utilizado estas normas para obligar a otros a dimitir, por incumplirlas.

Por ejemplo, Neil Ferguson, un científico que asesoraba al gobierno sobre el virus, al principio de la pandemia, había cometido el mismo error: durante el encierro reunirse con su amante casada .

En segundo lugar, Hancock había nombrado a Colangelo para ciertos puestos de la administración pública, y se sospecha que puede haberlo hecho violando los Principios Nolan, sobre la transparencia en el gobierno.

Cabe destacar que el Primer Ministro Johnson no despidió a Hancock. De hecho, sería difícil que lo hiciera, dado su propio historial de deshonestidad e infidelidad matrimonial.

Su respuesta es, por tanto, muy diferente a la de los gobiernos conservadores de Margaret Thatcher y John Major, durante los años 80 y 90.

Entonces, la insistencia en los valores victorianos y la campaña «Back to Basics» sobre la moralidad, condujeron a acusaciones de hipocresía, cuando los ministros fueron expuestos teniendo aventuras. Pero, sigue siendo que, a pesar de la doble moral, fueron despedidos. Esto no podría ocurrir hoy en día, ya que es difícil disciplinar a la gente, cuando se está haciendo lo mismo.

Por lo tanto, es cada vez más difícil para los conservadores vigilar la moralidad personal, cuando ellos mismos la rompen visiblemente, haciendo así que su papel tradicional como guardianes de la moralidad sexual haya desaparecido.

Los comentaristas también se han enredado en un nudo verbal, para evitar el lenguaje moralizante; enfatizando que el asunto es un «asunto privado», y que Hancock tiene el «derecho a una vida personal».

Pero esto es reducir la moralidad a una mera cuestión de procedimiento. Hancock es considerado culpable, no porque haya transgredido ningún código ético, sino por contravenir las normas burocráticas.

Sin embargo, aunque queramos mantenernos alejados de los juicios de valor, esta actitud superficial ante los valores también ignora una cuestión más profunda: la del adulterio, la ruptura del pacto de confianza entre los cónyuges.

Pues tanto él como Colangelo estaban casados, cada uno con tres hijos. Esto tiene un precio: la traición de dos familias.

¿Cómo podemos esperar que los funcionarios del gobierno sean rectos en su función pública, cuando su vida privada no lo demuestra?  ¿Acaso no somos una sola persona completa, un hilo conductor coherente a lo largo de nuestra vida?

El historiador de la antigua Roma, Livio, escribió que el declive de la civilización se produce cuando decae el sentido de la moral personal. Si tiene razón, ¿cuánto tiempo nos queda?

(Traducido por Camila Márquez) – Fotos: Pixabay

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