Es fácil pensar en las funciones socialmente útiles que realiza la policÃa y, de vez en cuando, la atención de los medios de comunicación se despierta cuando se hace pública la violencia y la criminalidad policial.

A los ciudadanos se les asegura que las manzanas podridas en el barril pueden ser eliminadas, pero ¿qué pasa si el propio barril está podrido, no sólo con fugas, sino construido de la manera equivocada y por las razones equivocadas?
Esto se explora en el valioso conjunto de ensayos que componen «Abolishing the police» (Abolir la policÃa)«.
El tÃtulo del libro puede parecer irresponsable y provocador -los lectores de la prensa de derecha se asustarán mucho-, pero los ensayos son serios y cuidadosamente considerados. Siempre será necesario un cuerpo de expertos profesionales formados en determinados campos de la policÃa -desde el control del tráfico hasta la delincuencia violenta-, pero lo que hay que confrontar es la naturaleza de la función principal de la policÃa, que es mantener el orden público en interés del sistema económico y polÃtico imperante.
Cuando el propio sistema es intrÃnsecamente injusto, esto tiene implicaciones obvias en la forma en que la policÃa realiza su trabajo.
Sus deficiencias pueden mejorarse con un mejor reclutamiento y procedimientos operativos, pero las contradicciones básicas permanecen y salen a la superficie cuando se examina crÃticamente la naturaleza de la policÃa.
Uno de los ensayos examina cómo la policÃa y las autoridades fronterizas colaboran en las redadas en domicilios y lugares de trabajo –lo ocurrido en Glasgow el año pasado es un ejemplo, pero con un final feliz- y otro ensayo ve los vÃnculos entre la fuerza policial militarizada que intentó sofocar la rebelión en la lucha por la independencia de Irlanda, el programa Prevent y las polÃticas de disparar a matar que condujeron a las muertes de Jean Charles de Menezes, Azelle Rodney, Mark Duggan, Anthony Granger y otros.
Es crucial para cualquier debate sobre la abolición de la policÃa saberlo que significa exactamente el término y hasta qué punto es un marcador retórico de la necesidad de desvincular los poderes coercitivos de las fuerzas policiales de su identificación con la clase dirigente del Estado.
Es difÃcil pensar en eliminar la institución policial en sà misma sin una transformación emancipadora del orden social y polÃtico.

Esto podrÃa ser una larga espera, pero mientras tanto, como dice Ruth Wilson Gilmore, la abolición «no es ausencia, es presenciaâ.
Uno de los ensayos del libro, escrito por Sarah Lamble, aborda la idea de enfocar la abolición como un proceso continuo y no como un momento revolucionario: «La abolición cotidiana significa deshacer las normas culturales y las mentalidades que nos atrapan en hábitos y lógicas punitivas», y da ejemplos de la vida cotidiana con compañeros de trabajo, parejas y nuestro comportamiento en lÃnea.
Necesitamos, dice, dejar de responder al daño con el castigo y, en su lugar, fomentar la responsabilidad en los niveles interpersonales.
«Abolishing the police» nos pide que desmantelemos la fuerza policial que está dentro de nuestras cabezas como primer paso para abolir la que está fuera, en las calles.
«Abolishing the police», editado por Koshka Duff e ilustrado por Cat Sims, ha sido publicado por Dog Section Press. El libro cuenta con un glosario en lÃnea y otro material relevante está disponible aquÃ.