En Foco, Opinión

Suicidio, una exigencia estética

El suicidio tiene su influencia en el catolicismo, algo que la Iglesia paradójicamente niega siendo ella misma la doctrina de la muerte.

 

Armando Orozco Tovar

 

un joven universitario de veinte años. Decidió de pronto cortar con su propia mano el hilo absurdo de su existencia, como cualquier héroe griego antiguo, que prefería una muerte heroica, y en plena juventud, a la deshonra de una pobre y larga vejez.

Para el griego el lastimero estado de deterioro del cuerpo y del alma, que llega inevitable con los años, era un deshonor.

Concepto que maneja después de treinta siglos el escritor y cineasta caleñeño, Andres Caicedo, autor de la novela: Viva la música. Para los Helenos había que morir a la mayor brevedad en la batalla antes que fuera demasiado tarde, alcanzándolo desprevenido la decrepitud y la pobreza.

Los jonios, que a través del mito lo explicaban todo a cerca del sentido de la existencia humana, crearon el mito de la Aurora y Titón, su amante.

La diosa solicitó a su padre celestial Zeus, que se hallaba en el Olimpo, le albergara en su tálamo a su querido, olvidando decirle: “Que se lo dejara joven en su regazo por toda la eternidad.”

La desmemoria de la diosa le costó a Titón el tormento de un envejecimiento sin retorno.

El suicidio tiene su influencia en el catolicismo, algo que la Iglesia paradójicamente niega siendo ella misma la doctrina de la muerte. La Iglesia no lo considera una lúcida y libre determinación intelectual en su confrontación existencial con el absurdo del mundo, como lo reveló el argelino-francés Albert Camus.

Y el joven en mención, optó por este método al descubrir, que se le convirtió en una exigencia estética por vivir en un país que no le ofrecía ni presente ni futuro.

A Sócrates el filósofo ateniense, también los dueños de la vida y del poder, lo obligaron a eliminarse por mano propia, como siempre lo han hecho con el pensamiento a lo largo de la historia.

Y él lo hizo con una pócima de cicuta frente a sus pupilos, porque había remplazado la creencia dogmatica por el método científico de la razón… Y el maestro la bebió sin pestañear.

Hoy en Colombia, aparece todos los días la Virgen, pero también desaparecen a la gente, como en un circo de magia negra medieval.

También el Estado capitalista la obliga a hacerlo cuando la margina, la mata, o la deja desempleada mirando las nubes. Así hizo en años anteriores, por ejemplo con los empleados de Telecom. “¡Bien hiciste en matarte!”, le dijo Julio Flórez en un escrito al poeta José Asunción Silva, el día de su muerte, cuando sus enemigos comerciantes y curas arrojaron su cuerpo a un basurero cercano a Bogotá.

Hoy le digo lo mismo al joven estudiante con nombre de escritor, que se suicidó esta mañana.

(Fotos: Pixabay)

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