Globo, Latinoamerica, Reino Unido

Desprecio generalizado por la vida humana en Brasil

América Latina en un mundo post-Covid

Si hay un país del planeta donde la pandemia ha sido mal gestionada, ese es Brasil. El líder mundial del movimiento de «negación del coronavirus» y candidato populista de derecha, Jair Bolsonaro, presidió esta calamidad que llevó al 83,5% del mercado laboral en Brasil a un estado de vulnerabilidad.

 

Homenaje a víctimas del Covid. Foto de Agência Senado / FlickrCreative Commons LIcense.

Nicolas Forsans

 

Brasil es el segundo país del mundo con mayor número de víctimas mortales, por detrás de Estados Unidos: 670.000 brasileños murieron a causa del virus, y cerca de 32.000 personas viven ahora en la calle en un país en el que el desempleo y el aumento de la inflación al 12% anual, perjudican más a los más pobres y provocan que 33 millones de brasileños pasen hambre, 14 millones más que hace dos años.

El primer caso de Covid en la región se registró en Brasil el 26 de febrero de 2020, lo que llevó a los gobiernos a adoptar un patrón de respuestas muy desigual. En Brasil, Bolsonaro optó por la indiferencia, la negación y el desprecio por las vidas humanas. En abril de 2020, el país tenía el mayor número de víctimas mortales diarias de la enfermedad en todo el planeta. Cleonice Gonçalves, una empleada doméstica que fue obligada a seguir trabajando en casa de su empleador, fue la primera víctima de Covid.

La peor respuesta a una pandemia

La gestión de la pandemia por parte del presidente desencadenó una tragedia sin parangón. Tomando prestado el manual de estrategias de Trump, Jair Bolsonaro minimizó constantemente la gravedad del virus. Al igual que Trump, ha sido uno de los más críticos del mundo de la Organización Mundial de la Salud, al tiempo que ha desafiado a la organización públicamente. Bolsonaro se opuso al distanciamiento social, al uso de mascarillas y a los cierres patronales, y afirmó que las vacunas eran ineficaces, al tiempo que pedía que sólo los ancianos y las personas vulnerables se quedaran en casa, y que todos los demás volvieran al trabajo y a la educación.

La pandemia profundizó aún más la creciente división en la política brasileña entre los partidarios y los críticos de Bolsonaro. Se enfrentó a los funcionarios federales, y  a los gobiernos estatales y locales que aplicaron severas restricciones a la movilidad y la actividad económica.

Foto de CSP-Conlutas / Flickr.  Creative Commons License.

También se opusieron a sus puntos de vista sus propios ministros de sanidad: cuatro de ellos se retiraron en los dos primeros años de la pandemia.

Un infierno viviente

Por ello, Brasil ha sido un infierno, resultado de tres factores que convergen y se refuerzan mutuamente.

En primer lugar, las desigualdades: Brasil es uno de los países más desiguales del planeta, y las desigualdades han aumentado aún más durante la pandemia. Con el aumento del desempleo, la pandemia afectó más a los más pobres, deteriorando aún más la capacidad del país para integrar productivamente a los pobres del país en la economía formal. Los brasileños negros, los pobres y los desempleados se vieron especialmente afectados. El acceso a la atención sanitaria está estructuralmente dividido en función de las características sociales y económicas, en un país en el que la sanidad pública ya estaba demasiado saturada.

Un estudio de la PUC-Rio cuantifica el impacto desproporcionado del Covid en las poblaciones vulnerables: entre las cohortes de personas gravemente afectadas, el 55% de los brasileños negros y morenos que contrajeron el Covid murieron por complicaciones, en comparación con sólo el 38% de los blancos.

Los que no tenían educación formal experimentaron tasas de mortalidad hasta tres veces mayores (71,3%) que los que tenían educación universitaria (22,5%). Si se tienen en cuenta el nivel educativo y la raza, la tasa de mortalidad de los brasileños negros sin estudios llega al 80,35%, mientras que los blancos con estudios universitarios experimentan tasas de mortalidad tan bajas como el 19,65%.

En segundo lugar, la austeridad: las reformas neoliberales aplicadas desde 2016, junto con la aprobación en el mismo año de una enmienda constitucional que limita el gasto público durante 20 años, han provocado una importante infrafinanciación de los servicios públicos y un aumento de la precariedad laboral en un contexto de erosión de la protección social.

Foto de CSP-Conlutas / Flickr. Creative Commons License / Public Domain.

El tercer factor es el propio Bolsonaro. Al ser una república federal, los gobiernos estatales de Brasil han tenido una influencia considerable en sus respuestas locales a la pandemia, y las medidas adoptadas sobre el terreno fueron mucho más importantes de lo que muchos pensaron.

En Brasil, la propagación inicial del virus se vio afectada principalmente por los patrones de vulnerabilidad socioeconómica más que por la edad y la prevalencia de los factores de riesgo para la salud. Los estados con mayores niveles de vulnerabilidad socioeconómica pudieron ampliar la capacidad hospitalaria, promulgar una legislación estricta relacionada con el Covid-19 y aumentar la adherencia al distanciamiento físico de la población, aunque no lo suficiente como para evitar una mayor mortalidad por Covid-19 durante la fase inicial de la epidemia en comparación con los estados con menores niveles de vulnerabilidad.

Sin embargo, la ausencia de una respuesta coordinada generó una gran confusión que Bolsonaro utilizó para justificar su postura mientras promovía un cuestionable «kit Covid», compuesto por un ‘cóctel de hidroxicloroquina y otros medicamentos’ con beneficios para la salud no probados y consecuencias posiblemente fatales -ya que varios brasileños murieron después de tomarlo.

¿El resultado? Los pobres de Brasil han sufrido tanto las consecuencias económicas de las restricciones a la movilidad y la actividad impuestas por los distintos estados, como un mayor riesgo de contaminación.

Derroche de dinero

Cuando Covid llegó, la mala recuperación de la recesión económica de 2015-16 ya había pasado factura, sumiendo al país en una crisis fiscal. La red de protección social se compone de muchos programas superpuestos que ignoran la diversidad de la mano de obra del país.

De los 20 programas analizados por la ONU, dieciséis exigen en su totalidad que el individuo tenga un contrato de trabajo formal en un país donde el 40% de la mano de obra es informal. Los trabajadores más desfavorecidos suelen quedar fuera de la red.

Bolsonaro. Foto de Jeso Carneiro / Flickr.. Creative Commons License.

La clave fue Bolsa Família, el aclamado programa de protección social del país que redujo la pobreza extrema en Brasil hasta en un 25%.

El programa fue una política de marca del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, funcionó durante 18 años y se le atribuyó la ampliación del acceso a la salud, la educación, al tiempo que redujo la mortalidad infantil, la mortalidad materna y aumentó la escolarización.

Bolsonaro puso fin al programa durante la pandemia y lo sustituyó por Auxílio Brasil, un programa con una cobertura ligeramente más amplia (aunque no abordaba las lagunas de cobertura del que sustituía) y, lo que es más importante, sin financiación garantizada. Muchos consideran que Auxílio Brasil es una estratagema para aumentar la popularidad de Bolsonaro de cara a las próximas elecciones.

Sin embargo, incluso con las políticas de emergencia se estimó que al menos 26 millones de trabajadores, o más de un cuarto de la población económicamente activa de Brasil, no tenían acceso a ninguna compensación.

La respuesta de Bolsonaro a la pandemia marcó una transición pública desde la valoración de cierto tipo de vidas en contraposición a otras, a un desprecio general por las vidas humanas. Será acusado de nueve delitos, entre ellos crimen de lesa humanidad, charlatanería y prevaricación si es derrotado el 30 de octubre.

Pero quizá lo más importante es que el pueblo brasileño tiene ahora una opción, una responsabilidad. Su destino está en sus manos.

* Nicolás Forsans: Profesor de Gestión y Director del MBA en la Universidad de Essex, Reino Unido. Codirector del Centre for Latin American & Caribbean Studies y miembro de numerosas sociedades y grupos de reflexión latinoamericanos, Nicolás investiga los retos económicos y sociales de la región en general, y de Colombia en particular.

(Traducido por  Mónica del Pilar Uribe Marín)

La Serie:

América Latina en un mundo post-Covid: Evaluando los daños de la pandemia.

América Latina en un mundo post-Covid: Daños económicos, un cuadro deprimente.

América Latina en un mundo post-Covid: El trabajo durante la pandemia.

América Latina en un mundo post-Covid: El costo de las desigualdades.

América Latina en un mundo post-Covid:  Los olvidados por los gobiernos.

América Latina en un mundo post-Covid: El pobre urbano y la pandemia.

América Latina en un mundo post-Covid: Considerar el Covid un problema social.

América Latina en un mundo post-Covid: El crimen organizado durante la pandemia.

América Latina en un mundo post-Covid: Migración durante la pandemia.

América Latina en un mundo post-Covid: Hora de repensar el contrato social.

América Latina en un mundo post-Covid: Desprecio generalizado por la vida humana en Brasil.

América Latina en un mundo post-Covid: Vendedores ambulantes durante la pandemia.

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