Algunos periodos temporales de la historia se caracterizan tanto por sus nuevas formas culturales que los identifican por sí mismos.
Así, el Renacimiento sirve de etiqueta para dos siglos de desarrollo artístico y científico de Europa occidental; el modernismo viene a definir lo que cambió radicalmente en la literatura y otras formas de arte a partir de la década de 1920.
Hallyu, comúnmente traducido como «la ola coreana», es el término que designa un floreciente y polifacético auge de la expresión cultural -la cultura K para abreviar- que comenzó a finales de la década de 1990 y que ahora ha alcanzado un extraordinario nivel de conciencia mundial.
El signo de exclamación en el título de una nueva exposición en el Museo Victoria & Albert (V&A) de Londres –¡Hallyu! The Korean wave– significa la conmoción que supone reconocer el arrebatador nacimiento de algo tan inesperado como emocionante.
Manifestada principalmente en la música (K-pop), la moda, el cine y la televisión, pero también en la cosmética (K-beauty), y todo ello inseparable de las redes sociales, la ola coreana ha cobrado impulso y ha llegado a las costas más alejadas de su origen. Como acontecimiento, la Hallyu mantiene una relación postmoderna e incestuosa con las grandes empresas.
Su vertiginosa creatividad y alcance se producen de forma concomitante con la continua penetración en el mercado mundial de los fabricantes coreanos de electrónica y automóviles (Samsung, Kia, Hyundai).
El paralelismo no pasa desapercibido para los comisarios de la exposición del V&A, y el fenómeno Hallyu se enmarca de lleno en el contexto del desarrollo político y económico de Corea del Sur después de que Estados Unidos propusiera dividir el país, a ambos lados del paralelo 38, como forma de frenar la indecisa Guerra de Corea (1950-53).
Ni que decir tiene que nadie pensó en consultar a los coreanos sobre el asunto. Al igual que el modernismo está ligado al trauma de la Primera Guerra Mundial y al reconocimiento de la lógica capitalista, la cultura coreana puede ser inseparable de las heridas de su propio pasado, aunque la química que hay detrás de esa imbricación no está muy clara.
Hay muchas cosas que parecen kitsch en la exposición del V&A, un síntoma del indeleble posmodernismo de la Hallyu, pero también hay una ebullición contagiosa y atrevida que encuentra su expresión en formas tan diferentes como la moda y el cine.
Los modelos de vestidos son llamativos y, mientras una gran pantalla muestra una escena de lucha de «Oldboy», de Park Chan-wook (la escena de comer pulpos podría haber sido más representativa del valor de choque de la película), un premio estrella debe ser para el decorado recreado del cuarto de baño y aseo a dos niveles de «Parasite».
El diseño de la exposición imita maravillosamente la hibridez que define a la cultura K y, como visitante, uno pasa de una sala o gabinete a otro y se pregunta cómo y por qué una explosión creativa de talento e ideas ocurrió donde y cuando lo hizo.
Si no puede visitar la exposición, o si lo hace y quiere saber sobre la cultura K, hay un libro adjunto repleto de ilustraciones en color y texto informativo.
“Hallyu! The Korean wave” estará en el V&A South Kensington hasta junio de 2023, con el apoyo del Ministerio de Cultura, Deportes y Turismo de la República de Corea y de Genesis.
El libro oficial de la exposición, editado por Rosalie Kim (una de las curadoras de la exposición), está disponible en la tienda del V&A Shop.