Cultura, En Foco, Opinión, Páginas

Chris Killip: historia opuesta

Exposiciones como la que se presenta actualmente en The Photographers Gallery de Londres son cada vez más valiosas en una época en la que la fotografía artística se dedica cada vez más a proyectos personales de escaso interés público o que están centrados en el concepto, corriendo el  riesgo de desaparecer por sus propios méritos.

 

Youth on wall, Jarrow, Tyneside, 1975 © Chris Killip Photography Trust. Imagen cortesía de Martin Parr Foundation.

Sean Sheehan

 

Lo contrario ocurre con Chris Killip, quien fotografió a aquellos a los que, según dijo una vez, «Se les había hecho historia».

Fotografió a hombres, mujeres y niños que no se beneficiaron de un sistema económico que determinó negativamente sus oportunidades en la vida.

Esto podría ser una receta para el derrotismo, pero Killip utilizó su cámara con una ternura y precisión que dan testimonio de lo que John Berger expresó cuando escribió sobre la capacidad de la fotografía para montar una «oposición a la historia».

Killip (1946-2020) tenía diecisiete años cuando vio en una revista una fotografía de Cartier Bresson, una escena callejera con un chico que llevaba dos botellas grandes.  La recuerda como un momento importante de su vida: «Me paró en seco y me dejó embelesado».

Al observar la vida de la clase trabajadora británica en los años setenta y ochenta, siempre se vislumbraba una sombría desesperación en el horizonte, y la fotografía de Killip de 1976 de un joven agazapado en Jarrow, Tyneside, parece emblemática de esta sensación de estar al borde de la desesperación.

Helen and her Hula-hoop, Seacoal Camp, Lynemouth, Northumbria, 1984 © Chris Killip Photography Trust. Imagen cortesía de Martin Parr Foundation.

La imagen es característica de la atención que Killip presta al cuerpo humano como expresión de una condición social, pero su respuesta a las vidas acorraladas por un orden político deshumanizador es más matizada y menos arquetípica de lo que representa esta fotografía.

Tomemos, por ejemplo, su “Crabs, people, dogs” (Cangrejos, gente, perros), tomada cuando pasaba una temporada en los alrededores del pueblo de Skinningrove, en North Yorkshire, a principios de la década de 1980.

La composición de su escena costera -un hombre y una mujer mirando al mar, un bebé invisible en un cochecito, un conductor al volante de un coche aparcado en una grada, un carro de cangrejos y dos perros que miran alerta en distintas direcciones- desafía la interpretación narrativa al no contar sino mostrar una aprensión indefinida, una espera sin final. No se trata de una desesperación irremediable, y la escena desprende un aire de misterio. Incluso cuando las personas están físicamente distanciadas unas de otras, comparten algo que es vital para su ser y que está ligado a la particularidad de su comunidad y al panorama político más amplio que amenaza su autonomía.

Otra de sus fotos de Skinningrove es la de una familia de cuatro miembros que sale a dar un paseo dominical por los alrededores de su pueblo; acostumbrados a las circunstancias, se reúnen en un silencio que habita el espacio que les rodea.

Family on a Sunday walk, Skinningrove, 1982 © Chris Killip Photography Trust. Imagen cortesía de Martin Parr Foundation

Hay similitudes entre esta foto y la de «Cangrejos, gente, perros»: las posturas de los dos hombres sugieren un anhelo de algo y la presencia de las mujeres se hace eco del desiderátum.

Todos están de espaldas a la cámara, no en señal de derrota, sino a la espera de algo. Los dos perros esperan de pie; el conductor del coche parado en la rampa también espera.

“Chris Killip, Retrospective” estará en The Photographers Gallery, Londres, hasta el 19 de febrero.

(Traducido por Mónica del Pilar Uribe Marin) – Fotos suministradas por la galería y autorizadas para su publicación.

Share it / Compartir:

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*