Globo, Migrantes, Reino Unido

Inmigrantes en la jungla: entre la vida y la muerte

De enero hasta agosto del presente año, 70.376 extranjeros ingresaron de forma irregular a Panamá a través de la Selva de Darién, con incrementos mensuales que estableció un récord en agosto pasado con 25.361, más de la tercera parte de todos los arribos por esa región en el período.

 

“Desespero”, es la primera frase que un reportero logra arrancarle a un emigrante que acaba de emerger de la jungla con su esposa e hija, y después balbucea: “muchas cosas nos pasaron… violaciones, muertos… un grupo armado agarró a las mujeres… y nos apuntaron y las violaron…”.

Las anécdotas refieren escenarios donde los cadáveres humanos son la advertencia de que el peligro está a cada paso. La ayuda dependerá no solo de la solidaridad, sino de las posibilidades reales de agotados compañeros de viaje, ocupados en salvar su propia vida. Una larga y discontinua fila de viajeros irregulares se adentra a diario en esa floresta desconocida, a veces bajo un riesgo asumido de antemano y otras sin conocer la trampa mortal que representa una ruta hasta ahora tan respetada como su nombre lo indica: Tapón del Darién.

Las emboscadas de los seres vivos que tienen la jungla como su casa, están en cualquier parte y los agresores (o más bien defensores) van desde las pequeñas ranas venenosas hasta los temibles reptiles y jaguares, con trincheras hechas por las centenarias raíces, caudalosos ríos y los accidentes geográficos.

De lo agreste del camino da fe el estado físico en que los sobrevivientes salen del bosque tras cubrir el trayecto desde Colombia hasta Panamá, calculado en unos 80 kilómetros en línea recta, que les puede tomar entre cinco y ocho días según su resistencia y orientación en busca de la trocha más rápida.

Bajo Chiquito es una aldea indígena que no aparece en los mapas, pero es el epicentro de la peor crisis migratoria de esta región donde se enlazan Sur y Centroamérica, paso de una improvisada ruta terrestre con Estados Unidos como meta final.

Este es el drama que viven miles de personas decididas a arriesgarse a una emigración irregular, esa que sueña ver disminuida el ecuatoriano Santiago Paz, jefe de misión en Panamá de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de Naciones Unidas.

En diálogo con Prensa Latina, Paz explica las características de la actual avalancha migratoria, pues este tipo de movimientos irregulares son cíclicos y se contraen en la temporada lluviosa.

Las crecidas de los ríos y zonas fangosas agregan dificultades adicionales a la travesía, que se torna más peligrosa por la presencia de grupos criminales dedicados al trasiego de drogas y al tráfico de personas. Pese a ello se ha visto un notable incremento del flujo.

Afirma que en 2020, cuando surgió la pandemia de Covid-19, los países cerraron sus fronteras como medida sanitaria, lo que restringió el movimiento transnacional y por ello, tras la apertura parcial entre países, se produjo la oleada migratoria irregular impulsada por la crisis económica.

“Los flujos que fueron represados se han visto motivados a retomar y a continuar su ruta”, dice Paz al referirse al fenómeno de la explosión actual con grupos principalmente de haitianos, quienes buscan un reasentamiento después que en 2010 migraran a Brasil y Chile.

Las múltiples construcciones brasileñas para el Mundial de Fútbol de 2014 y la Olimpiada de 2016 contaron con mano de obra haitiana, lo cual resultó un atractivo para escoger a ese país como destino migratorio, además del desarrollo económico pujante, elemento que también los hizo asentarse en territorio chileno.

“Mucha de la población haitiana que está circulando por la región, camino hacia el Norte, ha partido desde Brasil o de Chile”, afirma.

“La gente se ve motivada por lo que se conoce como el ‘sueño americano’, y piensan que llegando a Estados Unidos y también en algunos casos a Canadá, pueden alcanzar bienestar para ellos y sus familias, condiciones de educación y de salud mejores a las que tienen en los países donde ellos han vivido”, opina.

Paz dice que hay que pensar en las personas, en sus motivaciones y aspiraciones. Muchos  arriesgan sus vidas, no solo los bienes que venden para costear la travesía. Esos peligros, asegura, se pueden evitar con el establecimiento de una “migración regular, ordenada y digna”, lo cual promueve la OIM.

“La migración –dice- es buena y es positiva, enriquece la cultura e impulsa desarrollo, integración, inclusión y cohesión social”. PL

(Fotos: Pixabay)

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