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A la fuga y fuera de la rutina

Henry Thoreau se fue a vivir solo a una pequeña casa que construyó para sí mismo: «Me fui al bosque porque deseaba vivir deliberadamente, enfrentarme sólo a los hechos esenciales de la vida, y ver si no podía aprender lo que tenía que enseñarme, y no descubrir, cuando llegara mi muerte, que no había vivido».

 

Sean Sheehan

 

Otro comentario suyo: ‘La mayoría de los hombres llevan una vida de silenciosa desesperación. Lo que se llama resignación es desesperación confirmada» – también sirve para arrojar luz sobre la nueva novela de Jonathan Dee “Sugar Street”.

El antihéroe de la novela es un hombre sin nombre que también abandona su modo de vida habitual y busca vivir solo, en parte porque ha obtenido ilícitamente 168.000 dólares en efectivo y es consciente de que la gente le estará buscando. A diferencia de Thoreau, su plan no es un experimento temporal; ha cortado todas las conexiones con su existenci a anterior y pretende permanecer fuera de la red para siempre.

Se deshace de las tarjetas bancarias y el teléfono, evita las cámaras de CCTV y, como fugitivo en que se ha convertido, busca un lugar donde poder desaparecer.

Encuentra una habitación en una casa, paga el alquiler de medio año por adelantado y se instala en su nuevo anonimato.

La historia tiene algo de thriller, ya que el lector espera saber qué ha hecho el hombre, de quién huye y qué ocurrirá cuando sus perseguidores le den alcance, pero estos ingredientes del género se entrelazan con la historia muy humana de su empobrecimiento emocional, ya que intenta no entablar relaciones con otras personas.

A medida que la novela va develando los motivos del fugitivo para huir, la observación de Thoreau sobre las personas que viven una vida de «desesperación silenciosa» cobra relevancia.

Pero es otro personaje literario, ficticio, el que viene a definir la decisión motivadora del comportamiento del hombre: Bartleby, el personaje de la novela corta de Herman Melville “Bartleby the Scrivner”.

El personaje de Melville, que trabaja en un bufete jurídico, llega a responder a las peticiones normales relacionadas con el trabajo con un «preferiría no hacerlo».

Esto provoca crecientes dificultades a todos los que tienen trato con él y Bartleby acaba en la cárcel, donde se niega a comer y finalmente muere.

A Slavoj Źiźek le gusta mostrar a a Bartleby como emblema de la «política de la sustracción» y el héroe de “Sugar Street” utiliza un lenguaje similar en las abrasadoras páginas finales de la novela.

Al fugitivo le mueve la convicción de que «la única forma de mejorar este mundo es sustrayendo de él. Sólo sustraer» y esto explica el último acto de resuelto desafío que pone fin a la historia. La política de la historia se hace explícita, de forma aterradora, en sus últimas páginas -con el mensaje de que hay que hacer algo para reducir el sufrimiento que nos acecha- y “Sugar Street” termina con un puñetazo que el lector no verá venir.

Sugar Street”, de Jonathan Dee, ha sido publicado por Corsair.

(Traducido por Monica del Pilar Uribe Marin)Fotos: Pixabay

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