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El coste del Imperio

El fin del Imperio Otomano, que se extendía desde los Balcanes hasta la península arábiga, permanece a la sombra de otros imperios difuntos  – la caída de la antigua Roma, que marcó una época; el colapso fulminante del zarismo; el desmembramiento gradual del Imperio Británico, pero este libro corrige el desequilibrio.

 

Sean Sheehan

 

El alcance de “The last days of the Ottoman Empire” (Los últimos días del Imperio Otomano), escrito con un estilo discreto y un magnífico dominio de las fuentes, va mucho más allá de la perspectiva habitual que esboza el declive otomano como mero telón de fondo del nacimiento de Turquía.

Ryan Gingeras llena un lienzo mayor al incluir el coste humano de la implosión del imperio. Millones de personas murieron y un número aún mayor de familias quedaron desarraigadas, con sus vidas destrozadas a medida que se desarrollaban los acontecimientos a partir de 1914: la Primera Guerra Mundial fue el catalizador de los desafíos sísmicos a un Estado que había estado presente en Europa desde la Edad Media.

De una confusa maraña de identidades étnicas, religios  as y lingüísticas surgiría Turquía, pero también el embrión de una Arabia Saudí independiente (el sultán otomano era también califa del Islam). Y, más disputados ahora que nunca, surgieron también los Estados de Levante y Oriente Próximo que inicialmente pasaron del dominio otomano al británico y al francés.

El nacionalismo balcánico y armenio fue un problema para la familia real otomana, pero fue la alianza con Alemania en la Primera Guerra Mundial la que provocó un daño terminal cuando los vencedores de la guerra extrajeron todo lo que pudieron de los derrotados.

Antes de eso, se había producido el genocidio armenio y Gingeras traza el curso de la matanza que tuvo lugar. Comenzó con la detención y el asesinato de armenios en Estambul antes de que los asesinatos selectivos se extendieran a otros lugares y afectaran a otras poblaciones.

El gobierno destruyó los registros después de la guerra, pero los estudiosos calculan que perecieron entre 600.000 y 1,2 millones de armenios, así como cientos de miles de asirios, griegos ortodoxos y otros cristianos otomanos.

Los capítulos del libro sobre el Tratado de Versalles constituyen una lectura inestimable y muestran cómo al principio existía un deseo unánime entre los partisanos nacionalistas como Mustafa Kemal de preservar el Imperio Otomano.

Y esto ocurre pese a que que no todos los que hablaban turco -albaneses, bosnios, kurdos, circasianos- se consideraban exclusivamente turcos. A principios de 1920, los gobernantes otomanos se propusieron aplastar a las fuerzas nacionalistas turcas de Mustafá Kemal y su fracaso en el intento acabó con la legitimidad de su dominio dinástico.

Gingeras aporta un gran nivel de detalle a la historia, pero su narración de las corrientes políticas, los tumultuosos acontecimientos, los asesinatos en masa y las deportaciones nunca pierde ritmo ni interés.  En la vorágine de la decadencia y caída otomanas, son las vidas de individuos como Kalsud Sürmenyan las que despiertan nuestra simpatía.

Era armenio, pero como oficial del ejército otomano se libró legalmente de la deportación. Su frenética búsqueda de su mujer y su familia tiene éxito, pero desemboca en una desesperación compartida por innumerables víctimas de la desaparición del imperio.

“The last days of the Ottoman Empire”, de Ryan Gingeras, ha sido publicado por Allen Lane.

(Traducido por Monica del Pilar Uribe Marin)Photos: Pixabay

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