En Foco, Ojo de la Aguja, Opinión

Líder de partido y política de la verdad

Con su vestido rojo, los labios apretados y los ojos desorbitados, la oradora levantó la vista de sus notas y declaró que si uno se creía elefante, era verdad.

 

Nigel Pocock

 

Bueno, no del todo. Si creías, y te autodefinías, como del género o no género que fueras, eso era cierto para ti. Y día ser aceptado por todos los demás. No simplemente “tolerado”. De lo contrario…

Quizás Pilatos tenía razón al ser cínico sobre la «verdad» cuando preguntó por Aquel a quien el Partido quería relativizar, no sólo culturalmente, sino en cuanto a la verdad misma.

¿Un elefante? Eso podría ser ir demasiado lejos según la Ley de Salud Mental: no es un «comportamiento apropiado». Pero, ¿quién lo define? Adolf Eichmann creía en el control social -su definición y la del partido- y por eso era un modelo de buena salud mental. Una salud mental brillante, de hecho. El Partido lo decía. Así se definió la «verdad».

Entonces, ¿qué es la «verdad»? Para los absolutistas – «¡No hay nada que puedas decirme!»- y también, sorprendente y paradójicamente, para los que relativizan la propia verdad. Porque lo que es verdad para mí, lo es igualmente para ti, aunque sean opuestos. A menos que el Partido lo diga. ¿Por qué?

El propio Platón señaló que se trataba de un sinsentido autocontradictorio (literalmente), ya que pretendía afirmar una afirmación, al mismo tiempo que la negaba. Decir que toda verdad es relativa, al mismo tiempo que se afirma que esto es cierto, claramente no puede tener sentido. Sin embargo, ¡ésa es exactamente la tarta que algunos dirigentes políticos quieren que nos comamos!

Nada nuevo, dirán ustedes. Pues sí. Salvo que no se trata de un mero filosofar abstracto, sino que tiene profundas implicaciones sociales. ¿Cómo puede una sociedad que pretende ser democrática y abierta seguir siéndolo con esta visión (Vinoth Ramachandra) de la verdad? ¿O se trata de algo que sólo conviene al partido, siempre que aporte votos? ¿Y, por tanto, poder?

Algunos comentaristas (Ian Jarvie) han señalado que tanto los absolutistas como los relativistas inhiben el crecimiento de nuevos conocimientos. Ninguno de los dos puede ser refutado o falsificado. Otros (Jeffrey Satinover) han señalado el efecto práctico en el mundo académico, en el cierre de programas de investigación que no encajan con la ideología predominante del partido. Así también las definiciones existenciales del yo biológico. El efecto práctico de esto es cerrar la crítica y, por tanto, reforzar el totalitarismo. ¿No está tan lejos de Putin, Xi Jimping y todos los de su calaña, después de todo?

El líder dimitió. La verdad de que el relativismo y el absolutismo podrían ser promovidos como creíbles, al mismo tiempo, era demasiado increíble.

Excepto cuando a algunos les convenía.

Afirmando «tolerar» todas las creencias, no pueden tolerar a quienes no comparten su visión de la «tolerancia».

(Traducido por Monica del Pilar Uibe Marin)Photos: Pixabay

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