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Empatía y conexión (II): ¿Curación espiritual?

El aspecto más controvertido del libro de Steve Taylor está en la forma en que se presenta la «espiritualidad» como la «cura» más poderosa para la desconexión, y viceversa, y lo que proporciona la conexión y la empatía.

 

Nigel Pocock

 

La «espiritualidad» es esencialmente el medio por el que se puede reconducir todo un estilo de vida egocéntrico. Como ha señalado Simone Weil, esto significa dirigir los pensamientos hacia una autoridad exterior y superior a uno mismo, una Persona más grande que uno mismo.

La meditación puede ayudar a eliminar el ego y suplantar el narcisismo y su dinámica de retroalimentación mutua Me First «actitud y acción» (David Myers, “Psychology»), siempre que no alimente este mismo egocentrismo. «La carne (los aspectos destructivos de la naturaleza humana) hace la guerra al Espíritu (el Espíritu de Dios, el Espíritu de sanación), y el Espíritu a la carne», como reza un antiguo texto cristiano. Como dijo Jesús: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo», y (aún más duro) «Amarás a tu enemigo».

Aunque Taylor hace hincapié en la meditación como herramienta de descentramiento, utilizando sobre todo tradiciones orientales (debido a su comprensión panpsíquica de la realidad), conviene recordar que la meditación también es profundamente judía, especialmente en los Salmos.

Como señala Walter Bruggemann, estas meditaciones tienen mucho que ver con la reorientación del yo, aunque tras un incómodo tiempo de desorientación. Lo mismo podría decirse de místicas como Juliana de Norwich y Simone Weil.

Por lo tanto, esto significa interiorizar una nueva orientación con respecto al yo y aprender a descentralizar el viejo yo, desconectado y poco empático.   A medida que crecemos en autoconciencia, también crecemos en responsabilidad. Ahí radica el reto: ¡permanecer con una nueva visión y evitar los efectos paralizantes de la institucionalización!

Esto reconoce la verdad de la “Logical indeterminacy theory (Christianity in a mechanistic universe)” de Donald MacKay.

Esta teoría afirma que incluso si una Mente Universal o Superordenador conociera todas las posibles relaciones causa-efecto del universo (mecanicista), no podría dar a un sujeto vivo una predicción sobre su próximo movimiento.

Esto se debe a que el sujeto es ahora libre de modificar o elegir algo completamente diferente una vez que conoce la predicción. En la práctica, esto se parece mucho a la responsabilidad cotidiana: es cuando se nos da una predicción sobre nuestro comportamiento, en particular en lo que se refiere a (digamos) la falta de conexión y el comportamiento antisocial (desconectado), y sus probables consecuencias.

Esto significa que se puede asumir la responsabilidad y, como señaló Karl Popper, se puede falsificar la predicción. Al hacerlo, aprendemos nuevos conocimientos útiles sobre nosotros mismos y la sociedad (Popper, «A pocket popper», ed. David Miller). Avanzamos, creativamente.

Tanto el azar como la necesidad forman parte de la vida humana. No existe una vida dominada por el azar o la aleatoriedad absolutos, o por la ridiculez inmutable.

Un mundo así no podría existir, ya que tanto el azar como la necesidad son necesarios para la creatividad y la novedad.

De ahí que incluso los acontecimientos fortuitos, como los movimientos aleatorios de las partículas atómicas (David Bartholomew, “God, chance and purpose”) puedan describirse en términos de patrones, probabilidad y estadística. Por tanto, existe un grado relativo tanto de elección y agencia como de regularidad («leyes», cf., Polkinghorne, «Science and providence»). Lo uno proporciona estabilidad; lo otro, oportunidad. Las personas tienen una conciencia reflexiva, pero también hay un yo biológico, y un mundo físico de regularidad y contingencias en el que este yo tiene que operar.

Esta elección forma parte de una educación práctica y comunitaria. Podemos elegir estar conectados o desconectados. Scott Peck observó que la comunidad real pasa por etapas: Pseudocomunidad, caos, escucha, comunidad. La gente tiene que hacer una elección comprometida, para aprender nuevas pautas de comportamiento; para ir más allá de la cortesía formal, de lanzar sus opiniones a los demás (ambas formas de desconexión y egocentrismo), para encontrar un lugar donde «escuchar» al otro (una forma de conexión). En resumen, aprender empatía.

Incluso en este caso, es paradójicamente necesario algún tipo de poder altruista, en el sentido de poder-a y poder-con, en la forma de un líder que no busca dominar, sino potenciar (poder-a) a los demás, y hacerse a sí mismo redundante (cf. Kathy Ehrensberger, Paul and the dynamics of power”).

Esto es ágape, buscar lo mejor para los demás, y no en el sentido utilizado por las tiranías utópicas de amor al pueblo, basado en una fantasía nostálgica (Staub, “The roots of evil”).

¿Puede el pueblo elevarse por encima de los tiranos narcisistas para fundar un mundo mejor? Taylor cree que sí.

(Traducido por Camila Márquez) – Fotos: Pixabay

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