La base para la democracia es el contacto humano, sin calcular si conseguirá votos. La manera en la que una comuna de estilo jipi se convirtió en un campo de prisión fascista es una metáfora para la sociedad moderna: «Quiero que la gente esté alerta y entienda de qué forma opresiva funciona el poder».
Graham Douglas
Viene de un trasfondo Punk y de Accionismo Vienés, trabajó en el primer canal de televisión en internet en 2000-2001 y en 2002 hizo su película “Foreigners out!” (¡Fuera los extranjeros!), que le dio reputación de cineasta de documentales que muestran compasión por aquellos a los que se les ha puesto en el papel de víctimas, y también por perpetradores.
Su nueva película, «(Mi charla con Florence), exhibida este mes en el festival de cine DocLisboa, es una “entrevista preparada”, hecha originalmente en 2008 y mostrada en un evento llamado Ikon donde él vio el poder que la conversación íntima puede tener en el cine. El abuelo de Florence abusó de ella y su familia la envió a una casa de enfermos mentales para silenciarla. Ella escapó y pasó años viviendo en la calle con sus hijos pequeños en Francia, pero llegó a involucrarse en la comuna Friedrickshof, donde sus hijos sufrieron abusos por parte de su líder, Otto Muehl.
Ella cuenta su historia por primera vez en la película, que es el vehículo de Paul Poet para ilustrar las similitudes que él percibe entre la dictadura fascista de la comuna y la vida despersonalizada moderna.
Hay una larga historia de estilos de vida alternativos y convivencias en Alemania, volviendo a los movimientos Wandervogel and Lebensreform desde los años 90, que se convirtieron precursores del estilo de vida jipi.
En 1933 los Nazis ilegalizaron a los Wandervogel a favor de las Juventudes Hitlerianas, subvirtiendo su cultura de libertad con obediencia a la ideología Nazi, y odio a los judíos, homosexuales y políticos izquierdistas.
Paul Poet utiliza la historia de Friedrickshof para señalar a la necesidad de vigilancia. Habla con The Prisma.
Usted estaba investigando una información compleja. ¿No tenía miedo de que Florence pudiese perder el control?
No, éramos amigos y habíamos planeado y estructurado la entrevista juntos. Tardé un año en sentirme seguro de que funcionaría en el cine. Ella no estaba en contacto con sus hijos, así que tuvimos que esperar a que estuvieran a salvo por si los detalles íntimos de la película se revelaban de repente a la prensa. Además, Otto Muehl aún vivía y ella le tenía miedo.
Se mostró algo de la película en 2013.
Me invitaron a un evento llamado Ikon y elegí algo de esta información e hice una instalación en forma de montaplatos con una televisión dentro, coronada con penes de silicona, con Florence hablando en esta simulación de entrevista de dos horas de duración.
La instalación estaba rodeada de afiches de las declaraciones originales que Otto Muehl realizó en las audiencias policiales para su juicio, que son confidenciales, pero que Florence robó y yo copié como su contradeclaración.
El acontecimiento estaba lleno imágenes de arte pop y aún así a la gente le fascinó esta pequeña cosa.
Se sentaron las dos horas enteras. No se les podía mover de allí.
La gente no está acostumbrada a este tipo de intimidad intensa que transmitía la película. Los documentales en los cines están más creados en términos de propaganda.
¿Cómo conoció a Florence?
Me encontró porque en Austria se me conoce como creador de películas contraculturales con sensibilidad hacia la gente en situaciones extremas. Se les pone en categorías estereotípicas (“eres un niño pobre, te voy a alimentar”). Infantiliza a las personas. Yo solo escucho a la gente como seres humanos.
En el juicio, todos los niños, incluida la hija de Florence, tuvieron que testificar. Sin embargo, habían sido adoctrinados con el “buen cuento de hadas”. Florence se lo contó a la policía y cuando su hija se dio cuenta de que su propia madre la había denunciado por falso testimonio, rompió a llorar y contó la verdadera historia; Otto fue sentenciado a siete años.
¿Pero nadie escuchó a Florence?
Intentó conseguir que periodistas famosos se interesasen en su historia, organizando peticiones, pero nadie quería escuchar porque era demasiado extraño y él estaba en la cárcel de todas formas. Todavía se respeta mucho a Otto como artista nacional. Después de 20 años, yo fui el primer en decir «sí».
Florence habló de cuán salvajes y libres eran sus hijos: «Era yo quién los seguía por toda Francia».
Sí, era uno de los simbolismos de la película. Ella tenía los antecedentes de haber sido violada por su abuelo e ingresada a un hospital para enfermos mentales para callarla, de modo que hasta el ser prostituta y robar la hacían libre. Su vida en la calle fue su escape.
Empezó en 1972, con ideales contraculturales jipis durante los primeros 5 o 6 años, pero necesitaban dinero, además Otto vio Friedrickshof como su proyecto artístico, se suponía que la gente tenía que a implementar la fórmula social que él inventó.
Y trabajaban en una forma capitalista, llamando en frío a la gente y vendiéndoles pólizas de seguro y acciones falsas. La comuna era buena y el mundo de fuera era basura, así que eso lo justificaba.
Y Otto llegó a tener éxito como artista nacional durante los 80 y su trabajo fue adquirido por compradores muy ricos.
Y todavía es un tema delicado cuántos famosos fueron a la comuna a acostarse con las mujeres y tomar drogas.
Cuando Florence llegó ya había cambiado. Entonces fue separada de sus hijos y se convirtió en la mujer que lavaba la ropa de todos. Veía a sus hijos todos los días pero no se le permitía hablar con ellos.
Se culpaba a sí misma y pensaba que tenía que sufrir para que pudiesen ser educados por personas que sabían más que ella.
De modo que la película no fue sobre resolución, sino sobre el comparar diferentes formas de abuso y mostrar qué son fundamentales para la forma en que estas sociedades funcionan: desde la familia nuclear con abuso sexual, hasta la comunidad contracultural y hasta usted, siendo pisoteado bajo un poder que no entiende.
A la comisión de financiación artística de Austria no le gustó la película.
En absoluto. Es una salida radical de películas que tienen muchas imágenes de arte pop valiosas; es lo indispensable. No hay un mensaje claro. Y a las mujeres del comité no les gustó que otra mujer hablase de estas cosas oscuras y sucias de su vida.
Me parece raro que todas estas feministas convencionales vayan en contra de la historia de Florence.
Florence estaba muy enfadada por la forma en la que se trataba a los jóvenes en la comuna.
Sí, y eso es lo que pasó. Una vez organicé una retrospectiva sobre directoras de cine austriacas, que hicieron muchos trabajos intrépidos desde la época de las películas sin sonido hasta los 80.
Pero luego están aquellas feministas financiadas por fondos artísticos que solo quieren trasmitir ciertos mensajes y no lidian con la vida.
Solo están interesadas en sí mismas, no en la igualdad de derechos ni en mejorar la sociedad: es contra-represión.
PRÓXIMA SEMANA: Part 2: Paul Poet habla sobre la hipnosis política por parte de los medios de comunicación y el tema de la inmigración en Europa.
(Traducido por Alexandrina Sabal – Email: sabal.alexandrina@gmail.com) – Fotos suministradas por el entrevistado y autorizadas por él para su publicación.