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Una metafísica de la presencia: filosofía en tiempos del corona

Existen niveles de respuesta al Covid. Vemos manifestaciones de apoyo a los demás: por ejemplo, voluntariado de entregas de comida, inscripciones en grupos de noticias de la comunidad.


Steve Latham


Sin embargo, también existe la necesidad de estas mismas entregas de comida a familiares con padres que han sido despedidos o “suspendidos” (donde el dinero no es suficiente para pagar todas las facturas).

No obstante, los nuestros son problemas del primer mundo. Un amigo zimbabuense me dice que solo tienen agua dos días a la semana, probablemente se reduzca a uno dentro de poco: ¿cómo lavarse allí la manos con jabón en agua caliente? Por otra parte, las videollamadas en línea actualmente omnipresentes son en sí mismas agotadoras. Estamos descubriendo también que no importa si los vlogs de la gente tienen buena iluminación; queremos gente en la que podamos confiar.

El gran peso psicológico del Coronavirus (responsable de muchos ejemplos de cefaleas por estrés o insomnio) dificulta la concentración en el trabajo, y provoca incertidumbre sobre el futuro.

Las decisiones sobre bodas, vacaciones y planes de negocios están siendo puestas “en espera”, aplazadas hasta que “todo esto termine” (una frase a la que nos estamos acostumbrando).

Las condiciones mismas de nuestra supervivencia actúan para impedir la acción colectiva: en lugar de la solidaridad, la separación, aislados en nuestras casas para prevenir la infección.

Un líder de la comunidad local me dijo que la pandemia es tan “totalizadora” que es lo único de lo que podemos hablar.

Incluso cuando debatimos otro tema, como la demanda de tratamientos contra el cáncer retrasados por el virus, o la guerra en Yemen, esto es siempre en relación con el Covid .Este domina cada uno de nuestros pensamientos.

Todas las variadas, vagas y vaporosas inquietudes de nuestra cultura se condensan ahora en este único foco de atención.

Como el “Inconsciente Político” de Fredric Jameson, Corona es algo que intentamos reprimir, pero que vuelve a aparecer. Se queda merodeando en el fondo de nuestra mente, inquietándonos.
A diferencia del concepto de “falsa conciencia”, este no es incorrecto, sino una realidad que preferimos no reconocer que conocemos.

De ahí el fenómeno de la gente que ahora evita las noticias de la televisión, donde antes habían consumido cualquier detalle ávidamente; puesto que ahora ellos/nosotros están/estamos cansados y quieren/queremos ignorarlos.

Jacques Derrida solía criticar la priorización de la “presencia” en el pensamiento occidental. Por el contrario, afirmaba que solo hay una “ausencia”, revelada por “vestigios” de lo que una vez fue.

Hoy día, ocurre lo contrario, nada más que la “presencia”, la presencia del Covid, una radiación de fondo; una presencia de una negación, una dis-presencia.

Covid, o más bien su cosificación psicocultural es como el “agujero negro” de Jean Baudrillard, el cual absorbe todo y no deja salir nada. Ningún otro pensamiento es posible durante el tiempo del Corona.

Y, sin embargo, un agujero trasero también proyecta hacia afuera plumas de gas. ¿Qué energía debe ser necesaria para superar su supergravedad?

Tal vez así haya una forma de salir del tiempo del Corona, más parecido a la metáfora fantasmática de Paul Virilio de la posibilidad: “velocidad de escape”.

Necesitamos una especie de “Gran Escape” epidemiológico. Pero, ¿cómo descubrir un equivalente al atrevido lanzamiento de la motocicleta de Steve McQueen sobre la valla de la prisión?

(Traducción de Lidia Pintos Medina) Fotos: Pixabay

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