Derechos Humanos, Globo, Latinoamerica

Sandra Beltrán: desaparición, impunidad y revictimización

Ya han pasado ocho gobiernos desde la toma y retoma del Palacio de Justicia en Colombia. Han llamado a todas las puertas posibles para encontrar justicia, pero sigue sin haber culpables. Sin embargo, continúa la estigmatización y las familias permanecen en un duelo interior permanente.

 

Virginia Moreno Molina

 

34 años después de aquel 6 y 7 de noviembre de 1985, aún se rememoran los sucesos acontecidos que acabó con la vida de unas 100 personas y 11 fueron desaparecidos

Sandra Beltrán es la hermana de uno de esos desaparecidos, Bernardo Beltrán.

“No hay voluntad de aclarar las retenciones, torturas, asesinatos y posteriores desapariciones de nuestros familiares”.

Un pacto de silencio entre los que intervinieron y la continua negación por parte del Estado colombiano, hizo que la primera búsqueda no se diera hasta 1998.

El abogado Umaña consiguió que se aprobaran las primeras exhumaciones de los cuerpos del cementerio del sur.

Además, paralelo a esto, Enrique Rodríguez, padre del desaparecido Carlos Rodríguez Vera, administrador de la cafetería, presentó el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

“El 15 de abril de 1998 tuvimos una cita con Umaña, que nos contó sobre los pocos avances”, explica Sandra, y añade: “Llorando, mi madre

Solo tres días después fue asesinado al medio día en su apartamento.

“No solo mi familia nos sentimos huérfanos, las demás familias de los empleados de la cafetería también, vivimos un horror y perdimos nuevamente la esperanza”, rememora.

En los juzgados

Pero no fue hasta el 2006 cuando el caso comenzó a moverse legalmente. El fiscal Mario Iguarán reabrió el proceso contra los militares por las desapariciones forzadas del Palacio de Justicia.

Esto desembocó en varias detenciones y juicios. Uno de los juicios más duros fue a Plazas Vegas en 2008, uno de los coroneles implicados.

“Al llegar a los juzgados fuimos escupidos, insultados, golpeados por la gente que iba a acompañar al `coronel´; nos gritaban de manera vulgar, nos empujaron tanto que no podíamos entrar al edificio, de hecho, había acompañamiento internacional y ni a ellos los respetaron”, cuenta Sandra. Igual pasó en los juicios de los militares Arias Cabrales y Sánchez Rubiano.

Fueron días difíciles donde salían totalmente “desencajados, con hambre, frío y más miedo”.

Pruebas sin resultado

Poco después, Sandra fue llamada por la Fiscalía General de la Nación. Cuando llegó a la cita se encontró con la fiscal Ángela María Buitrago, primera delegada ante la corte para el caso, el Doctor Cediel, auxiliar de Ángela María, los abogados de Plazas Vega y sus abogados.

“Me dicen que lo que se hable queda como reserva del sumario”, cuenta.

Es entonces cuando proyectaron un video de la salida de los rehenes del Palacio de Justicia. “De repente veo cómo Bernardo sale vivo tomado del brazo de un militar que lleva un arma y es conducido hacia la casa del Florero”, recuerda.

A Sandra se le aceleró el corazón al verlo.

La fiscal repitió varias veces la secuencia para asegurarse, pero Sandra no tenía dudas: su pelo, su estatura, su cuerpo, su cara. Era Bernardo.

“Me pidieron guardar silencio, y pasaron dos años mientras hacían las pruebas correspondientes”. La conclusión: era él.

Esperanza y desesperanza

Por fin, en 2014, 27 años después de haber sido interpuesta la denuncia, el estado colombiano fue condenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Pero de poco iba a servir la sentencia. En 2015 volvieron a tener que encajar un nuevo golpe: después de haber sido condenado a 30 años, el coronel Plazas Vega es absuelto y puesto en libertad por la Corte Suprema de Justicia.

Pero es en septiembre del 2017 cuando Pilar Navarrete, esposa del también desaparecido Héctor Jaime Beltrán Fuentes, llama a Sandra para contarle que Jaime había aparecido.

Solo un mes después, recibe otra llamada de la Fiscalía. Sin más explicaciones, le piden que se presente allí.

“Hablé con el Colectivo de Abogados, pero no habían sido notificados”, explica.

Así que esperó y un día antes de la cita llamó a la Fiscalía para comunicarles que no iban a ir hasta tener más información.

Sin embargo, Sandra tenía la corazonada de que algo grande venía. “En la Fiscalía me dijeron que el grupo de patología de Medicina Legal fue el que habia pedido la reunión”.

Cuando sus hermanos y ella llegaron a la Fiscalía, estaban sus abogados, el director de Patología de Medicina Legal, Jairo Vivas, y varias personas que trabajaban en el caso.

Aparición

El encuentro abrió con la noticia de que los restos de Bernardo habían aparecido en la exhumación que se había hecho a la tumba del Magistrado Auxiliar Jorge Alberto Echeverry Correa, en un cementerio de la ciudad de Manizales.

La furia se apoderó de Sandra. Ella lo había visto salir vivo, y ahora se lo intentaban entregar en una bolsa.

Todas las preguntas que tenía quedaron silenciadas por la respuesta del fiscal. “Me contestó que no era el momento ni el espacio para preguntas”.

Tres años después aún sigue esperando respuestas a pesar de haber pedido cita con él en varias ocasiones.

“Niegan a los desaparecidos, pero la realidad es que hay más de lo que ellos no admiten, pues cada vez que aparece uno de la cafetería, desaparece un Magistrado Auxiliar”.

Pérdidas en el camino

La vida familiar comenzó a deteriorarse desde bien temprano después de la desaparición de su hermano.

El 4 de noviembre de 1999 se produjo el cuarto derrame cerebral de su madre. “Momentos antes de sacarla de nuestra casa con su mirada profunda hacia mí, me dicedijo: Mija, me muero sin ver a mi muchacho”.

Ya son 34 años de lucha, pero también de perdidas ligadas, en cierta manera, a la angustia y el impacto psicológico y físico por los sucesos.

“Quedan vivas la madre de Gloria Lizarazo, la madre de Jaime, y la madre de David”, cuenta y añade que “casualmente coincide en que los padres han muerto todos de cáncer”.

El 16 de julio de 2015 fue su padre el que falleció. Sandra llevaba desempleada tres años y siete meses y cuidaba de su padre, el cual tenía cáncer de próstata y huesos.

“Murió en casa de un infarto tras habérsele negado la atención primaria cuando estábamos ese mismo día en el hospital”, recuerda.

Sandra reivindica que han sido “revictimizados, señalados, apartados de nuestra vida laboral porque nos ven en noticieros y aún hay gente ignorante que no entiende el fenómeno de la desaparición, que no entiende el amor de madre, esposa, hermana, hija”.

(Fotos suministradas –y autorizadas para su publicación- por la entrevistada)

(Parte 1: Sandra Beltrán: media vida buscando a su hermano)

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