Globo, Mundo, Reino Unido

La “prosperidad moderada en Latinoamérica

Las modernas versiones de la Nueva Política Económica (NEP) soviética que se aplican en China, Vietnam y al parecer también en Cuba tienen como presupuesto fundamental que los resortes centrales de la economía siguen siendo de propiedad social.

 

Juan Diego García

 

Aunque también contemplan que el aparato estatal continúa bajo la hegemonía del partido (burocracia civil y fuerzas armadas) y se admiten formas de economía de mercado, tanto de propiedad privada como de reglas que afectan al mismo sector público de la economía.

La Asamblea Nacional Popular de China acaba de aprobar el XIV Plan Quinquenal que además de mantener su socialismo de mercado como estrategia básica propone la “prosperidad moderada” como el objetivo central al que contribuyen de diversa manera las siete grandes reformas que se impulsarán en los próximos cinco años.

La “prosperidad moderada” permitiría a toda la población del país beneficiarse del impetuoso crecimiento de su economía pero en condiciones tales que se evitaría el actual consumismo, sobre todo de algunos sectores sociales.

De alguna forma se vuelve al tradicional debate sobre el socialismo como un estadio que no tiene como propósito superar al capitalismo por una mayor producción sino por una manera diferente de producir y consumir.

A la cultura del consumismo como ideario capitalista se opondría otra cultura que supere el predominio de lo cuantitativo.

Para el socialismo no se trata simplemente de producir más sino de hacerlo de manera diferente, liberando al trabajo del dominio del capital y resolviendo de manera adecuada la contradicción entre naturaleza y sociedad.

La libertad, la emancipación humana, no consistiría en consumir más sino en hacerlo de forma diferente sometiendo la producción a las necesidades humanas y resolviendo adecuadamente las contradicciones con el medio natural.

Las necesidades de la acumulación para asegurar los planes de desarrollo material suponen necesariamente limitaciones en el consumo popular. Esa fue en muchos aspectos la situación de China tras el triunfo revolucionario.

La necesidad de impulsar la industrialización para superar el atraso supuso prioridades muy altas para asegurar acumulación necesaria así como restricciones inevitables en el consumo popular, una situación superada en la actualidad, cuando la idea es alcanzar pronto un nivel de vida satisfactorio para toda la población.

Y es en este contexto en que debería entenderse la llamada “prosperidad moderada” pues las formas de economía de mercado que se compatibilizan ahora con el orden socialista generan inevitablemente tendencias a un consumismo que, entre otras cosas, afectaría la necesaria acumulación para financiar los planes del  XIV Plan Quinquenal. Se busca incrementar el consumo interno de manera moderada para que no se pongan en riesgos las inversiones claves que aseguren la construcción del socialismo y resuelvan las contradicciones con la naturaleza mediante un conjunto de medidas ecológicas.

El objetivo de la  “prosperidad moderada”  tiene entonces una relación muy especial con el objetivo mismo de construir el socialismo, como un paso previo a la instauración de un orden esencialmente nuevo y superior.

Pero sin duda y desde una perspectiva más amplia esta consigna renueva igualmente el clásico debate sobre el sentido mismo de ese orden nuevo.

Se trata de cambiar radicalmente las relaciones entre capital y trabajo y entre éste y el medio natural. En el capitalismo la prioridad la tiene siempre el capital, sobre el trabajo y la naturaleza.

Ciertas formas civilizadas del capitalismo consiguen moderar temporalmente los efectos perniciosos de esta relación pero no consiguen eliminarlas.

Así ha sucedido en el llamado Estado del Bienestar, muy debilitado ahora, y hasta eliminado en muchos aspectos por las políticas neoliberales.

Introducir formas de mercado para facilitar el avance de las fuerzas productivas y fortalecer la propiedad social  permite avances pero fomentan igualmente ideas consumistas, esas que el gobierno chino intenta limitar al máximo con su política de “prosperidad moderada”.

En el caso de Latinoamérica y el Caribe el debate se presenta en otros términos pero con semejanzas importantes.

Aquí se trata de alcanzar una relación adecuada entre inversión y consumo alcanzando el desarrollo y no simplemente el crecimiento.

Por tanto, no se trata tan solo de incrementar el PIB sino de asegurar al mismo tiempo que la riqueza contribuya  al desarrollo de las fuerzas productivas y a satisfacer las demandas de las mayorías sociales.

La “prosperidad moderada” de China tendría en Latinoamérica su propia versión si los gobiernos progresistas diseñan programas de desarrollo que consigan hacer compatibles la satisfacción de esas necesidades básicas, apenas satisfechas en el pasado, con la mayor acumulación de capital posible para financiar el desarrollo.

Se alcanzaría así el necesario equilibrio entre producción y consumo con fórmulas similares a esa “prosperidad moderada” generando una relación sana entre inversión y gasto público.

En Latinoamérica cambiar la actual estructura del consumo afectaría sobre todo a la burguesía y a sectores de la pequeña burguesía acostumbrados a  niveles de vida que en algunos aspectos se asemejan a los registrados en las metrópolis. Seguramente en China la “prosperidad moderada” también provocará descontento y rechazo en sectores similares.

Moderar el consumo significa igualmente cambiar radicalmente la actual relación entre economía y naturaleza.

El gobierno chino es muy consciente de ello y en el Plan Quinquenal se resalta la necesidad de corregir los impactos negativos que trae el desarrollo.

En Latinoamérica el modelo neoliberal –el “extractivismo”, por ejemplo- es un caso destacado del impacto destructivo de la economía capitalista sobre naturaleza y sobre la población misma.

Se trataría entonces de hacer armónica la producción y el consumo, de hacer compatibles la satisfacción de las necesidades de la sociedad usando razonablemente los recursos pero tomando en consideración las exigencias del presente y del futuro.

En Latinoamérica y el Caribe habría que conseguir que las mayorías sociales asuman como propio este objetivo y acomoden sus consumos al mismo. Una vida sencilla para todos es perfectamente compatible con la felicidad humana.

(Fotos: Pixabay)

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