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‘Imperdonable’: «Si descubren que eres homosexual te matan»

El documental “Imperdonable”, que ganó varios premios internacionales y llegó hasta los últimos pasos del camino hacia los Oscars, es un retrato de las ideas de masculinidad, discriminación y violencia que se viven en El Salvador – tanto en el mundo de las pandillas como fuera de ellas.

 

BARRIO 18 / Victoria Dittma

 

El cortometraje se desarrolla dentro de la hacinada cárcel de San Francisco Gotera, en el departamento de Morazán.

Giovani, el protagonista, es un expandillero abiertamente homosexual que comparte celda con otros compañeros quienes son rechazados tanto por su propia pandilla como por la iglesia –que suele ser la única vía de salida “segura” para aquellos que deseen retirarse de la pandilla.

En una entrevista con InSight Crime, Marlén Viñayo, la directora del documental, y Carlos Martínez, periodista y guionista, hablaron sobre estos temas y sobre lo que ellos consideran un “retrato de la sociedad salvadoreña”.

InSight Crime (IC):¿Cuál fue para ustedes el mensaje que buscaron transmitir a través del documental?

Carlos Martínez (CM): Nosotros lo que creamos es una reflexión desde un lugar extremo sobre el tipo de sociedades que hemos creado los salvadoreños. Sin embargo, si ves la película verás que no es una película que arroje conclusiones o que busque llegar a una, sino dejar sembradas la mayor y mejor cantidad de dudas en el espectador. Es decir, ¿cómo es posible que exista un país en el que amar se pueda pronunciar en la misma frase que matar, por equivalencia, y que eso tenga sentido?

Marlén Viñayo (MV): No pretendemos transmitir un mensaje. El documental no pretende dar respuestas. Lo que pretendemos es que el espectador se haga esas preguntas y llegue a sus propias respuestas.

CM: Decidimos que esta película debía ser el reflejo de nuestros propios conflictos a la hora de producirla. Y, por otro lado, es muy importante decir que nosotros no aspiramos, y aquí soy muy explícito, a redimir a nadie. Nosotros no buscamos absolverlos o redimir a nadie. Lo único que pretendemos es complejizar las cosas, complejizar las preguntas y, sobre todo, discursar sobre la enorme complejidad que somos los seres humanos puestos en distintas circunstancias. Entonces, con ese montón de preguntas y de sentimientos no acabados, esa fue la materia con la que construimos esa película.

IC: Dentro de la pandilla, parece que hay una idea muy clara de la masculinidad. De lo que se acepta y lo que no. ¿Podrían profundizar un poco sobre lo que ustedes vieron y qué estrategias utiliza la pandilla para hacer cumplir esos roles de género como ellos los entienden?

MV: Nosotros en principio lo que decimos es que el documental no es sobre pandillas ni sobre la homosexualidad. De hecho, no profundizamos en ninguno de estos temas, sino que intentamos hacer un retrato de la sociedad en la que vivimos.

Ahora claro, la pandilla es una organización criminal profundamente machista y homófoba que tiene unos valores extremos que son unos valores que también tiene la sociedad salvadoreña. En un primer momento, cuando Carlos me contó que había conocido a estas personas, una de las cosas que me interesaba saber era cómo entendían ellos sus propias nociones sobre la masculinidad.

Y claro ellos, después de conocerlos y conocer sus historias, tuvieron de alguna manera para sobrevivir que adoptar cierto papel

dentro de la pandilla porque si la pandilla descubría o sospechaba que ellos eran homosexuales pues los iban a matar. De alguna manera es adaptarse para sobrevivir a cumplir esos patrones que define la pandilla de cómo debe ser un hombre.

CM: En la pandilla, hay una norma muy clara. Si ellos sospechan que eres homosexual o si descubren que eres homosexual, te matan. Eso es una de las primeras cosas que uno aprende cuando trabaja sobre este fenómeno de pandillas. Sin embargo, [en la pandilla] habita la misma noción de masculinidad que en el resto de la sociedad. Es decir, las pandillas han llevado al extremo algunas concepciones y alguna idea de cómo es el mundo, una cosmovisión que no se inventaron ellos. Porque el fenómeno de los pandilleros es un fenómeno social. Prosperaron y mutaron en una sociedad que era fértil para la violencia y que además tenía muy poco que ofrecer a una generación que recién salía de la guerra civil.

Las nociones de masculinidad, de homofobia, del uso de la violencia, de qué es un hombre y de cuáles son los valores que un hombre debe lucir no son invento de la Mara Salvatrucha, ni de las pandillas, ni de Barrio 18, sino más bien son lo que ellos han llevado al extremo. Ellos han llevado al extremo lo que han conseguido abrevar de la sociedad en la que han prosperado.

Los valores que vemos expresados en la película son valores que salen de la boca de pandilleros o de la boca de pastores evangélicos, o incluso las concepciones que tienen de sí mismos nuestros protagonistas cuando dicen que se considera uno de ellos una abominación o una basura frente a Dios. Esos valores no se los inculcó la pandilla.

IC: En el documental, vemos que los valores y prejuicios en torno a la masculinidad son muy parecidos en la iglesia y la pandilla, ya que hay un rechazo contra masculinidades que no encajan en ciertas categorías, ¿qué nos pueden decir sobre esto?

CM: Las iglesias evangélicas que ahora congregan a casi la mitad de los creyentes en El Salvador tienen una historia bastante similar a la de las pandillas. Abrevan del mismo tejido social, prosperaron en las mismas comunidades y se crean a partir de una idea de religiosidad que, insisto, habitaba ya en nuestro pueblo, en nuestra sociedad.

No es raro que una y otra [tengan valores y prejuicios parecidos], ya que se criaron en los mismos barrios, comparten la misma historia y son miembros del mismo tejido social. En ese tema y en casi todos los demás. Probablemente, salvo el uso de la violencia, las iglesias evangélicas y las pandillas son organizaciones con unos valores y con unas estructuras muy similares. Pero yo insisto en esto que es que las iglesias evangélicas y las pandillas, como en nuestros partidos políticos, como nuestro arte o nuestro teatro, o nuestro cine, o nuestra música no han hecho sino abrevar de quienes somos. Por su boca está hablando El Salvador.

IC: Dado el rechazo y considerando que la Iglesia generalmente es una de las únicas vías de salida de la pandilla ¿Hay algún espacio seguro para hombres homosexuales pandilleros?

CM: A lo largo de la década, más o menos que tengo estudiando el fenómeno de pandillas y dándole cobertura como periodista, yo no había conocido nunca a pandilleros o expandilleros homosexuales vivos. Había escuchado historias de sus asesinos, de cómo los mataron y de por qué los mataron. Desde luego daba por hecho que existía, pero nunca había visto un grupo de personas que vivieran abiertamente su homosexualidad reunidos. Y en El Salvador hay nada más un sector. Un sector en el penal de Sensuntepeque diseñado para otras expresiones de identidad sexual. No es que sea un sector diseñado para pandilleros homosexuales, sino que se considera el sector dentro de nuestro sistema penitenciario en el que se atiende a los internos de la población LGTBI.

Fuera de eso, estos muchachos saben perfectamente que sobre sus cabezas hay una condena de muerte que es indeleble, que a la pandilla no se le va a olvidar nunca. Ellos se retiraron de la pandilla. Ellos convivieron con el enemigo. Ellos se tacharon los tatuajes que es un gesto súper agresivo para decir que ya no se pertenece a una pandilla. Y, además, ellos son homosexuales.

Ellos, y así lo expresaron, están más seguros ahora mismo en la cárcel que en la calle.

MV: De hecho, hay una escena que luego ya no incluimos en el documental en la que uno de ellos le pregunta a nuestro protagonista que qué haría si un día, de repente, le dicen que está libre. Entonces Giovanni [el protagonista] se quedó pensando y dijo:“No tengo a dónde ir, a mi colonia no puedo, ir a mi casa no puedo ir. Tal vez solamente me quedaría ir a meterme a una alcantarilla” que era como una explicación como muy visual. Pero lo que sería es que estaba afuera y de las pocas posibilidades que tienen de sobrevivir.

IC:Ahora hablando de los barrios que controlan las pandillas, ¿ejercen ellos las mismas normas y castigos contra la población LGBT que vive en estas zonas?

CM: Normalmente los pandilleros ejercen control sobre su territorio mediante la intimidación y la fuerza. No es un motivo usual ser homosexual para que te asesinen si no eres miembro de la pandilla. Desde luego, hay una especie de condescendencia burlona alrededor de la homosexualidad.

Dentro de la pandilla, ellos consideran que solo puede haber varones [según como ellos los definen]. En el entendido de que ser varón es un conjunto de características esplendidas que te hacen lucir fuerte, poderoso, dominante, agresivo, etc. Ahora no, ellos no ejercen este tipo de normas y de control sobre el resto de la comunidad.

IC: En el documental también hay una escena en donde el protagonista va a una consulta psicológica en la cárcel, en donde le hacen preguntas para “determinar que es homosexual”. En ese sentido, ¿hasta qué punto consideran que el Estado ha entendido estos temas de masculinidad y los riesgos que sufren estas personas que no encajan ni dentro de las concepciones de la pandilla, ni dentro de la Iglesia que es una vía de salida?

MV: Pues yo creo que como se muestra a través de ese test psicológico, el Estado no ha entendido nada. Esas preguntas, que al menos a mí me parecen tan absurdas, es el mecanismo que utiliza el Estado para determinar si una persona es homosexual o no. Y en base a eso deciden si lo trasladan a un sector especial para población LGTBI.

(Artículo publicado en InSight Crime) – Licencia Creative Commons

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