En Foco, Notas desde el borde, Opinión

Sexo bajo el capitalismo

“Nada es lo que parece”. Así dice el refrán budista zen. Karl Marx se hizo eco de ello con su famosa frase: “Así como nuestra opinión sobre un individuo no se basa en lo que él piensa de sí mismo, tampoco podemos juzgar tal período de transformación por su propia conciencia; por el contrario, esta conciencia debe explicarse más bien a partir de las contradicciones de la vida material, del conflicto existente entre las fuerzas sociales de producción y las relaciones de producción”.

 

Steve Latham

 

El mismo sentimiento se aplica a nuestras transformaciones socio-culturales actuales. Hoy en día en Occidente, comúnmente se cree que no existe una esencia de identidad individual establecida.
Se afirma que todos estamos en periodo de transformación, de llegar a ser; y que, además, podemos participar en este proceso a través de nuestra propia creatividad deliberada y consciente.

La sexualidad y la identidad sexual son fluidas. Nuestra identidad de género también se considera maleable. Se nos anima a explorar nuestra sexualidad y género, en una actividad de autodescubrimiento y auto creación.

Esta posición se concibe por lo tanto como una postura de libertad y rebelión, y en ocasiones de revolución social y cultural.

Se nos anima a unirnos a esta gran negativa, a romper con las restricciones de conformidad, las cuales hemos heredado del pasado.

Sin embargo, como señala Slavoj Žižek, que no es un puritano mojigato, esta ética sexual está lejos de socavar el actual sistema capitalista. Más bien, es un síntoma de su ideología gobernante.

El capitalismo temprano requería un ethos ascético, para promover la acumulación simple. La moralidad sexual, las estructuras familiares, y la expresión emocional fueron restringidas para promover la estabilidad y el orden social.

Hoy, sin embargo, el capitalismo se ha expandido para llenar el mundo entero; no solo en extensión geográfica, sino psicológicamente, en profundidad, ya que áreas siempre nuevas del mundo de la vida han sido colonizadas por él.

Así, la mercantilización ha producido nuevos mercados, obligando a todo en la vida a un proceso de reificación. Además, ha creado incluso nuevos deseos y necesidades, y construido nuevos productos para satisfacerlos.

Para fomentar el consumo, ha surgido por lo tanto un nuevo ethos expresivo en el capitalismo tardío o avanzado, para asegurar la compra continua de sus bienes.

Este desarrollo cultural a largo plazo también ha penetrado en el ámbito sensual y sexual. No se crean y venden objetos materiales, sino también servicios y experiencias.

Estos incluyen saltos en paracaídas para celebraciones de cumpleaños, festivales de pop, salones de masajes, y prostitución, que si bien es la profesión más antigua, se ha expandido a través del tráfico de personas.

Gilles Dleuze y Felix Guattari teorizaron que el capitalismo fabrica nuevas multiplicidades, subjetividades e identidades.

Si bien consideraron esto como algo potencialmente revolucionario, también se corresponde con el marketing de nicho. Nuestra explosión contemporánea de prácticas e identidades sexuales constituye una oportunidad de marketing.

Los descubrimientos tecnológicos hacen posible el incremento actual en la transición de género gracias a la tecnología.

El tecno capitalismo proporciona así modificaciones corporales transgénero como caminos hacia la felicidad personal.

Como comentó Mark Fisher, el capitalismo no cree en nada. Este es compatible con cualquier sistema cultural. De hecho, es constantemente creativo, generando configuraciones culturales siempre nuevas para su especulación.

Este análisis no convierte a estas nuevas formas en malas, o buenas. Sin embargo, pone en contexto nuestros deseos más íntimos, como manifestaciones de una civilización hedonista.

(Traducción de Lidia Pintos Medina) – Fotos: Pixabay

Share it / Compartir:

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*