Derechos Humanos, Latinoamerica

Lucha popular, diálogo y violencia estatal

El paro que se realiza en Colombia ha sorprendido por la enorme reacción popular: movimiento de protesta en grandes ciudades y pequeños poblados, carreteras y caminos, plazas y calles y hasta en los hogares que a su modo y posibilidades protestan a diario haciendo sonar las cacerolas, ondeando banderas y cantando consignas.

 

El dialogo lo resulve todo. Foto Humano Salvaje /  Flickr.  Creative Commons License.

Juan Diego García

 

En todos estos lugares aparece gente de  todas las clases sociales, etnia y condición; hasta grupos de sacerdotes católicos y de otras creencias salen a engrosar las marchas a sabiendas, todos ellos, del riesgo que asumen.

Este movimiento espontáneo se repite por todo el mundo reuniendo a gente de Colombia junto a ciudadanos locales de todos los matices que apoyan la protesta en Colombia.

Toda esta movilización, con su fuerza, lozanía y vigor, con su naturaleza espontánea requiere que quienes encabezan la movilización sepan mantener un diálogo enriquecedor con los movilizados de forma que todo lo que se consiga en la mesa de conversaciones sea producto de la armonización de esos dos principios claves en todo proceso de cambio: organización y espontaneidad debidamente coordinadas.

Es muy pronto para saber cuál será la evolución de este apasionante proceso colombiano. Podría ser que se consigan ciertas reformas o al menos que se detengan las que están en curso.

Mantener la unidad de tantas gentes –que incluyen nada desdeñables sectores de las capas medias- será entonces decisivo. Esta lucha puede servir para avanzar en la formación de un frente amplio que consiga un victoria significativa en las próximas elecciones parlamentarias y que saque a la extrema derecha del gobierno en las presidenciales del año próximo.

Tampoco hay que olvidar que el fascismo criollo está allí y que un régimen militar pleno tampoco debe descartarse.

Protesta Manifestaciones en Cali Reforma Tribitaria. Foto de Remux / Wikipedia. Creative Commons License.

De la reforma a otras formas

La oposición a la reforma fiscal en Colombia ha dado frutos. El gobierno decidió retirarla con la formulación que provocó el levantamiento popular, pero solo para darle una nueva forma y así conseguir debilitar a la oposición y terminar imponiendo alguna figura similar.

Pero otra cosa es que lo consiga. Igual ocurre con la propuesta de reformar el sistema de salud, el educativo y el de pensiones, todas con la misma filosofía neoliberal  y todas ellas provocando el rechazo de amplios sectores sociales.

Para que exista un avance considerable en los diálogos con quienes se oponen a estas propuestas, sería necesario que el gobierno de Duque cambiara la filosofía neoliberal de su política generando nuevas realidades en el país.

Algunos podrían aventurar que el presidente apueste por adherirse a la probable nueva orientación de Biden, introduciendo alguna forma de keynesianismo, si es que al presidente estadounidense la gran burguesía le permite tales cambios cuya sola mención ya despierta la franca oposición de importantes grupos empresariales.

Si Duque apostase por ese tipo de cambio, la presión de los grupos de la burguesía criolla -que tantos beneficios sacan del actual modelo neoliberal- sería enorme. Además estarían las maniobras del capital internacional (los centros financieros, sobre todo) que tiene armas mucho más poderosas que la oligarquía local.

El presidente colombiano tiene otro obstáculo importante: faltan pocos meses para las elecciones legislativas del año entrante y para las presidenciales. Por tanto, su margen de acción es bastante corto si es que decidiese introducir cambios para dar alguna satisfacción a las demandas populares.

Paro Nacional Colombiano #28A de 2021. Foto de Humano Salvaje / Flickr. Creative Commons License..

En realidad, es mucho más probable que Duque enrede el proceso en interminables diálogos estériles para debilitar el movimiento opositor y conseguir dejar al próximo gobierno esa bomba de tiempo del descontento popular. Una bomba que no será posible desactivar y que seguramente pronto volverá a hacer explosión.

Represión y derecha

El actual gobernante tiene además la presión de quienes lo han llevado al gobierno y no parecen dispuestos a aceptar ni las más mínimas concesiones.

El poder detrás del trono, el ultraderechista Álvaro Uribe Vélez, ha conseguido hasta ahora imponer su estrategia de “mano dura” dejando en poder de militares y policías la gestión del problema, reprimiendo salvajemente la protesta pero sin conseguir aplacarla.

Por el contrario, el movimiento del paro -que tiene unas organizaciones iniciadoras como el denominado Comité del Paro- ahora está acompañado y muy ampliado por una reacción espontánea de la población que ha sorprendido a todos por su vigor y por su permanencia a pesar de haber sufrido una represión brutal.

Tal represión ha sido tan fuerte que hasta la ONU, la Unión Europea y muchos gobiernos y entidades de derechos humanos lamentan (eso es todo lo que permite el lenguaje diplomático) al tiempo que hacen un llamado a la calma y piden a Duque que busque soluciones a través del diálogo.

En pocas palabras, el actual gobierno y las fuerzas políticas y sociales que le apoyan aparecen sin capacidad de controlar la situación (hasta el momento de escribirse este artículo) y en lo fundamental han entregado la gestión del problema a los cuarteles, una vieja costumbre del régimen colombiano que tiene así su propia versión del golpe militar.

 Jornada de manifestaciones del 1 de mayo en Cali. Foto de Remux / Wikipedia. Creative Commons License.

Queda por ver si tras el diálogo iniciado se puede iniciar un procedimiento nuevo donde se retiren las tropas de las calles, se abandone el lenguaje de satanizar a la protesta social y se controle a las huestes de la extrema derecha armada (gente de los barrios ricos junto al lumpen). Estas huestes salen a disparar contra las manifestaciones y tienen la complicidad de la policía, como se registra en Cali, Pereira y otros lugares de Colombia.

Los actos aislados de vandalismo muchas veces son provocados por infiltrados de las llamadas “fuerzas del orden”, una conocida táctica destinada a criminalizar las marchas pacíficas.

Por su parte, el movimiento opositor al gobierno debe conseguir mantener la unidad de tantos sectores dispares que conforman el Comité del Paro, gestionar adecuadamente las exigencias según la real correlación de fuerzas y encontrar la fórmula para que lo que de debata en la mesa de negociones se cumpla y no se quede en papel mojado.

Resulta innegable la experiencia de tantas promesas incumplidas a estudiantes, indígenas, negritudes y asalariados de diversos sectores. También está el incumplimiento de lo pactado con la guerrilla desmovilizada de las FARC, cuyos miembros son asesinados a diario por fuerzas ocultas y cuya naturaleza de extrema derecha es innegable.

También está el asesinato sistemático de dirigentes de movimientos populares que se oponen a los planes expoliadores de grandes empresas multinacionales y nacionales, de terratenientes y acaparadores de tierras.

 

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