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Mujeres mapuches luchan contra los ‘terricidas’

Moira Millán sufrió durante años persecución, amenazas y el dolor de ver masacrar a su gente pero esta mapuche argentina siguió adelante en la reivindicación de los pueblos originarios.

 

Maylín Vidal

 

A sus 50 años, esta weychafe (guerrera), una de las líderes del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, ha recorrido el país de punta a punta dando la batalla por sus hermanas, frente al ‘terricidio’ y el femicidio constante de las que son víctimas, con prácticas aberrantes en este siglo XXI.

En medio de la pandemia continúa la ofensiva y desde el 14 de marzo, Día Mundial de Lucha contra las Represas, emprendió junto a sus hermanas una caminata de norte a sur del país -para denunciar el ‘terricidio’ como crimen de lesa humanidad y lesa naturaleza.

En una entrevista exclusiva con Prensa Latina cuenta que todo comenzó en 2013. Entonces emprendió un viaja hacia Ushuaia, la ciudad más sur de Argentina, para conocer a profundidad lo que sucedía con las mujeres mapuches y de varias etnias.

“Al llegar a cada territorio se acercaban ellas, de diversas comunidades, para contarme sus problemas. En el 2015 realizamos una primera gran marcha de mujeres indígenas para el buen vivir, presentamos a la nación un proyecto de ley y nos organizarnos como movimiento. Hoy somos 500 de las 36 naciones”, dice.

Relata que cuando comenzó a recorrer Argentina era tan solo un sueño reunir a sus compañeras en un movimiento, pero nunca imaginó que creciera tanto.

Historias desgarradoras

Así, en ese caminar, conoció historias desgarradoras, algunas que había vivido en carne propia y una en particular por la cual hoy luchan todas, la nefasta práctica del chineo, nombre que en su momento dieron los criollos a las aborígenes niñas o adolescentes por su rostro medio achinado.

Es aborrecible. Millán cuenta cómo Criollos de cierto poder social y económico eligen niñas de entre 8 y 10 años para violarlas. Viven esto como un rito inicial. Ellas mueren muchas veces producto de estas violaciones, a veces en grupo.

En otras ocasiones ellas se suicidan. La situación es aún más dolorosa cuando esas pequeñas quedan embarazadas.

“Esto lamentablemente tiene el consentimiento cómplice de la comunidad, se callan, los violadores muchas veces son políticos, comerciantes, gente notable del pueblo y compensan a las familias de la víctima con una vaca o comida, se han visto incluso casos de que a cambio le han dado al padre un trabajo”, denuncia la líder mapuche.

Millán refiere el caso de una violación en grupo a una niña de 12 años en el chaco salteño (en el noroeste argentino) a la que le hicieron ingerir cerveza con vidrio molido. “Hay situaciones de violaciones con objetos, ensañamiento sobre sus cuerpitos, mutilaciones de los pechos, es terrible lo que pasa”.

“Pasa por el racismo imperante, la indiferencia social, la indolencia de toda una sociedad que asume que los cuerpitos de las niñas y de las mujeres indígenas son descartables, que la vida indígena no tiene valor, está devaluada”, explica.

No más ‘terricidio’

Junto a esta batalla, también se puso al frente de otra: contra el ‘terricidio’, un concepto, expresa, que ha ido construyendo y hoy es aceptado por el movimiento de mujeres indígenas.

Dice que han logrado que se le considere un concepto que contribuya a construir una categoría penal, el terricidio como crimen contra la naturaleza y de lesa humanidad: “Es la acción de matar los tres sistemas de vida que reconocemos como pueblos indígenas: el mundo tangible, el perceptible y el de los pueblos”.

El asesinato sobre el ecosistema, tangible; el perceptible serían los lugares sagrados, donde hay un ecosistema espiritual, que regenera el círculo de la vida, el latifundio por ejemplo es una forma de “terricidio”, señala.

Los latifundistas colocan alambres en lugares sagrados donde se solía dialogar con la naturaleza para el fortalecimiento del vínculo de la vida. Hoy,dice, es imposible porque están en manos de ellos.

Cuente cómo las empresas trasnacionales se emplazaron a lo largo de todos los territorios acaparando miles hectáreas de tierra, como es el caso del italiano Luciano Benetton, que tiene alrededor de un millón de hectáreas en la Patagonia, rica en minerales.

Parte de esos territorios entran dentro de la cuenca de interés hidrocarburífico, y una mayoría de los latifundistas se asientan en lugares donde hay mucha agua dulce, minerales y petróleo.

“’Las transnacionales gozan de total impunidad, arrasan con la vida de los territorios, violan todo tipo de derecho de los pueblos indígenas bajo la complicidad de los distintos gobiernos que se han sucedido bajo el Estado”, subraya.

Plurinacionalidad

Tras resaltar que es bien complejo demandar derechos frente a un Estado históricamente racista, Millán pide, en representación del movimiento que ella y otras coterráneas lideran, el reconocimiento a la libre determinación de los pueblos, de los territorios y de la plurinacionalidad de los territorios.

“Que el Estado asuma una verdad categórica, que no haya una hegemonía ciudadana, sino muchas naciones sobreviviendo en un mismo territorio. Estamos sometidos bajo las normativas y homogenización de la visión de un modelo de país con el cual no concordamos, extractivista, contaminante, depredador, que no respeta la vida”, manifiesta.

Dice que tienen derecho a definir políticas “en relación con nuestra propia visión como pueblo, en la salud, en lo comunicacional, en el trasporte y producción de alimentos, en el modelo educativo”.
Y quisieran que también se les respetaran los derechos lingüísticos para poder comprendernos”.

A la pregunta sobre cómo es vivir entre el miedo y la fortaleza a la vez de defender a un pueblo masacrado durante siglos, apunta que ambos sentimientos se retroalimentan.

“El miedo es vencido por el deseo de garantizar la vida, de soñar un mundo mejor y construir un nuevo pan solidario, equitativo, justo, donde podamos alimentar los sueños de los pueblos hacia la libre determinación”.

Para Millán es muy importante no callar, denunciar, tratar de construir y elaborar propuestas.
Dice que tienen que tener mucho valor para poder plantear lo que quieren, hacia donde quieren ir.  No es fácil porque las desconocen, las persiguen y deben enfrentar “el acallamiento machista de sectores nefastos del poder, pero también a veces de los maridos, de las autoridades comunitarias”. (PL)

(Fotos: Pixabay)

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