Un grupo de hombres senegaleses sobrevive vendiendo en las calles y en las playas. El hecho de estar tan lejos de sus familiares y parejas se suma a sus dificultades. Este es el primero de una serie de artículos en The Prisma sobre las experiencias de los inmigrantes retratadas en documentales.
La mayoría de las veces, la migración es para escapar de situaciones insufribles y encontrar otras mejores, y la forma en que un cineasta interactúa con el tema suele estar condicionada por la forma en que conoce a sus personajes.
A veces el grupo es el objetivo consciente, otras veces el cineasta se ve arrastrado a la vida de los inmigrantes por accidente y curiosidad, como es el caso de Andrés Guerberoff, que realizó “Borom taxi”, su primera película sobre un grupo de vendedores ambulantes que conoció en la zona donde vivía.
La película ganó el primer premio de Cine Tropical en el festival Labex, un Work in Progress de Buenos Aires, que consta de seis premios de servicios como traducción, montaje, etc. La película tuvo su estreno mundial en el festival Visions du Reel, en Suiza, que también se pudo ver en línea este año.
En conversación con The Prisma, Andrés cuenta cómo su curiosidad al ver a los senegaleses vendiendo en las calles, hablando un idioma extraño, y un encuentro casual en un festival religioso celebrado en una discoteca le atrajo hacia su vida y su cultura y le llevaron a hacer una película. Y hacer esta película fue una experiencia que le abrió su mente, ya que reconoció aspectos personales que tenían eco en sus vidas.
La vida precaria de los emigrantes se describe vívidamente, ya que repercute en sus intentos de planificar la película.
Otros artículos abordan la experiencia de la rehabilitación de un trauma, el viaje en un gran convoy de emigrantes hacia Estados Unidos, los viajes que ponen en peligro la vida de los que intentan entrar en la fortaleza Europa en pequeñas embarcaciones, y la situación que suele llevar a la gente a emigrar desde la pobreza en un país por africano.
Según Visions du Reel, su película parte de la pregunta: “¿Cómo se filma al Otro?” ¿Cuál es su enfoque?
Creo que este tipo de proyectos en los que uno se acerca a una comunidad de la que no es parte para hacer una película, hacen eje en la manera de vincularse al otro. Pero más allá del vínculo real, que se establezca en cada caso, hacen eje en la forma en la que ese vínculo se lleva a la pantalla.
Este fue un asunto que me desveló en particular durante un tiempo, cuando ya sentía el proyecto sobre un curso irrefrenable, mientras me volvía a la cabeza una y otra vez el imperativo que había escuchado algunas veces por ahí diciendo que “hay que filmar lo que uno conoce”.
Y hubo algo de la receta de generar espacios desde donde puedan surgir las propias voces de la comunidad retratada. Algunas escenas de observación, otras de improvisación, o hasta el pasaje de la cámara, por dar algunos ejemplos.
El asunto de “cómo filmar lo que uno a priori no conoce” se fue resolviendo de varias maneras. Desde una frase simple y paradigmática que una vez me dijo Billy Woodberry: “vos no elegiste filmar a la comunidad senegalesa, ellos te eligieron a vos”, a también darme cuenta que había ciertos sentimientos universales escondidos por debajo de las situaciones más visibles, y que hacían eco en mi propia experiencia, como la distancia a los seres queridos que estaba experimentando. Encontrar esos puntos de anclaje me hacía sentir liado al mundo que estaba investigando, como algo de tierra firme en un proceso vertiginoso. Por otro lado la idea de aventurarme en territorios desconocidos, y que intenta que algo de ese deslumbramiento experimentado se traduzca a la pantalla. Un viaje particular, en el sentido de lo tan lejano y tan cercano al mismo tiempo, descubriendo ese mundo oculto en mi propia ciudad.
¿Cómo llegó a realizar esta, su primera película?
Hace unos años estaba escribiendo un guion la inmigración africana en Buenos Aires es bastante reciente. – Me despertaban curiosidad estos nuevos personajes de las calles porteñas con sus atuendos, sus expresiones, su idioma. Sentí que eso era motivo suficiente para incorporarlos en el texto y querer filmar algo que tenga que ver con ellos. El proyecto desde su inicio buscaba al mismo tiempo formas de pararse por fuera de la distinción ficción/documental.
Cuando me acerqué al tema para buscar al elenco, explorar locaciones, todo tomó un curso completamente inesperado. La conexión que sentí hacia la gente que estaba conociendo, la zona comercial donde pasaban el día, sus pensiones, sus fiestas comunitarias, fue enorme. Me di cuenta que quería pasar más tiempo en esos entornos, y que no necesitaba más que eso para que fuera apareciendo la película.
¿Por qué están estos senegaleses en Argentina? ¿Fueron primero a España?
Hay una ruta bastante conocida para migrar desde Senegal a Buenos Aires que pasa por Madrid, cruza a Quito, y desde ahí en micro baja por Brasil. Se llega a algún punto perdido de la frontera, que se cruza en balsa, de noche con mercadería de contrabando. Pero algunos de los migrantes que conocí llegaron de otras formas, como en avión directo, o escondido en un barco como un chico de Guinea que vino a Buenos Aires hace unos 15 años, en una pequeña ola migratoria.
¿Tenían que pagar a los traficantes en su viaje?
Constantemente, cada paso en ese viaje en etapas implica un pago. Para los que vienen directo también hay un costo grande que deben afrontar antes de salir.
Ha tardado 4 años en hacer la película. ¿Por qué tanto tiempo?
Mi manejo del inglés es relativamente malo, y era muy temprano en Buenos Aires en esa charla online de VdR. Después me quedé haciendo cuentas. El proceso propiamente de rodaje/montaje/escritura duró aproximadamente 2 años y medio. Antes hubo más de un año dedicados a aplicaciones para conseguir financiación, que suelen ser muy lentas en Argentina. Después otros meses dedicados a la post producción. El período de trabajo con el protagonista se dilataba muchas veces por sus viajes o porque nosotros nos quedábamos sin dinero. Pasaban cosas como recibir un llamado suyo diciéndome: “¿Quieres venir hoy a filmar algo? mañana me voy a vivir a Brasil y no sé si vuelvo”. Y 3 o 4 meses después, recibir otro llamado sorpresivo donde me contaba que ya estaba de nuevo en Buenos Aires pero le habían confiscado toda la mercadería que traía en la frontera. Por lo que me preguntaba si podíamos filmar algo urgente. Nosotros pagábamos en el día.
¿Cómo conoció a la gente y se mantuvo en contacto con ella?
Al protagonista junto con su hermano, que en la película actúa de compañero de pensión, los conocí en una fiesta religiosa. Era en un boliche que es conocido en Buenos Aires como un lugar de salsa, pero ese miércoles a la noche, el lugar estaba alquilado para esta fiesta senegalesa. Mountakha y Mouhamet llegaron a eso de las 3 de la mañana junto a sus novias blancas y tocaron para la fiesta. Ese día los grabé un poco y quedé fascinado no solo con la presencia que tenían, sino también con su fotogenia.
A Mohamed, el chico que recibe al protagonista en su llegada a la pensión lo conocí en la calle, un día que la policía no los dejaba vender. Yo estaba con mi camarita y él se acercó y me contó que su padre en Senegal se dedicaba al cine. Nos hicimos amigos y no solamente actuó, sino que también colaboró con las traducciones y en varias otras cosas.
A Mbayang y a Sonia, algunas de las mujeres senegalesas que aparecen, las conocí en una reunión para hacer un trámite de renovación de pasaportes. Pasé muchas horas en los espacios de la comunidad en estos años.
Sí, con mucha menor frecuencia, pero sigo en contacto con todos ellos.
¿Tiene otro proyecto en camino?
Estoy trabajando en un diario que estuve escribiendo durante estos años, en relación a las experiencias que circundaban al rodaje. Un pequeño libro de aventuras.
Estoy trabajando en mi próxima película, pero prefiero no comentar mucho todavía.
¿Dónde se puede ver? ¿Estará en transmisión este año?
Estamos trabajando en la distribución y el recorrido. Esperamos tener novedades pronto.