En Foco, Opinión

Estallido social de Colombia en una España convulsa

Si nos dejamos llevar por la multiplicidad, creatividad y concurrencia de las movilizaciones de protesta ante la represión y en solidaridad con el Paro Nacional en Colombia por toda la geografía española, podríamos intuir que en estas últimas semanas se ha operado  un cambio de opinión pública radical entre los colombianos residentes en el país (cerca de 300.000 contando con los no legalizados) y buena parte de la ciudadanía española.

 

Miguel Angel Ferris

 

Sectores de la emigración colombiana alejados tradicionalmente de cualquier crítica pública a los gobiernos de su país, especialmente el de una juventud hasta ahora alejada de la política y el nuevo empoderamiento de las mujeres, conforman, junto a las militancias organizadas de siempre, una auténtica respuesta popular en las calles de un país que acaba de conmemorar el 10 aniversario de la revuelta de los indignados del 15-M con más dudas y críticas que seguridades. En las últimas semanas se han producido en toda España destacadas protestas por la fuerte violencia de tres Estados coloniales: Uno es ese que bombardea criminalmente la Palestina ocupada por Israel.

Otro es el que se apropia por la fuerza y la complicidad de las potencias occidentales del territorio del Sahara forzando a España a un cambio de postura al respecto e impulsando a 8.000 jóvenes a cruzar ilegalmente la frontera en Ceuta. Y un tercer estado es el que, desde las élites criollas colombianas herederas del Virreinato, somete a su pueblo a sangre y fuego para mantener su ancestral dominación.

En este escenario y con la crisis social y económica generada por la pandemia en amplios sectores populares, el partido surgido del Movimiento del 15M, Podemos, hace balance de lo conseguido desde la indignación masiva y sostenida de los españoles frente a la corrupción y los recortes sociales en el 2011 y su gestión en el primer gobierno progresista tras la Dictadura, con la implementación de medidas protectoras para la población afectada por la reciente crisis de empleo e ingresos.

El proceso de sustitución del líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha sido acelerado. El propósito ha sido responder a la ofensiva de las derechas extremas y neoliberales, enardecidas por el éxito de la candidata posfascista, Isabel Díaz Ayuso, al gobierno de la Comunidad de Madrid. Las élites han intentado asaltar el poder central y forzar unas nuevas Elecciones Generales o, al menos, desprestigiar al gobierno de Coalición PSOE-Podemos.

El proceso congresual de Podemos ha posicionadoa Ione Belarra y a una nueva dirección mayoritariamente feminista cuya aspiración futura es la alianza con otros sectores de las izquierdas y la recogida del voto Verde, tan huérfano de partido en España.

Al mismo tiempo, los presos políticos del “procés” hacia la independencia de Catalunya, sometidos a un debate público nacional sobre la conveniencia y legalidad de sus próximos indultos, se han convertido en una moneda de cambio para estabilizar el mapa político en el Estado español.

Así ha ocurrido después de varias victorias electorales de los soberanistas en esta nacionalidad histórica que, tras las mayores movilizaciones pacíficas y populares después de la muerte de Franco, aspiran al reconocimiento de su autogobierno por el conjunto de la Unión Europea.

Ambas revueltas producidas en la historia reciente de España, la del 15M y la catalana, al igual que la que ahora estalla en las plazas y vías de Colombia, tienen un trasfondo similar.

Se trata de la necesidad de que la voluntad y la soberanía del Pueblo sean reconocidas más allá del papel mojado de las “Democracias formales” y de sus aparatos judiciales, mediáticos o represivos al servicio de unas élites voraces que no dudan a recurrir a la violencia ilegítima, la difamación mediática o la connivencia con las extremas derechas para apagar cualquier intento de cambio del status quo alterando la supuesta Paz social.

Es tiempo de derribar las estatuas heredadas, erigidas por quienes siempre escribieron la Historia en su beneficio, los vencedores, las nuevas clases emergentes o los Estados que pretendieron congelar la aplicación de los Derechos Humanos y de la Ciudadanía y que, tarde o temprano, verán como ahora mismo pueden verlo en Perú, el fracaso de un modelo de capitalismo neoliberal liberticida y centralista derrotado en las calles y en las urnas.

(Fotos: La Oreja Roja)

 

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