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Problemas abajo

Me desperté en el hospital, un lunes por la tarde, y ¡he aquí!, un catéter sobresalía de mis regiones inferiores.

 

Steve Latham

 

Había acudido para que me hicieran una prueba, para ver si tenía cáncer de vejiga; el resultado fue gratificantemente negativo. Pero no esperaba salir con este nuevo apéndice.

Sin embargo, no soy ajeno al procedimiento. Como hombre de cierta edad, mi próstata ha decidido empezar a crecer, a un ritmo fenomenal.

De momento no hay riesgo de cáncer, aunque el cáncer de próstata afectará a 1 de cada 8 hombres en el Reino Unido a lo largo de su vida.

Se trata de un problema de salud importante, sobre todo porque la esperanza de vida es cada vez más larga y el número de hombres afectados por el problema es proporcionalmente mayor.

Sin embargo, por el momento se sigue debatiendo si los beneficios del cribado masivo superan los riesgos.

Además, cualquier síntoma que se presente, como ir al baño con más frecuencia, suele explicarse simplemente por el crecimiento de la próstata.

Lo que ocurre es que la próstata aprieta la vejiga, cada vez más, aumentando así la necesidad de orinar.

La sensación de urgencia puede ser intensa y, con el tiempo, la frecuencia también puede aumentar, hasta que es difícil viajar a cualquier sitio sin hacer pausas regulares para sentirse cómodo.

Recuerdo no poder viajar más de 20 minutos en tren o autobús, sin bajarme desesperadamente, para encontrar un baño público, o más habitualmente una cafetería, para pedir un capuchino, y utilizar las instalaciones.

Sin embargo, esto no siempre obstaculiza las actividades.

En una ocasión, pude presidir un debate público en la Cámara de los Comunes, con el tubo de plástico caído, invisiblemente, dentro de la pernera de mi pantalón.

En el otro extremo, la presión constante para orinar conduce a un problema opuesto: la retención de orina. Es decir, cuando realmente necesitas orinar, pero no lo haces.

Esto ocurrió un par de veces, y la agonía es extrema. Tuve que ir al servicio de urgencias del hospital; y sí, que me pusieran un catéter.

La enfermera que me lo colocó me dijo que es bien sabido que los hombres siempre se enamoran de la enfermera que les ayuda de esta manera: el alivio es inmenso.

Sin embargo, no elegiría que me introdujeran este objeto ajeno, en ningún otro contexto; a pesar de que, aparentemente, existe una práctica sexual que involucra a los catéteres. ¿Cómo?

Puedo entender el atractivo de muchas perversiones sexuales, aunque no las practique; pero ésta se me escapa. Supongo que el atractivo de cualquier fetiche se pierde para quienes no lo comparten. Además de la incomodidad, sin embargo, también es la inquietud. Me han colocado (parezco una máquina) una válvula de giro. La enciendo y veo cómo fluye.

Por la noche, sin embargo, cambio a un saco de dormir. Así puedo dormir tranquilamente, sin que las ganas me despierten. Pero me limita mis paseos nocturnos por la casa, en busca de un tentempié.

No obstante, estoy agradecido a los profesionales que me atienden. Pero estoy deseando que llegue el lunes, cuando me lo quiten.

(Traducido por Mónica del Pilar Uribe Marín) – Fotos: Pixabay

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