En Foco, Opinión

Las alas del ebanista

Memorias del paro nacional, 2021. Hijo de una familia de escasos recursos, a sus 26 años Brahian ingresó a dos listas de víctimas de violencia durante el paro nacional que se adelantó en Colombia desde el 28 de mayo: la de los desaparecidos (que hoy llegan a casi 500) y la de los asesinados, que se acerca a los 60. No estaba marchando, ni gritando ni vandalizando. Como él miles de jóvenes han sido víctimas de abuso policial o de otros actores.

 

Mónica del Pilar Uribe Marín

 

Brahian Gabriel Rojas Lopez trabajaba como pintor, era un joven sereno que no hablaba mucho pero al que le gustaba reír y hacer bromas a sus hermanos Talia, Otto y Brandon, a su madre, una cocinera muy querida en el pueblo, y a su padre, un ebanista al que siguió sus pasos en el oficio.

Como no tenía novia ni hijos, cuando terminaba su jornada laboral salía en las noches con su hermano mayor Otto y algunos amigos para caminar, hablar o sentarse en algún lugar, generalmente bajo el puente del río Cauca. Hablaban de todo, menos de política pues Brahian sabía poco del asunto. Por eso el día que empezó el paro en Colombia, el 28 de abril, ninguno de ellos salió a marchar.

Aquel miércoles, siguiendo sus rutinas, estaba sentado con su hermano y sus amigos bajo el puente. A lo largo del día se habían desencadenado los hechos que reproduciría la prensa. Millones de colombianos salieron a las calles hartos del desempleo, la pobreza, el hambre, la pandemia, la violencia, el asesinato de líderes sociales, la corrupción, la represión y un gobierno indiferente a su dolor.

El día había transcurrido, en general, tranquilo, pero en la noche la brutalidad policial, ya conocida por muchos, también se tomó las calles de Colombia.

Los disturbios eran su presa, como esos que se presentaron en el municipio de La Virginia, departamento de Risaralda, principalmente sobre el puente “Francisco Jaramillo Ochoa”, bajo el cual estaban Brahian, Otto y sus amigos.

Brahian Gabriel Rojas Lopez

Después de las nueve de la noche casi todo se convirtió en caos en varias ciudades del país. Comenzaron los enfrentamientos entre manifestantes y policías y el Esmad, este último un escuadrón antidisturbios señalado como autor de varias de las muertes en este paro y de otras situaciones de violencia en otros escenarios.

Los uniformados empezaron a lanzar gases lacrimógenos y bombas aturdidoras a los manifestantes. La gente comenzó a dispersarse y muchos buscaron refugio bajo el puente donde estaban Brahian y Otto. Pero la policía llegó hasta allí. Eran, dicen, entre 20 y 25 policías que empezaron a golpear a todos, incluso a Brahian y a Otto que nada tenían que ver y que estaban asustados. Fue una golpiza brutal. A Otto le reventaron el pómulo derecho y le marcaron la espalda a golpes.

Thalía, su hermana, cuenta que desde esa noche no lo volvieron a ver. Pensaron que se lo había llevado la policía. Fueron a buscarlo a los CAI y como no apareció colocaron la denuncia en la fiscalía. Un investigador le dijo que les ayudaría a buscar a su hermano. Empezaron las conjeturas, la más fuerte, que Brahian se había tirado al río. Pero nadie podía testimoniarlo.

Tras una semana de angustia, el 4 de mayo, Thalía recibió una llamada que le comunicaba que el día anterior miembros del Cuerpo Oficial de Bomberos del municipio de Sabanalarga (departamento de Antioquia), habían hallado el cuerpo de Brahian en el río y de allí lo habían llevado a Medicina Legal de Medellín.

Antes de ese día, Thalía había indagado en departamentos de bomberos de la zona, en Beltran, en Viterbo, pues hasta allí llegan los cuerpos de los ahogados. Se confirmó que era Brahian porque su espalda tenía esas alas tatuadas y su pantorrilla ese muñeco grabado que todos conocían.

Los resultados de la necropsia quedaron de entregárselos a los 30 o 40 días y no les dieron ningún documento porque, asegura Thalía, les dijeron que había sido una muerte violenta y por eso todo quedaba en manos de la Fiscalía.

Una muerte que según algunos ocurrió porque Brahian se lanzó al río.
Pero según Thalía, su familia y sus amigos, no pudo ser así porque todos ellos se criaron junto a ese afluente y Brahian desde niño aprendió a lanzarse desde el puente y era algo que hacía con frecuencia.

Además sabía nadar muy bien, por eso “si mi hermano se hubiese tirado al río no se hubiera ahogado. Para que se ahogara le tuvieron que haber hecho algo antes”.

Otro hecho que les despierta suspicacia es que hallaron el cuerpo muy lejos del puente. «Los cuerpos de los ahogados normalmente se llegan hasta el municipio de Beltrán, en Marsella, que es una parte de un río donde hay como un remolino y por eso de ahí no pasan los cuerpos». Pero su hermano fue hallado cinco días después muy, muy lejos de allí, en otro departamento, en Antioquia.

Por ahora esperan que salgan los resultados de la necropsia para empezar un proceso.

El dolor es por todo, por la muerte de Brahian, porque quieren reducir su muerte a una caída y no a un asesinato, porque los policías lo golpearon y Brahian ni siquiera estaba marchando. Porque el joven tuvo el infortunio de estar bajo el puente y de ser víctima de la brutalidad policial.

“El desapareció. No se supo qué pasó con él, si lo lanzaron al río o si le dispararon. Lo seguro es que lo golpearon, pues Otto estuvo allí mientras a él y a otros también les golpeaban. Pero todo era confuso, era oscuro y la Policía lo obligó a salir de allí.» Fue la última vez que vio a Brahian.

Hoy nadie sabe qué paso y si vieron algo. “No quieren hablar por miedo. Usted sabe cómo es este país y al que habla lo matan. Por eso digo que no sabemos”.

(Fotos: La Oreja Roja, autorizadas para su publicación)

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