Derechos Humanos, Latinoamerica, Política

Daniel Mendoza y su periodismo contrapoder

Perseguido, amenazado de muerte y exiliado en Francia, el autor de la serie documental “Matarife, Un genocida innombrable” habla sobre lo que millones de colombianos callan por temor y pocos medios revelan. Y habla de cómo no puede haber democracia donde no existe un verdadero periodismo y donde los medios estén a favor del gobierno y se dediquen a aplaudirlo y a patrocinar sus crímenes.

 

Teresa Galindo y Miguel Angel Ferris

 

Una espada de Damocles persigue sin tregua a este ciudadano, de oficio abogado y periodista, que harto de masacres e injusticias, decidió producir una serie audiovisual para denunciar las malas artes de Álvaro Uribe Vélez, el polémico expresidente colombiano a quien denomina ‘Matarife’”.

Lo llama así, dice, por las innumerables víctimas que ha dejado en su gestión de gobierno, plagado de sombras y de sospechosas alianzas con el narco paramilitarismo. Rescatar esa verdad incómoda se ha convertido en su leitmotiv. Su objetivo es que los hechos narrados y recopilados a partir de sus pesquisas, o los que ha recuperado de diversas fuentes periodísticas, no se olviden.

Quiere que esos hechos los conozcan los colombianos y, de paso, impactar en la conciencia de las llamadas democracias occidentales.

Nos citamos con Daniel Mendoza Leal en Menilmontant, un barrio parisino que desde mediados del siglo XVIII ha acogido a artistas, estudiantes, obreros y a diversas personas que buscan en el entorno un punto de encuentro.

El sótano de un antiguo café fue el escenario de nuestro diálogo.

Bajamos por una estrecha escalera en caracol y lo encontramos en la penumbra, iluminado por unas luces rojas y con un fondo de fotos antiguas sobre las que resaltaba su sonrisa agridulce, la del exiliado que siente que existe donde no vive.

La sonrisa de alguien que vive todos los días para recordar a sus conciudadanos y a la comunidad internacional los crímenes que se le atribuyen a Uribe y de los cuales el exsenador y expresidente ha logrado salir inmune, pese a numerosas e importantes investigaciones judiciales. Con “Matarife, un genocida innombrable” (también conocida como “Matarife La Serie” o Matarife) Mendoza ha ganado dos premios India Catalina y lo ha puesto en la mira de los sicarios que le obligaron a pedir refugio y en 24 horas salir del país para proteger su vida.

En la serie se conjugan sus conocimientos de abogado criminólogo y de periodista para ofrecer a la opinión pública una producción impecable cuya primera temporada se realizó y difundió desde Colombia, y cuya segunda se hizo y lanzó desde Francia.

La tercera está en preparación y se espera estrenar a finales de febrero y que tiene como escenarios Suiza y España.

The Prisma dialogó con Mendoza, sobre la función social del periodismo, sobre los periodistas que olvidan la ética y sirven de transmisores de los intereses de los propietarios de los medios, sobre los nuevos informadores que divulgan a través de las redes sociales lo que otros callan y sobre la importancia de la profesión como cuarto poder.

¿Cree usted que las imágenes de Alberto Tejada dando voz a los jóvenes en Cali, los informativos de Noticias Uno, las entrevistas de María Jimena Duzán, las investigaciones de Gonzalo Guillén, los artículos de Daniel Coronell y los análisis de Ariel Ávila, entre otros, forman parte de una “primera línea” periodística frente a la barbarie del Leviatán uribista?

Yo no le llamaría una nueva “primera línea periodística”, es decir, ellos son el cimiento de la oposición periodística en Colombia. Ellos son el único periodismo que existe en Colombia. Por ejemplo, Gonzalo Guillén, María Jimena Duzán, Daniel Coronell, Johir Akerman y otros son el periodismo que hay en Colombia, porque el resto son agentes del gobierno criminal que hay. Eso no es periodismo. En realidad, el periodismo si no obra como contrapoder, no es periodismo. Si no obra como un mecanismo de ejecución real y veraz de la libertad de expresión, no es periodismo.

Y en ese sentido, una democracia donde no exista periodismo como tal, donde los medios estén a favor del gobierno y se dediquen a aplaudir solamente las actuaciones del gobierno y a patrocinar los crímenes del gobierno, pues es una democracia entre comillas.

Es un zombi que puede caminar, pero no vive. Es un zombi que abre los ojos, la boca y camina, pero no tiene alma ni corazón. Es una democracia completamente gélida y muerta por dentro.

¿Piensa que algunas iniciativas informativas que se dan en internet de alguna manera están contribuyendo a desvirtuar la galaxia ultraderechista en que se ha convertido la transmisión de información desde los medios tradicionales?

Sí, los nuevos referentes comunicativos que dentro de esta sociedad fluida generan las redes sociales, las nuevas tecnologías, en un país como Colombia son los únicos que ejercen la libertad de expresión como tal (Yo no diría que en Europa es diferente). En ese sentido son los únicos que están haciendo democracia y están obrando como periodistas, ya sea de opinión o incluso investigativos. Porque han salido grandes investigaciones, noticias, primicias de tuiteros que se enteran de algo y lo trinan, y de ahí ha surgido una gran noticia que nunca iba a salir de un medio de comunicación.

Además, los medios de comunicación en Colombia están perdiendo muchos seguidores. La gente ya no confía en ellos, porque las fuentes ya no les llegan a estos medios.

¿Qué le va a hablar una fuente a la revista Semana de un torcido que está haciendo el gobierno? ¿Para qué le va a hablar a RCN, una fuente de la Fiscalía sobre de un acto de corrupción que está cometiendo un ministro? ¡No le va a hablar a ellos! ¿Entonces a quienes buscan? A periodistas como Gonzalo Guillén, a mí, a Johir Akerman, a Daniel Coronell o, incluso, a un tuitero que tenga 30 o 40.000 seguidores, y el tuitero saca la noticia, saca un hilo y… ¡pum, de repente ese hilo revienta un escándalo inmenso!

El tema de ‘verdad y mentira’ está en el debate público. En Colombia se suman dos realidades: la del control desde el poder de los medios tradicionales que difunden la “mentira oficial” y la de las distintas redes sociales tóxicas que envían sus fake news desde la muy extendida y financiada ´galaxia’ de medios ultras. ¿Habría que rescatar la Verdad con mayúsculas, o esto sería una misión casi heroica para un nuevo periodismo del siglo XXI?

Yo creo que la verdad en Colombia está ahí, es muy explícita. Aquí ustedes pueden atar hilos, se puede dar un poco más de debate a la verdad, en Colombia no. Allá sale un ejército de sicarios con uniforme y les disparan a los manifestantes. Salen tres policías y capturan a un muchacho que luego aparece flotando en un río con un tiro en la cabeza.

En Colombia saca Álvaro Uribe un trino (prácticamente un trino decoradito y todo) en donde dice que si la fuerza pública hace una masacre, pues no importa. Y aparecen una cantidad de campesinos o de dirigentes sociales asesinados.

En Colombia, por ejemplo, en mi caso, Álvaro Uribe, del Centro Democrático, saca un comunicado diciendo que soy un subversivo internacional, que quiero desestabilizar el país, y llama a sus seguidores a tomar acciones en contra mí. A los dos días un senador recibe una llamada de un informante que graba diciendo que ya me están buscando y que en Bogotá ya están haciendo un operativo las Águilas Negras y la Oficina de Envigado  (que son los sicarios del cartel de Medellín) para matarme. Es explícita la verdad en Colombia, solo hay que difundirla. Hay más problema de difusión de esa verdad, porque los medios de comunicación son unas muñecas de trapo del mismo sistema corrupto, narcotizado y sangriento que tenemos.

(Fotos suministradas, y autorizadas para su publicación, por Daniel Mendoza Leal)

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