Hasta ahora, leer «El Capital”, Volumen 1, de Karl Marx en inglés rozaba lo agotador, más una vocación que un placer. Durante demasiado tiempo, la edición más accesible ha sido la de Penguin, con sus 1141 páginas, publicada por primera vez en 1976.
Sean Sheehan
Su letra pequeña le daba una densidad inmerecida y contribuía a que su lectura fuera poco edificante. No es el caso de la nueva traducción de Paul Reitter, con una prosa nítida y refrescantemente clara. Exige ser leído.
El primer volumen de «El Capital» introduce ideas sin las que no podemos vivir, empezando por la mercancía y sus propiedades «mágicas».
Una mercancía parece algo obvio, escribe Marx, pero en realidad está «llena de argucias metafísicas y rarezas teológicas». Un trozo de madera se transforma cuando se utiliza para hacer una mesa: «No se queda simplemente con los pies en el suelo, sino que, en sus relaciones con todas las demás mercancías, se da la vuelta y hace girar extrañas nociones fuera de su cabeza de bloque, una actuación mucho más fantástica que si se pusiera a bailar por sí misma». Hay humor aquí, un ingenio despierto, al introducir la noción de que algo como un trozo de madera es un objeto de uso -tiene un valor de uso- que se convierte en algo muy distinto como mercancía, un producto del trabajo, en una economía de mercado.
Como producto del trabajo, una mesa puede cambiarse por dinero -tiene un valor de cambio- y se crea una plusvalía.
Esta plusvalía es posible porque el mercado remunera más al capitalista que a los que fabrican la mercancía.
Se borra el papel que desempeña el trabajo en la creación de valor y el efecto mistificador se resume en el famoso pasaje de Marx sobre el fetichismo de las mercancías: «una determinada relación social entre personas… asume, para estas mismas personas, el fantasmagórico de una relación entre cosas». El afán del capitalismo por aumentar los beneficios ha alcanzado ahora proporciones trascendentales, disponiendo a «ocho mil millones de homo sapiens en un espectro salvajemente desigual de opulencia, comodidad, pobreza y desesperación», en palabras de Wendy Brown en su prólogo a la traducción de Reitter.
Marx lo previó ya en el siglo XIX: todo se podía mercantilizar y monetizar, a cualquier precio para la vida de las personas y el medio ambiente. El mercado «libre» lo disfraza, separando las esferas de poder económico y político; el subtítulo de Marx para “El Capital” – Crítica de la economía política – las reúne donde deben estar.
Los lectores de alemán apreciarán las notas y anotaciones y el modo en que se ha aligerado en inglés la propensión de la lengua a los sustantivos abstractos. El material extra, sin embargo, no es sólo para eruditos, y todos los lectores se beneficiarán de los comentarios sobre el texto y de la introducción de Paul North como editor. North hace la observación vital de que el motivo de Marx para descubrir cómo funciona el régimen del capital era la ira, una ira objetiva: «Un estado del alma continuo con el estado del mundo».
“Capital» Volume 1, de Karl Marx, traducido por Paul Reitter, ha sido publicado por Princeton University Press.
(Traducido por Monica del Pilar Uribe Marin) – Fotos: Pixabay