El pasado 29 de octubre se desencadenó una fuerte y larga tempestad en el este de España con efectos de tragedia griega. El gobierno regional, con plenos poderes para actuar, pero conservador y negacionista, no respondió ante las numerosas alarmas metereológicas, ni activó los necesarios recursos de salvamento.
Miguel Angel Ferrís Gil
Como resultado se produjo la mayor catástrofe natural del país en todo el último siglo, con casi 300 vidas segadas a quienes no dio tiempo de ponerse a resguardo.
Decenas de miles de jóvenes cruzaron los puentes de la ciudad para auxiliar a la población abandonada por los responsables institucionales. “Sólo el pueblo salva al pueblo” ha sido el grito nacido al calor de la gente solidaria y que ha recorrido las zonas devastadas. Una marea humana en la capital valenciana de centenares de miles de gargantas henchidas de indignación y dolor exigió responsabilidades políticas y penales a los dirigentes del gobierno local…. Dirigentes que pertenecen al conservador Partido Popular (PP), considerado como el más corrupto y despilfarrador de fondos públicos de la Unión Europea y que, tras ocho años de gobiernos progresistas plurales, retornó hace un año al poder regional y local. Lo hizo en un momento en que el pensamiento reaccionario se extiende en diferentes partes del mundo.
Durante unos días Valencia ha sido el reflejo de lo peor y lo mejor de los pueblos.
Por un lado, ha sido el reflejo de una sociedad capturada por los cantos de sirena del negacionismo climático y por el negocio sin límites (y sin sanciones) del crecimiento urbanístico y especulativo desordenado. De una sociedad apresada por la falta de sensibilidad social y las mentiras sistemáticas de quienes detentan el poder económico y que manejan a su antojo el poder político, o por la desesperación -en momentos de alarma- de una ciudadanía cuyos servicios públicos son desmantelados en aras de la reducción del déficit presupuestario.
Por otro, Valencia ha mostrado un rostro de gran solidaridad: la ciudadanía, en especial amplios sectores de la juventud, abandonaron su rol de espectadores pasivos y, armados de escobas, cubos, palas y carros cargados de agua y alimentos, se lanzaron al urgente rescate cruzando puentes y pasarelas del sur de la ciudad sin pensar en la inabarcable y agotadora tarea.
En muchas ocasiones el pueblo español ha exhibido una gran y requerida generosidad o una gran resiliencia ante las numerosas desgracias de su historia. En esta ocasión la respuesta ha sido un verdadero ‘bautismo de fuego’ para las nuevas generaciones que contemplaban un futuro abocado al colapso climático y a la disminución de sus expectativas vitales de bienestar y seguridad.
También la respuesta internacional y de otras regiones de España ha sido muy destacable, con numerosos equipos enviados para emergencias, búsqueda y rescate de supervivientes, pese a la dilación en su llegada por la negativa inicial de las autoridades, que no querían reconocer la magnitud de la tragedia y su nefasto papel en la gestión de la misma.
El azar quiso que este episodio, producto sin duda del aumento de temperatura del mar Mediterráneo por el efecto de los combustibles fósiles emitidos a la atmósfera, se produjera en la antesala de la COP29 celebrada en Azerbaiyán. Allí se deben revisar y confirmar los compromisos ya adoptados sobre financiación para disminuir las consecuencias del calentamiento global.
El presidente de España, acosado por la derecha radical de su país pues le acusa, sin pruebas, de inacción, recordaba allí mismo que “el cambio climático, mata”, ejemplificando su afirmación con lo ocurrido en Valencia. Sin embargo, una Cumbre mundial presidida por segundo año consecutivo por el dirigente de un petro-Estado, carece de la autoridad moral para garantizar el cumplimiento de los posibles acuerdos firmados.
Los socios del gobierno progresista de coalición español también exigen una mayor implicación de los gobiernos autonómicos y central de su país, en un momento en el que, contradictoriamente, el presidente Sánchez ha anunciado la suspensión del impuesto a las enriquecidas compañías energéticas.
La Transición Ecológica necesita recursos, pero no a costa de profundizar la brecha de la desigualdad social.
España cuenta con uno de los pocos gobiernos progresistas de la Unión Europea y, junto a los mayores datos de crecimiento económico del área, que alcanzan un 2’9% para este año, es necesario que lidere el cumplimiento de las resoluciones tomadas ante la dimensión de la crisis ecológica global.
En Valencia han sonado todas las alarmas y la esperanza es que el martirio de sus víctimas no sea en vano y haga caer por primera vez a los gobiernos que, anteponiendo intereses económicos a corto plazo, han negado la evidencia climática poniendo en riesgo a sus propios ciudadanos. Las calles han exigido responsabilidades. Las urnas, y esperemos también los juzgados, deben aplicar sanciones y evitar escenarios parecidos en un futuro, que cada vez es más presente.
(Fotos: Pixabay)