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Inmigrante colombiana, hoy bastión de minorías étnicas

Karina Cruz dejó atrás todo lo que conocía en Colombia cuando llegó a Londres con once años en los noventa. Era tímida, tenía miedo de hablar inglés y sufría acoso escolar. Ahora es una líder comunitaria y una voz respetada en el Consejo de Lambeth. Pero no ha sido fácil y la lucha está lejos de haber terminado.

 

Karina Cruz

Zac Liew

 

Los años 90 fueron traumáticos para muchos colombianos, pero los niños nacidos allí que huyeron a otros países con sus padres vivieron un nuevo tipo de trauma. Esto fue especialmente cierto para los niños que acababan de empezar la escuela secundaria, como Karina.

Podría decirse que el séptimo curso es un buen momento para hacer nuevos amigos. La realidad para muchos solicitantes de asilo de esta edad que no hablan el idioma es que tienen que sentarse a observar cómo los demás hacen amigos y ellos pasan a un segundo plano.

«Yo no sabía ni una palabra de inglés. Me pusieron en la escuela de mi barrio, donde había una gran comunidad turca; los niños hablaban turco e inglés y durante un tiempo no supe cuál era cuál», cuenta Karina.

Ir a un colegio deprimido de Tottenham lo hizo aún más difícil. «Vi a niños con pistolas. En aquel momento me dije que eran juguetes, pero pensándolo ahora no creo que lo fueran».

Karina volvería a mudarse sólo seis meses después, esta vez al otro lado del río, al sur de Londres. Fue a un colegio católico donde conoció a otros niños latinoamericanos en su misma situación y, aunque esto fue una fuente de consuelo, encontró menos motivos para integrarse plenamente en la cultura británica.

«No aprendí bien inglés porque siempre estaba con los niños latinos. Los profesores nos dejaban a nuestra suerte, nos sentábamos al fondo de la clase y nos limitábamos a charlar. Realmente no aprendimos nada, y salí del colegio con un puñado de GCSEs», dice.

Uno de los profesores avergonzaba a Karina y a su grupo de amigos leyendo sus nombres completos en español delante de la clase cuando llamaban al registro, lo que provocaba las risas de los demás niños.

En algún momento, las cosas empezaron a cambiar. Después de la escuela, Karina obtuvo un título en asistencia sanitaria y social y se apasionó por ayudar a los necesitados. Conoció a gente que la inspiró.

«Había muchas mujeres africanas mayores en mi clase social y de salud y, como era tan joven, me cuidaban. Fue muy agradable», dice.

No fue hasta que fue a la universidad Anglia Ruskin de Cambridge a estudiar sociología y estudios hispánicos cuando realmente llegó a conocer a los ingleses y su cultura. Pero incluso entonces, los sentimientos de no pertenencia volvieron con fuerza.

«Recuerdo a mi madre trayendo queso colombiano a Cambridge y a mis compañeros de piso ingleses quejándose del olor», cuenta.

«Nunca había conocido a ingleses. Era raro estar en mi residencia con tanta gente inglesa. Y el inglés seguía siendo difícil, así que entender bromas y cosas así era complicado».

No es de extrañar que Karina se relacionara mejor con otras minorías étnicas. Después de la universidad, ascendió trabajando en un locutorio y ahora es gestora de un programa en el Ayuntamiento de Lambeth, en colaboración con Unicef, para asegurarse de que se respetan los derechos de los niños. El programa se llama Child Friendly Lambeth.

Actualmente, Karina es un punto de referencia para los inmigrantes latinoamericanos en Londres y trabaja para ayudar a inmigrantes y minorías étnicas a asimilarse en la sociedad británica, basándose en su propia experiencia.

Karina intenta hacer un esfuerzo adicional con los latinoamericanos porque sabe que la siguiente persona a la que acuden en busca de apoyo puede no ser capaz de ayudarles adecuadamente. Explica que la barrera del idioma es un gran problema y que muchos latinoamericanos acuden a ella para pedir consejo sobre abogados de inmigración.

También ha desarrollado las habilidades y conocimientos necesarios para asesorar a grupos vulnerables, incluidas minorías étnicas, en dirferentes problemas cotidianos; «Si alguien tiene un problema de vivienda, de escolarización, puedo ayudarle. La gente viene y me pregunta cuáles son las mejores escuelas si sus hijos tienen necesidades educativas especiales. Aunque no sea Lambeth, la gente se pone en contacto conmigo porque sabe que, aunque no pueda ayudar, conoceré a alguien que sí».

Aunque Karina se ha abierto camino en el escalafón, es consciente de las barreras que existen para alguien como ella.

Hace seis años, el personal del ayuntamiento que formaba parte de Lambeth Black workers escribió una carta a los concejales de Lambeth en la que afirmaba sentir «desesperación, humillación, decepciones, rechazo y pérdida de la unidad del personal» como consecuencia del racismo en el trabajo.

Karina afirma que la situación ha avanzado desde entonces, con la puesta en marcha de planes de apoyo a las minorías étnicas en sus candidaturas a puestos dentro del ayuntamiento.

Pero los avances son lentos, dice.

(Traducido por Camila Marquez)Fotos suministradas a The Prisma por la entrevistada y autorizadas para su publicación

 

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