Los emigrantes se desplazan, dejando atrás su hábitat familiar y enfrentándose a la tarea de encontrar uno nuevo. Para los emigrantes, un nuevo hogar puede ser un lugar de seguridad precaria, un hábitat cargado de inseguridad. Esto es lo que Alberto Gandolfo plasma fotográficamente en «Hábitat».
Sean Sheehan
Entre 1900 y 1930, más de 15 millones de italianos abandonaron su país para buscar una vida mejor en el extranjero. Muchos se fueron a Estados Unidos, contribuyendo a que la inmensa mayoría de los estadounidenses sean descendientes de emigrantes. Esto no impide que muchos estadounidenses, independientemente de su color de piel o etnia, sean intolerantes con los inmigrantes. Tampoco impide que muchos italianos se sientan hostiles hacia las personas del norte y del África subsahariana que llegan a su tierra por el mismo tipo de razones que en su día llevaron a miembros de sus familias a Estados Unidos y a otros lugares.
Como dice Cecilia Farrara en «Hábitat», de Alberto Gandolfo, la inmigración se ha convertido en una herramienta de propaganda de los partidos políticos. Se refiere a Italia, pero lo mismo podría decirse del Reino Unido y Estados Unidos: «la narrativa del inmigrante malo ha llegado a dominar, mientras que los trabajadores extranjeros han entrado en masa en el mercado laboral de los pobres y poco cualificados que sostiene la mitad de la economía italiana».
Una ayuda internacional sustancial a los países sumidos en la pobreza reduciría el número de inmigrantes, pero esto no ocurre a nivel gubernamental. En Italia, son los 5 millones de trabajadores extranjeros los que ayudan enviando 8.000 millones de euros cada año a las familias que han dejado atrás. No vienen a Italia para admirar su patrimonio clásico.
Las fotografías de Gandolfo son algo más que pruebas documentales de las privaciones materiales de los inmigrantes, que luchan por vivir y ahorrar dinero para enviar a casa. Sus imágenes expresan dignidad y amor propio, pero también una nueva forma de esclavitud en el corazón de la culta Europa. Es lo que permite que las verduras lleguen a las estanterías de los supermercados sin costar lo que deberían si todos los que ayudan a producirlas recibieran los salarios que merecen.
La mayoría de los inmigrantes tienen permiso de residencia o documentación relativa a solicitudes de asilo, y Gandolfo visita sus chabolas en el campo. Se construyen en las afueras de las ciudades italianas y sus habitantes sobreviven encontrando trabajo en la época de la cosecha, cuando las grandes explotaciones agrícolas quieren mano de obra barata.
Aguantan y sacan lo mejor de sus circunstancias con paciencia, construyendo sus casas con los materiales que menos cuestan -láminas de plástico y madera- y reconstruyéndolas cuando las desmantelan las autoridades locales.
Se calcula que en Italia hay más de 400.000 trabajadores agrícolas -el 80% extranjeros- que cobran entre 20 y 30 euros por doce horas de trabajo.
Nacido en Sicilia en 1983, Gandolfo pasó dos años viajando y conociendo a inmigrantes en el sur de Italia, y «Hábitat» es su segundo libro.
«Hábitat», de Alberto Gandolfo, es publicado por Kehrer.
(Traducido por Monica del Pilar Uribe Marín) – Fotos facilitadas por la editorial)