Dedicado hoy a impartir clases de inglés, lleva más de la mitad de sus 61 años viviendo en el Reino Unido. De traductor a barman, pasando por mensajero y limpiador, habla de su zigzagueante vida. (Memorias de The Prisma.)
Marcos Ortiz F.
El día en que Jaime Flórez llegó de su natal Colombia a estudiar inglés a Londres jamás imaginó lo que se venía por delante.
Era septiembre de 1984 y con 28 años de edad dejaba atrás Medellín y algunos estudios de Ingeniería. “Yo creía que hablaba un poquito de inglés, pero llegué y me di cuenta que no”, relata 32 años y medio más tarde.
“Vine queriendo estudiar inglés, no vine buscando trabajo, aunque sabía que iba a tener que trabajar para sostener los estudios. Quería venir a conocer Europa y el país más viable para mí era Inglaterra”, agrega.
Su plan inicial de 3 meses en el país se amplió 3 más. «Luego me di cuenta de que necesitaba 6 meses más en el Reino Unido y antes de darme cuenta ya llevaba un año en el país. Estaba entusiasmado porque estaba aprendiendo más inglés, así que me quedé un año más».
Afortunadamente, la facilidad con la que aprendió este nuevo idioma no se vio afectada por las dificultades que experimentó durante sus dos primeros trabajos.
“Al principio trabajé en limpieza por un mes y medio y luego en la cocina en un restaurante por otro mes y medio. No me fue muy bien, porque no era muy bueno, no tenía mucho éxito. Trabajaba muy duro, pero no les gustaba y de ambos me echaron”, recuerda hoy.
Mejor suerte corrió de barman en un pub, donde alcanzó a desempeñarse por 6 meses.
Más adelante vendrían 5 años como mensajero en moto, entregando y recogiendo paquetes y cartas. “Ahí ya me fue excelente. Me encantaba el trabajo, estuve muy feliz conociendo el país y Londres. Y me pagaban. Era independiente, trabajaba seis u ocho meses al año y luego me iba a viajar o estudiar”. Tras perderle el gusto a los continuos recorridos sobre dos ruedas, Jaime se inclinó por la traducción y las clases de español y durante años le enseñó a adultos de todas las nacionalidades el idioma de Cervantes.
En Londres, Jaime ya había estudiado ingeniería en sonido, pero en un nuevo vuelco ahora decidió ingresar a Spanish and Latin American Studies.
Fue tras esta nueva aventura que durante cinco años asistió todas las semanas a la hoy extinta cárcel de mujeres de Holloway, donde se desempeñó como profesor de cultura latinoamericana.
Pero su vida daría otro giro. “Después de hacer traducción y tras haber enseñado español por mucho tiempo hice un curso de profesor de inglés y empecé a trabajar como profesor de inglés en muchos colegios. Le enseñaba a asiáticos, africanos, rusos, checos, toda clase de gente”, dice. Jaime repasa su vida sentado tras un computador en su propia academia de inglés que inauguró en el verano de 2016. Hasta allí, bajo los arcos que sostienen la línea del tren en Elephant & Castle, todos los días llegan unos 40 alumnos provenientes de Colombia, México, Argentina, Ecuador, Bolivia, República Dominicana, Cuba, Somalía, España e Italia.
Todos ellos llegan con la misma ilusión con la que llegó él ese verano de 1984. El profesor Flórez se siente en casa. Aun así, no olvida sus raíces. “Vuelvo a Colombia cada cinco años, no tan seguido”, explica.
Y agrega: “Cuando voy es un placer. Hay mucho progreso, mucha pujanza, mucha iniciativa, muchos deseos de vivir, pero sigue siendo difícil porque uno ya está acostumbrado y adaptado aquí”.
“Echo de menos el país completo. A nivel emocional, los amigos y la familia; pero también los lugares, los colores, los olores, la geografía. Uno sigue perteneciendo”.
Jaime Flórez, hoy de 61 años, concluye: “Todos los días me imagino volviendo, pero nunca ocurre. Y puede que no ocurra nunca”. (Memorias de The Prisma)
(Fotos: Pixabay)