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Pilar Navarrete: Crónica de una desaparición forzada (I)

En noviembre de 1985, el Palacio de Justicia de Colombia ardió en llamas. El entonces grupo guerrillero M-19 se había tomado sus instalaciones y, tras un pulso con el gobierno y las fuerzas militares, se desató la tragedia. El saldo, cerca de 100 muertos, varios torturados y desaparecidos. Once trabajadores de la cafetería nunca imaginaron que iba a ser la última vez que viesen a sus familias. Hoy la verdad sigue oculta.

 

Hector Jaime Beltrán Fuentes

Virginia Moreno Molina

 

Pilar Navarrete es la esposa de Hector Jaime Beltrán Fuentes, uno de los desaparecidos en la toma y retoma del Palacio de Justicia el 6 y 7 de noviembre de 1985.

‘Jimmi’, como solían llamarle, tenía 28 años cuando desapareció.

Trabajaba como mesero en la cafetería del Palacio de Justicia, y los dos eran padres de cuatro hijas de 5, 3 años y medio, 2 años y medio y otra de 7 meses.

Han pasado ya 35 años desde entonces, pero Pilar recuerda cada detalle.

Para ella todo empezó un mes antes. “Solía reunirme con mi esposo en la cafetería e íbamos a comprar algo de comer a nuestras hijas para luego devolvernos juntos”, cuenta.

Pero varios integrantes de la agrupación guerrillera Movimiento 19 de abril (M-19), que se desmovilizó en 1990, fueron detenidos con los planos del palacio. Así que su marido le aconsejó ue no fuera para allá, pues la seguridad se había reforzado y se temía que hubiese una toma del lugar.

Además, el viernes 3 de noviembre, en el Palacio de Justicia se retiró la guardia, lo que hizo que el M19 pudiera entrar.

Pilar cuenta que horas antes de los sucesos, su esposo le pidió una foto de sus hijas para mostrársela al día siguiente a una congresista que iba a ayudarlos a conseguir apartamento.

Pilar Navarrete

“Él siempre perdía las fotos y en broma le hice hacer un juramento, con una mano en el pecho y otra levantada, que si perdía la foto no regresara, para que se lo tomase en serio y la trajese de vuelta”, cuenta.

Pero al día siguiente se dio la toma y retoma del Palacio de Justicia y él no regresó.

27 horas de angustia

“Muchas personas dicen, y está comprobado, que se sabía que iba a pasar”, dice. Según ella, el M-19 quería presionar al Estado colombiano para exigir que se retomaran los diálogos de paz y se cumplieran una lista de peticiones que llevaban en un pliego.

Ese 6 de noviembre, Jimmi fue al trabajo desde su casa en Soacha, a una hora de distancia.

Pilar iba a llamarle a las 11: 30 am. para contarle sobre la matrícula del colegio de su segunda hija. “Tenía que ser a esa hora porque después empezaba el trabajo duro y no me podía atender”.

Su marido tenía un dedo fracturado, pero se había comprometido a trabajar para poder matricular a su hija y poder tomarse un descanso.

“Le llamé sobre las 11: 20 am. y el teléfono sonaba ocupado. A los 15 minutos volví a intentarlo, sin resultados”, recuerda.

Desistió y comenzó a alistar a su hija mayor para llevarla al colegio. Pero sobre el medio día, una vecina le dijo que pusiera la radio o la televisión porque el M-19 se había tomado el Palacio de Justicia y la respuesta del ejército no se había hecho esperar.

“Sabíamos que el ejército tenía sus tanques de guerra guardados a una hora de distancia, pero había respondido en apenas 15 minutos con los tanques disparando”, explica.

La situación se mantuvo por 27 horas, en las cuales los suegros de Pilar y ella se juntaron para escuchar la radio y contactar a personas cercanas para tener noticias.

“Noemí Sanin, la ministra de comunicaciones de entonces, no retransmitió lo que estaba sucediendo, sino que puso un partido de fútbol”, cuenta.

Como el hermano de su marido, Mario Beltrán, era escolta del Departamento Administrativo de Seguridad y cuidaba a un diplomático, se acercó al Palacio de Justicia para ver lo que sucedía, de forma que podía informarle a Pilar y sus familiares de lo que ocurría y les aseguraba que la cafetería no estaba incendiada.

Transcurridas las 27 horas, Mario llamó a Pilar y le dijo: “Vengan, porque mi hermano ha tenido que salir con vida: encontré su documento de identidad y su chaqueta a la entrada de la cafetería y aquí está todo en perfecto estado”.

Para cuando llegaron ya habían empezado a sacar cadáveres incinerados. Primero fueron a Medicina Legal, pero no les dejaron entrar hasta el día siguiente cuando había más cadáveres.

“Todos los restos y cadáveres fueron lavados por los bomberos por orden del ejército y la policía” cuenta Pilar.

Hubo 99 muertos aproximadamente y 11 desaparecidos. En ese momento empezaron los interminables intentos de identificación y los años de espera.

La búsqueda

Durante una semana estuvieron visitando el Instituto de Medicina Legal todos los días, intentando identificar a través de dentaduras, ropa o cualquier cosa que había, sin resultados.

También recibieron una llamada donde le decían que su esposo estaba retenido, sin embargo, no lograron averiguar nada.

Enseguida comenzaron las visitas a hospitales y a lugares que pensaban que podía estar.

Transcurridos los días las caras de los familiares de los desaparecidos comenzaron a repetirse en las estaciones militares, en los hospitales y en la puerta del Instituto de Medicina Legal.

Es ahí cuando se dieron cuenta que todos los desaparecidos eran empleados de la cafetería y algunas familias también habían recibido una llamada donde les decían que su pariente estaba con vida. “Por filtraciones, nos enteramos que casi todos los desaparecidos que habían salido con vida habían sido llevados a hacer declaración en la casa del florero, al lado del Palacio de Justicia”.

Este lugar ha sido siempre un museo. Pilar cuenta que allí llevaron a los supervivientes para interrogarlos y verificar si tenían que ver o no con la guerrilla y si eran sospechosos.

(Próxima semana: Carrera contra el tiempo)

(Fotos suministradas (y autorizadas para su publicación) por Pilar Navarrete).

 

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