Derechos Humanos, Globo, Latinoamerica, Política

El vuelo de inocentes: abandonados por el Estado mexicano

Los niños sufren un hondo trauma cuando las familias son expulsadas de sus hogares por bandas armadas. Muchas se fueron cuando las pandillas comenzaron a reclutar a la fuerza a niños de 12 años. El trasfondo de la historia involucra varias luchas diferentes por un territorio y la fallida guerra contra las drogas.

 

Graham Douglas

 

The Prisma ha informado varias veces sobre la masacre de 43 estudiantes en Ayotzinapa en 2014, y Wilma Gómez Luengo es una cineasta mexicana que se sintió atraída por estos temas después de un enfrentamiento mortal entre estudiantes y policías en 2011.

Pero los niños son el foco de preocupación en su nueva película, “Children of the Exodus” (“Los niños del éxodo”). El trauma de ser expulsados de su hogar familiar por matones armados y convertirse en refugiados continuará marcándolos hasta la edad adulta.

Estudios han documentado los efectos en la vida posterior, que incluyen depresión, intentos de suicidio, violencia en las relaciones íntimas y trastorno de estrés postraumático. Y son los niños de las familias más pobres los que más sufren, especialmente cuando ven sus escuelas y otras instalaciones destruidas.
Este documental fue exhibido en el festival de cine Visions du Reel, en línea este año.

En esta conversación por correo electrónico con The Prisma, Gómez Luengo habla sobre el impacto personal de esta historia como alguien que experimentó el exilio cuando era niña, y describe los antecedentes menos conocidos de la violencia de las pandillas en México, que involucran la fallida guerra contra las drogas declarada por el presidente Calderón en 2007, y el cruce entre el narcotráfico y la prisa por el control de las concesiones mineras auríferas.

¿Qué la trajo a este tema?

Mi carrera profesional se desarrolló por más de 20 años en la industria cinematográfica, para finalmente convertirme en directora de fotografía. Vengo de una familia exiliada de Sudamérica. Cuando era niña, mi familia fue refugiada en México. Siempre fue de mi interés la defensa de los derechos humanos por ello, hace unos diez años, me integré a un colectivo de cineastas preocupados por dar voz a las víctimas de la violencia creciente en Mexico. Y posteriormente dirigí cortometrajes documentales para el colectivo. Las temáticas profundizaban en la grave crisis de derechos humanos que padeció México a partir del 2007, cuando el presidente Felipe Calderón le declaró la guerra al narcotráfico.

La película está enfocada en el estado de Guerrero, del cual los lectores han oído hablar por el Ayotzinapa 43 en 2014. ¿Por qué eligió trabajar allí?

Uno de los primeros documentales que realicé como directora fue en el 2011, en la capital del estado de Guerrero: los estudiantes de la escuela normal rural de Ayotzinapa, después de mucho tiempo de protestas ante la eminente desaparición de las normales rurales, resultado de la reforma educativa que, promovida por el gobierno, terminó en un trágico enfrentamiento. El saldo fue la muerte de uno de los estudiantes a causa de los disparos de la policía y la muerte de un trabajador de una gasolinera. El gobernador del estado y muchos medios de comunicación criminalizaron a los estudiantes por estos hechos, y también de la protesta social tanto de los estudiantes como de los maestros de educación básica.

Este suceso me llevó a poner atención en los hechos de violencia de protesta social.

Al mismo tiempo, la violencia de los enfrentamientos por el control del territorio en las montañas llevó a muchas comunidades a armarse y defender sus tierras; otras comunidades se vieron en la necesidad de abandonarlo todo para salvar sus vidas y así emprendieron el éxodo hacia otras partes de México, inclusive muchos huyeron hacia USA. Desde el 2011, Guerrero se convirtió en uno de los estados con el mayor número de comunidades desplazadas forzadamente por grupos de delincuencia organizada.

¿Es Guerrero una ruta importante del narcotráfico?

Sí, el estado desde hace décadas es una ruta de tráfico muy importante. En un principio fue zona de cultivo de marihuana y amapola, unas décadas atrás se sumó el tráfico de cocaína que provenía de Sudamérica. Ya en este siglo se añade el tráfico de precursores de drogas sintéticas provenientes de Asia. Existen dos importantes puertos: Acapulco y Lázaro Cárdenas, que hoy en día se identifican con la entrada de precursores químicos y drogas.

A principios de siglo el gobierno mexicano concesionó grandes territorios a la explotación minera, principalmente oro. Es por ello que los grupos de delincuencia organizada pelean por el control del territorio; no solo es ruta de tráfico de drogas, es el cultivo de ellas, es la explotación minera, es el control de las poblaciones lo que se pelea.

Su trabajo era peligroso, ¿cómo se comunicó con estas familias?

Tuvimos contacto con esta comunidad en el año 2014.

Las noticias de la región hablaban de la llegada a la capital del estado de un grupo de 250 habitantes desplazados por la violencia en la Tierra Caliente de Guerrero. Ellos buscaban la ayuda del gobierno. Nos dimos a la tarea de viajar a Chilpancingo, capital del estado, para localizar a esta comunidad. Nos pareció que la capital del estado, a pesar de la violencia que también vivía, sería un lugar más seguro para nuestro equipo de filmación. Siempre trabajamos de forma discreta, pedimos apoyo a periodistas de la región y al instituto mexicano de cinematografía, quien nos tramitaba permisos de filmación con las autoridades del estado.

En un principio fue difícil ganar la confianza de la comunidad, habían sufrido muchos años de violencia y terror en la sierra. Tuvimos acuerdos para resguardar su anonimato, que se transformaron en decisiones creativas.

Nuestro objetivo era contar su historia de desplazamiento forzado y violencia desde el punto de vista de los niños, también llevar al público a una reflexión sobre las consecuencias que la violencia ha tenido en su vida y sobre todo tendrá en el futuro de los niños y niñas. Trabajamos durante dos años con la comunidad y poco a poco fuimos ganando su confianza.

Algunos de los grupos de autodefensa se involucraron en el crimen ellos mismos. ¿Qué se puede hacer?

En la tierra Caliente y en otras zonas de Guerrero, muchas comunidades, ante la ausencia del Estado Mexicano, han decido armarse y defenderse ellos mismos.

Desde hace décadas gran parte de los campesinos han cultivado amapola y marihuana como una forma de obtener mayor bienestar para sus familias, y las autoridades participaban o permitían que sucediera, estaba normalizado el cultivo y tráfico de drogas en la región. La declaración de la guerra contra el narcotráfico en 2007 cambió la situación en la sierra: cuentan los campesinos que empezaron a entrar armas a la sierra e irrumpieron grupos contrarios a los que controlaban la zona y comenzaron a enfrentarse violentamente, ante la ceguera de los ciudadanos y las autoridades en el resto de México.

Poco a poco estos grupos contrarios extorsionaron y violentaron a las comunidades, comenzaron luego a obligarlos a trabajar para ellos y finalmente comenzaron a amenazar a las comunidades con el reclutamiento forzado. La comunidad de nuestro documental, ante la amenaza de que se llevarían a los niños mayores de 12 años, decidieron huir como lo han hecho muchas otras comunidades.

Todos los campesinos tienen armas autorizadas para la caza, pero ninguna de sus armas podría defenderlos de los armamentos de alto calibre que usan los grupos de la delincuencia organizada, y tampoco pueden enfrentarse numéricamente a ellos.

Hay verdaderos ejércitos en esas zonas peleando por el territorio.

Me comentaban que uno de los grupos delincuenciales ofreció darles armas de alto calibre para que lucharan contra el otro grupo y que se conformaran en un Grupo de Autodefensa. Ellos rechazaron la ayuda pues esto implicaba ciertos compromisos por las armas y que finalmente terminaba con que este nuevo grupo demandaría el control del territorio, así nos explicaban qué estaba sucediendo con muchas comunidades que habían aceptado estas ayudas en armas. Por eso, prefirieron dejarlo todo y salir de su tierra.

¿Planea otras películas sobre este tema?

No en este momento, es un tema muy interesante y queda mucho por decir. Mi documental se centró en la vida del refugio, creo que sería muy importante tocar los temas de la situación que han vivido las comunidades en la sierra ante los grupos de la delincuencia organizada. Muchos habitantes de la sierra que conocí han regresado a pesar de la violencia, esperando que estos grupos los dejen en paz. La situación de violencia no ha cambiado mucho en la sierra y esto impide que ellos quieran aportar sus testimonios para otros proyectos, además que la seguridad de ellos me parece lo más importante.

¿Qué puede lograr una película que las noticias no pueden?

El cine documental es un trabajo de meses e inclusive años, que te llevan a crear relaciones profundas y de confianza con tus protagonistas. El cine nos otorga a los realizadores un gran arsenal de herramientas narrativas que nos permiten comunicar el lado más humano de estas historias de la realidad, apelamos a las emociones para acercar a los protagonistas al espectador, creamos lazos entre ellos y así el espectador pasa a formar parte de la causa de los derechos humanos que estamos defendiendo. Queremos impactar y promover la acción del espectador en favor de las víctimas.

Mi objetivo era visibilizar la crisis humanitaria que viven las comunidades desplazadas por la violencia, sobre todo la experiencia traumática que viven los niños y las consecuencias que esta migración forzada traerá a sus vidas futuras.

(Fotos suministradas por la entrevistada y autorizadas para su publicación)

Share it / Compartir:

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*