Luis Almagro perdió la oportunidad de guardar silencio, cuando felicitó por su elección al virtual nuevo presidente de Bolivia, Luis Arce, lo que confirmó la complicidad de la OEA con el golpe de 2019.
“El pueblo de Bolivia se ha expresado en las urnas. Felicitamos a Luis Arce y David Choquehuanca deseando éxito en sus labores futuras. Estoy seguro que desde la democracia sabrán forjar un futuro brillante para su país. Un reconocimiento al pueblo boliviano”, escribió el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Twitter.
El mensaje tendría sentido si lo hubiera enviado al presidente Evo Morales, tras su victoria electoral de hace un año, pero entonces él y la misión de esa organización sembraron dudas e mentiras sobre el proceso electoral y alentaron un golpe de Estado.
Por eso lo mandó callar Evaliz, la hija de Evo Morales, al responderle: “Por la dignidad de mi pueblo: guárdese sus ‘felicitaciones’, Luis Almagro. Llegará el día cuando comparezca ante la justicia por sus intervenciones en Honduras, Venezuela, Bolivia”.
El socio de Trump y Bolsonaro también pudo callar por pudor cuando, unas semanas antes de las recientes elecciones, respondió a críticas de un grupo de parlamentarios norteamericanos al nefasto papel de la OEA en los comicios de 2019, y lo hizo reiterando con arrogancia sus infundios.
Y lo de infundios no es una opinión. Por ejemplo, la OEA mostró como una prueba de supuestas irregularidades en aquellos comicios, una lista de 13 mesas de votación de cinco departamentos (provincias) en las que la misión señaló que hubo un incremento excesivo de votos del MAS.
Los resultados oficiales de la votación del pasado domingo mostraron que en 11 de esas 13 mesas, la votación por el MAS fue mayor el año pasado y en las otras dos hubo pocos descensos.
Pero, volviendo a los mal administrados silencios de Almagro, nada dijo en el reciente proceso electoral, cuando el ministro de Gobierno (Interior) y hombre fuerte del régimen de facto, Arturo Murillo, amenazaba con usar las armas contra el MAS o mostraba las esposas con las que amenazaba apresar a los observadores electorales si no eran de su agrado.
Más fuerte aún fue su silencio cuando la gobernante de facto, Jeanine Áñez, y su brazo derecho, Murillo, hacían indisimulados pedidos de votar por la carta de la derecha, Carlos Mesa, y llamaban a impedir el retorno del MAS al gobierno, violando así la legalidad que prohibe al Ejecutivo intervenir en el proceso electoral.
Almagro tampoco levantó la voz cuando Murillo retuvo a una delegación oficial de parlamentarios argentinos invitados como observadores y mandó expulsar a uno de ellos, y si no lo logró, fue por el reclamo del Tribunal Supremo Electoral.
Y miró para el otro lado cuando Murillo sacó tropas con fusiles de asalto y blindados que dispararon contra manifestantes antigolpistas en la masacre de Senkata, en la ciudad de El Alto, de lo que se ufanó sin pudor, como mostró un video difundido en redes de Internet.
Tal vez interrumpa su silencio y pida calma a los grupos de choque (protagonistas de las acciones violentas que desestabilizaron al país y abrieron paso al golpe contra Evo Morales) y su llamados de volver a la violencia contra el triunfo del MAS.
Si lo hace, será porque no tiene más remedio, pero con un personaje como Almagro nunca se sabe. (PL)