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Afrontar la vida y la muerte: los wésterns de Budd Boetticher

De niño, la madre de Budd Boetticher (pronunciado “betiker”) le aseguró que lo iba a llevar al circo, pero en lugar de eso lo llevó al dentista.

 

Sean Sheehan

 

Al llegar allí, preguntó: “¿Dónde están los elefantes?” – la pregunta se convirtió en el título de su segunda autobiografía, no publicada- y, escribió, nunca volvió a confiar en su madre.

La confianza no figura en gran medida en los wésterns que Boetticher dirigió a mediados y finales de los años 50, pero hay mucha decepción.

El personaje principal siempre es interpretado por Randolph Scott y el escritor Burt Kennedy está involucrado en todas ellas, dando a las películas una notable consistencia estética y filosófica. Las películas más notables son: “Cabalgar en solitario”, “Estación Comanche”, “Los cautivos”, “Tras la pista de los asesinos”, “Día de justicia” y “Buchanan cabalga de nuevo”.

Como todo buen wéstern, el paisaje define la metafísica y nunca es arbitrario. En una película de Boetticher, siempre es sombrío, quemado por el sol, austero, inhóspito.

Todo se reduce a las características viscerales y áridas de la existencia y a poner a prueba los principios éticos. Un mundo predominantemente masculino, por supuesto, pero donde la masculinidad no es tóxica.

El exterior poco emocional y el estoicismo brusco de Randolph Scott se convierten en una estrategia para afrontar un ambiente exigente que es en parte natural pero amplificado por los animales humanos amorales que merodean por allí.

Las películas se adaptan a nuestros tiempos de pandemia. Las reglas de contingencia existen; cosas no deseadas y sin sentido suceden.

El Covid-19 tiene tan poco sentido como el patógeno en los tubérculos de las patatas silvestres, que creció en México, viajó a Irlanda y causó que los cultivos de patatas fracasaran repetidamente.

El significado surge en la respuesta a un extremo.

El millón de vidas que se perdieron en la hambruna irlandesa es en parte atribuible a la reacción de los británicos de la época, del mismo modo que el hecho de que el Reino Unido tenga lo que es, proporcionalmente, uno de los índices de mortalidad más altos por Covid-19 en el mundo, es atribuible  a la manera en que el gobierno ha tratado la situación.

Los personajes de Randolph Scott que presentan los wésterns de Boetticher tienen que hacer frente a las situaciones terribles a las que son arrojados.

Como los jugadores de un juego de póquer, tienen que mantener sus cartas cerca del pecho y traicionar lo menos posible.

El espectador mira la elegancia del movimiento en el personaje que Scott interpreta y encuentra allí la humanidad que mantiene oculta. Como exige el género wéstern, las palabras no cuentan para mucho, el lenguaje corporal sí. Lo que importa es lo que haces y cómo actúas cuando una situación requiere que se tomen decisiones.

En “Tras la pista de los asesinos” (la favorita de Boetticher), un joven Lee Marvin interpreta a Masters, uno de los siete bandidos que roban una nómina de Wells Fargo, matando a la empleada del turno.

El expolicía Ben Stride (Randolph Scott) sigue su pista, con la intención de enterrarlos.

Hay un sentido emotivo de que en otro universo Masters y Stride podrían haber sido camaradas; un sentimiento similar surge en “Los cautivos”. Lamentablemente, ambos son víctimas de circunstancias que dictan lo contrario.

“The films of Budd Boetticher” es una lectura gratificante, que documenta y describe sus películas de gángsters y guerra, thrillers de cine negro y los seis wésterns incomparables.

“The films of Budd Boetticher”, de Robert Nott, publicado por McFarland.

(Traducido por Iris María Gabás Blanco – irisbg7@gmail.com)– Photos: Pixabay

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