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Sintiendo la ciudad

Los valores tecnocráticos y directivos de la planificación urbana del siglo XX dejaron a un lado la escala y el valor humanos.

 

Steve Latham

 

Pero, al contrario, por ejemplo, de los esquemas de Robert Moses sobre Nueva York, surgió Jane Jacobs, quien reafirmó el papel de lo local, la pequeña escala, lo humano, en el contexto de la vida urbana.

No obstante, es discutible si tenía éxito en influir las políticas a largo plazo, pues sus escritos posteriores se volvieron más pesimistas y apocalípticos.

La planificación urbana ha pasado por varias fases: la construcción de las grandes viviendas durante la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, seguida del boom de la regeneración urbana de finales de siglo.

La gentrificación y financialización de esta fase ha dejado de lado, una vez más, a los planes de vivienda social de los gobiernos locales, que ahora dependen de la inversión privada.

Pero la preocupación por la ‘naturaleza interna’ todavía está perdida; es decir, el significado que la ‘naturaleza urbana’ tiene para los habitantes, especialmente los menos poderosos.

Este significado cambia con el tiempo. Por ejemplo, las protestas para conservar las ruinas romanas ante el desarrollo de las oficinas se han convertido en rutina.

Ahora, sin embargo, los nuevos grupos de interés urbano se están haciendo notar. Las discotecas gays, amenazadas por los proyectos de regeneración, se citan como hitos culturales significativos.

Así, la erótica sexual se conserva, junto con las antiguas reliquias, frente a la depredación de la economía de mercado y los precios de la tierra. Aquí, ‘sentir’ triunfa (sic) ante las finanzas.

Una pregunta muy común, cuando alguien piensa que les entiendes, es: ‘¿Me siente?’ ¿Sentimos la ciudad?

Los científicos sociales franceses intentaron comprender la mentalité interna de las personas, así como de los acontecimientos externos. ¿Podemos hacerlo de toda una ciudad?

Más allá de las congeries de los individuos, presentes dentro de una ciudad, ¿hay una esencia, de la ciudad, de esta ciudad?

Considere el término japonés, Wabi Sabi: una palabra espectro, que abarca la tristeza, la soledad y la belleza.

Una persona que vaga en un valle del país podría exclamar: ‘wabi sabi’. ¿Se refiere a sí mismo, a sus sentimientos? ¿Al mismo valle, como si sintiera algo? ¿O una inefable calidad: ‘wabi sabi’? La respuesta es: los tres.

Es un ejemplo de lo que Bart Kosko denomina ‘pensamiento borroso’: una alusiva, sugerente combinación de muchas ideas en una imprevisión global.

Pues no toda la intelección se sirve de la precisión. Como Nicolás de Cusa opinaba: la ‘coincidencia de los opuestos’ comunica la paradoja de la verdad.

El libro de Olivia Laing, “La ciudad solitaria”, insinúa algo similar. ¿Es la ciudad la que es ‘solitaria’? Apenas: una ciudad no tiene sentimientos.

¿Es ella misma? Quizás, aunque parece estar sugiriendo algo más. ¿Es la calidad metafísica de la ‘soledad’, que invade la ciudad como una forma de vida, una forma de vivir?

Las pinturas de Edward Hopper, especialmente ‘Nighthawks’, también evocan ese sentimiento. ‘Conseguir sentir’ una ciudad depende de la intuición artística, o del concepto de Max Weber, verstehen.

Sin embargo, ¿no podría ser esto una proyección de nuestras propias emociones subjetivas en el tejido urbano objetivo?

Quizás, pero esta atribución de sentimiento, a lo individual y lo colectivo, puede expresar también nuestra existencia como especie, como una unidad socio-somática.

Franco Berardi, por ejemplo, comenta la epidemia de la depresión en la sociedad occidental, sugiriendo que la propia sociedad puede estar deprimida.

Que este enfoque parece ‘irracional’ podría indicar que nuestro concepto de ‘racional’ sea demasiado limitado.

(Traducido por Iris María Blanco Gabás – Email: irisbg7@gmail.com) – Fotos: Pixabay

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