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Inmigrantes en tiempos de Covid: cerca de la muerte

Un asistente jurídico jubilado contrajo coronavirus durante la primera ola, forzándolo a permanecer en cama durante tres semanas y a enfrentarse al mayor reto de salud de toda su vida.

 

Nathan Raia

 

Hernán Gutiérrez nació y creció en Colombia, pero en 1989, como consecuencia de la violencia, se vio forzado a salir del país, como les ocurrió a otros cuatro o cinco millones de personas.

Desde entonces, Hernán ha vivido exiliado en Londres.

Cuando llegó a Reino Unido por primera vez entró en el país como un hombre exiliado y no solicitó asilo. Está orgulloso de decir que siempre ha sido un inmigrante documentado y que nunca ha vivido en el país sin tener papeles para residir en este país.

Los retos al principio fueron muchos. Su conocimiento del inglés era limitado y el primer trabajo que pudo conseguir fue en una cocina lavando platos. Al cabo de un mes lo dejó, pero consiguió el trabajo en el que permanecería los próximos doce años: limpiador de ventanas de oficinas.

Hernán Gutiérrez

Después de diez años, cuando estaba en la treintena, fue capaz de entender completamente el inglés y decidió reanudar su educación.

Consiguió un cupo para un año de formación en la Universidad de Londres.

Tras de completar con éxito el año se le permitió progresar con sus estudios y cinco años después Hernán consiguió graduarse en la facultad de derecho.

Entonces, a finales del pasado mes de marzo, comenzó a sentirse mal y experimentaba algunos problemas respiratorios.

Hernán es una persona muy saludable que visita el gimnasio con mucha frecuencia, de hecho, su primera impresión fue que sus dificultades respiratorias eran consecuencia de la fatiga del entrenamiento. Pero no fue así. En los tres o cuatro días siguientes, su estado empezó a empeorar. La respiración era cada vez más difícil, experimentaba pérdida de oxígeno y cuando estuvo al borde del colapso su hijo lo llevó al hospital.

Cuando llegó al hospital de Middlesex los doctores tuvieron problemas para encontrarle una cama puesto que no estaban preparados para tratar pacientes con Covid. Allí le dieron oxígeno y otros tratamientos intravenosos, pero en menos de dos horas había otras doce personas en su habitación con los mismos síntomas.

Al ver a tantas personas a su alrededor con síntomas tan severos pensó: “No, no quiero quedarme aquí”.

Así que le rogó a los doctores que lo dejen marcharse a casa para recuperarse.

Al día siguiente estaba en su cama, en su casa durante las próximas tres semanas.

Pero lo peor aún estaba por llegar. A pesar de tomar su medicación a diario, su condición se precipitaba.

Sus niveles de oxígeno estaban extremadamente bajos, durante cuatro días seguidos no pudo comer nada, para beber su hijo tuvo que ponerle un paño húmedo en los labios ya que “perdí mi capacidad para beber”.

Además, se enfrentó a cuatro o cinco crisis respiratorias que lo llevaron al borde del colapso. Cada vez que esto ocurría, su hijo y su nuera, las dos únicas personas que cuidaban de Hernán, quienes también se contagiaron con el virus pero de forma más leve, llamaron a la ambulancia, pero nunca llegó.

Hernán, antes de enfermarse de Covid, solo ha estado gravemente enfermo dos veces en su vida.

Una vez tuvo un accidente con su moto y pasó cinco días en coma, mientras que la otra vez se enfrentó al cáncer y, a pesar de eso, nunca se sintió tan cerca de la muerte como con el Covid.

“Estaba seguro de que iba a morir porque no podía caminar o decir una sola palabra. Podía mirar a mi hijo y a su esposa y verlos muy de lejos”, dice.

Hernán piensa que lo que lo ayudó a superar la enfermedad es el hecho de que no cree en ninguna religión, solo cree en su propia fuerza. Se dijo a sí mismo: “No puedes morir por algo tan estúpido”. Dice que tuvo que ser fuerte: “Siempre he tenido un estilo de vida saludable, ¿por qué debería morir ahora? Así que empecé a luchar”.

(Traducido por Claudia Lillo – Email: lillo@usal.es) – Fotos: Pixabay

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