Violadas en el campo, entre los matorrales o en sus propias casas. Muchas quedando embarazadas de los soldados. El conflicto armado ha permitido los abusos sistemáticos a casi 5.000 mujeres rurales en Perú. Pero perdieron el miedo de revivir y contar sus doloras vivencias.
Una noche de 1984 un soldado armado tocó a la puerta de Magda y se la llevó a la base militar del pueblo de Manta.
Por el camino, la empujó, la tiró al piso y la violó. Cuando terminó le pidió que fuese su “enamorada”.
Durante un año fue violada en repetidas ocasiones, pero nunca dijo nada porque la acompañaba su miedo al soldado y a la estigmatización de la población y su propia familia. En ese entonces Perú se hallaba inmerso en un conflicto interno con el grupo armado Sendero Luminoso.
Según datos estimados en diciembre de 2020 por el Registro Único de Víctimas de la Violencia de Perú (RUV), Magda es parte de las 4.751 mujeres que fueron víctimas de violaciones durante el conflicto armado ocurrido entre 1980 y 2000.
Cansada de esconderse durante más de 30 años, Magda decidió romper el silencio, y junto a cuatro amigas, retornó a Manta para revivir y contar sus vivencias, las de cada una.
Y fue la peruana Peruvian Patricia Wiesse Risso, quien se encargó de recopilar sus historias en el documental “Mujer de soldado”, que dirigió y presentó en marzo de este año en el Festival de Cine de Human Rights Watch en Londres.
Patricia, que lleva trabajando sobre el tema desde hace 15 años, habló con The Prisma sobre el documental, la estigmatización de las mujeres rurales y los abusos a los que se enfrentan.
¿Por qué Magda y sus amigas?
Porque con ellas se desarrolló confianza durante las reuniones en Lima para la preparación del juicio. Yo veía que Magda estaba un paso por delante, era la líder. Y cuando gané el primer premio de cultura para hacer el documental fue cuando pude viajar para entrevistarlas en profundidad.
Sus historias son increíbles. Ellas se fueron a la ciudad de Huancayo después de las violaciones. No podían soportar el ambiente que había en Manta y la forma en que la gente las trataba. El pueblo y sus familias decían que eran las enamoradas de los soldados.
¿A qué se enfrenta una mujer abusada en zonas rurales?
Primero tienen que enfrentar a la población y a su propia familia. Estas poblaciones fueron primero afectadas por Sendero Luminoso, el grupo que se alzó en armas. Intentaban captar a la población y mataban a las autoridades y miembros de la comunidad.
Después llegaron los militares, pusieron sus bases y empezaron a considerar terroristas a todo el mundo, deteniendo a la gente y desapareciéndola.
Por ello la población siente que tanto Sendero Luminoso como los militares han destrozado sus vidas y odian a ambos.
Ese resentimiento se ha transformado en violencia familiar y división dentro de las comunidades.
Estas jóvenes fueron violadas por los militares cuando tenían 16 y 17 años y luego fueron estigmatizadas por la población. Como odiaban a los militares piensan que estaban con ellos (los guerrilleros). Algo que es totalmente falso.
Pero ese sistema patriarcal y el machismo hacen que en casos como el de Magda, su propia madre haga firmar un documento al hombre que la violó que dice que se compromete a regresar cuando termine el servicio militar, reconocer a su hijo y casarse con ella.
Esa era la forma que tenían las familias de restituir la dignidad y el orden.
¿Cómo fue rodar en Manta?
Para ellas fue muy duro. Desde que llegaron la población comenzó a reunirse en grupos y a hablar.
Caminaban y hacían referencias cuando pasaban. Decían, por ejemplo, “qué feo ese perro que pasa por ahí”.
También subían el volumen de la música cuando estábamos grabando y decían que habían llegado terroristas.
Tuvimos que llamar a los funcionarios del Ministerio de Cultura de Huancavelica, la capital de la provincia, para que les explicaran que era un proyecto fílmico financiado.
Además, la productora había viajado dos veces antes a Manta para hablar con el presidente de la comunidad y el alcalde, y habíamos hecho una donación de bidones de agua potable.
Tratamos de establecer una buena relación previa, pero yo sentía que un día más de grabación y nos sacarían de allí.
Con la excusa de ser “terroristas” se llevaban a las mujeres a las bases militares…
Te decían que eras terrorista para tenerte sometida.
Cuando entraba Sendero Luminoso a Manta, iban en busca de líderes jóvenes. En el caso de Magda, ella siempre se había destacado en el colegio.
Así que sobre los 16 años, la secuestran y se la llevan a los campamentos que tenían.
Pero se escapó y se fue a Lima a vivir con su abuelo. Durante un año trabajó como empleada del hogar hasta que se enteró de que los militares habían entrado a Manta.
Así que decidió regresar. Pero solo dos días después de llegar, los militares la llevaron a la base militar y la torturaron por primera vez.
La interrogaron y le dispararon dos veces al costado de la oreja. La dejaron medio sorda para meterle miedo y la soltaron al día siguiente. La metieron a la cárcel, acusada de terrorismo, hasta en dos ocasiones solo porque alguien les había contado que Sendero Luminoso la había secuestrado.
¿Cuál fue el proceso judicial de estos casos?
Cuando la Comisión de la Verdad llegó por primera vez a Manta en 2003, el Instituto de Defensa Legal se ofreció a acompañar a Magda y a sus amigas.
Con ella, el proceso empezó con la búsqueda del militar que abusó de ella y que le había dado los apellidos al revés.
Cuando los abusos ocurrieron, estos militares tenían 18 años, hijos de campesinos pobres, que fueron reclutados de manera obligatoria.
Llegaron a las bases y los generales les dieron instrucciones y un arma. Ahí ves la transformación y cómo la guerra animaliza.
Y estos jóvenes, de zonas similares a las de las mujeres abusadas, son los que terminan violándolas.
Este militar que abusó de Magda, vivía en un pueblo cercano a Huancavelica. Cuando lo encontraron, le explicaron que tenía que ir a la Fiscalía donde él dijo en su testimonio que eran enamorados.
Después empieza la investigación de la Fiscalía de Huancavelica y ese expediente pasa al poder judicial, el cual determina si es necesaria más investigación y si puede pasar a un proceso judicial o no.
En este caso se han agrupado los 9 casos para que sea más fuerte y contundente. Se llama caso “Manta y Vilca”. Vilca es el pueblo de al lado que también sufrió estos abusos.
¿Cuáles son los cargos?
La defensa de ellas está argumentando que durante el periodo de violencia que vivió el país, tenían esta estrategia de utilizar el cuerpo de la mujer como botín de guerra. Esto se repetía en diferentes zonas, lo cual reúne las características de un crimen de lesa humanidad cometido por los doce soldados acusados.
El primer juicio que se hizo en 2016 se anuló porque la defensa de las señoras consideraba que los tres magistrados no estaban siendo imparciales y se estaban poniendo de lado del Ministerio de Defensa. Además, más tarde, la jueza se vio envuelta en un caso de corrupción.
El nuevo juicio empezó en 2019, pero todo paró con la pandemia.
Recientemente el juicio se ha retomado por Zoom, lo cual también es terrible para ellas porque no están acostumbradas a un ordenador y no tienen acompañamiento psicológico.
¿Se ha intentado silenciar este caso?
Se supone que después de la Comisión de la Verdad hubo una reflexión general del país sobre lo que pasó, pero todo de boca para afuera. El Ministerio de Defensa peruano no ha ayudado en nada, al contrario, protege a estos soldados.
Y en todos los casos de derechos humanos del país dicen que los archivos se han quemado. Por eso, muchos casos se han quedado en fase preliminar.
Los diez primeros años de la guerra no existían para la gente de ciudad. Los campesinos eran y son invisibles. Solo se dieron cuenta cuando empezaron los bombardeos en Lima. Eso se sigue reproduciendo actualmente.
Si fuera un juicio de mujeres de clase media de la capital sería un escándalo. Pero como son mujeres de zonas rurales, quechua hablantes y pobres, son consideradas de quinta categoría.
¿Qué impacto va a tener el juicio?
Va a marcar un precedente. Es el primero que se hace en Perú sobre violación sexual contra mujeres.
Pero a nivel de impacto en la opinión pública, tengo mis dudas. En Perú hay una sociedad muy estratificada, racista y discriminadora.
¿Cuál es el objetivo del juicio?
Se plantea una compensación económica, pero lo veo difícil porque hay muchas estrategias judiciales para hacer que esto se alargue. Y por supuesto, se busca que haya una condena firme.
Pero ellas y yo lo vemos más como una compensación moral de decir: “Me devuelves mi dignidad y voy a volver a Manta, y decir yo soy inocente y el juicio lo demuestra”.