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Ejecución de un inocente: Lo que ahora importa es la verdad

Fueron 27 horas de angustia que dejaron secuelas de muerte, tortura y desaparición en la vida de muchos. Transcurrieron en el Palacio de Justicia entre el 6 y 7 de Noviembre de 1985, y marcaron con sangre la historia del pueblo colombiano. Años después los familiares de los muertos y desaparecidos aún se preguntan donde están los desaparecidos y quien castigará a los responsables?

 

Virginia Moreno Molina

 

Un fuego desmesurado en medio del caos, alrededor de 100 muertos y 11 trabajadores de la cafetería del Palacio sin aparecer. Ese fue el desenlace después de que el entonces grupo guerrillero M-19 tomara las instalaciones.

Pilar Navarrete es la esposa de Hector Jaime Beltránn Fuentes, uno de esos desaparecidos que después de aquel suceso nunca más volvió a casa. Sin respuestas por parte del Estado ni de ninguna institución, comenzó una búsqueda incansable para hallar el paradero de Jimmi, como solía llamarlo.

Ella no era la única, por lo que cuando el resto de familias de los 11 desaparecidos se dieron cuenta de las coincidencias en todos los casos, decidieron entre todos comenzaron a buscar.

Las hijas de Pilar eran pequeñas por lo que su madre y su hermana le ayudaban a cuidarlas. Ella asumió trabajos esporádicos para así poder tener más flexibilidad a la hora de buscar todos los días. Y todas las noches, las familias se reunían para comentar los avances.

Por medio de la familia Guarín (otra de las desaparecidas era Cristina del Pilar Guarín), se pusieron en contacto con el abogado Eduardo Umaña Mendoza, el cual quería representarles y contarles información sobre el caso.

“Nos contó las versiones de sus alumnos del postgrado y conductores que habían sido retenidos y torturados”, cuenta Pilar.

Además, dos de los estudiantes, Yolanda Santodomingo y Eduardo Matson, les contaron que habían sido retenidos en un estación militar al sur de Bogotá, y que habían escuchado gritos, nombres y quejidos de otras personas.

“Así es como creció en nosotros la esperanza de que nuestros familiares seguían con vida”.

Batalla legal

Los años pasaban y las demandas se acumulaban sin resultado. “Durante casi veinte años nos tocó demostrar que nuestros familiares trabajaban en la cafetería, ya que el Estado negaba que fueran trabajadores oficiales”, explica Pilar.

Por esa búsqueda empezaron a recibir amenazas, les acusaban de “subversivos” y sus teléfonos fueron interceptados.

Pilar tenía 20 años, cuatro niñas y un miedo que se apoderaba de ella pensando que podía pasarle algo.

Durante mucho tiempo legalmente no pasaba nada, ni hubo una búsqueda. Después Umaña Mendoza pidió la exhumación de los cadáveres de la fosa común del cementerio del Sur de Bogotá, pero solo se aprobó la exhumación parcial en 1998 y no se encontró a su esposo. Además, ese mismo año Umaña Mendoza fue asesinado.

Durante todo este proceso, Pilar comenzó a trabajar junto a otras organizaciones y personas que tenían más fuerza. Y cada 6 y 7 de noviembre, hacia un acto en memoria de lo ocurrido.

“La búsqueda legal la dejamos a cargo del Colectivo de abogados Jose Alvear Restrepo, el cual retomó las denuncias”, al cual pertenecía Umaña.

Pero no fue hasta el 2006 que el fiscal Mario Iguarán reabrió el proceso contra los militares por las desapariciones forzadas del Palacio de Justicia.

De esta manera fue detenido el coronel Alfonso Plazas Vega, condenado en primera instancia por desaparición, tortura y el fuego desmedido en 1985.

El proceso judicial siguió con la llamada a juicio del comandante militar Jesús Armando Arias Cabrales, el cual aún ahora se encuentra detenido, y el director de la policía en aquel entonces, Sánchez Rubiano Iván Ramírez.

Todos fueron vinculados al caso, pero legalmente “aún no ha ocurrido nada”.

En 2014, 27 años después de que Enrique Rodríguez -padre del administrador de la cafetería que fue desaparecido- llevara el caso ante la corte Interamericana de Derechos Humanos, el Estado colombiano fue condenado por la desaparición, tortura y ejecución de Carlos Augusto Rodríguez. En esa condena, se incluía al esposo de Pilar.

Es cuando en 2015 se ordena al Estado colombiano a exhumar todos los restos del cementerio del Sur y a hacer una búsqueda exhaustiva para encontrar a los desaparecidos.

“La fiscalía se comprometió a hacer una investigación, que aún no se ha hecho”, cuenta Pilar.

Además, el coronel Plazas Vega salió de la cárcel sin cumplir los 30 años a los que se le había condenado “porque no había manera de probar los delitos, aunque tampoco se negaba que fuese responsable”.

Por otro lado, Jesús Arias Cabrales fue condenado a 35 años de cárcel y sigue preso. También el presidente de ese entonces, Belisario Betancur, asumió la responsabilidad por lo ocurrido dentro del Palacio de Justicia.

Aparición y duelo

Una vez comenzaron las exhumaciones, algunos restos aparecieron. “Como por arte de magia”, dice Pilar.

Pero 2017, en la ciudad de Barranquilla, fue cuando hallaron algunos restos de su esposo. “Habían sido entregados a la familia Andrade haciéndolos pasar por el fallecido magistrado Julio Cesar Andrade”, explica.

Además, se encontraron proyectiles en lo que quedaban de sus huesos de la cadera y piernas. “Le faltaba parte del cráneo y sus miembros inferiores y superiores estaban incompletos”.

“Me lo entregaron el día que cumplía sesenta años, el 18 de septiembre de 2017”, cuenta. Una fecha que sería el comienzo de su duelo y el fin de la búsqueda después de tantos años.

“Ahora lo que me interesa es la verdad y lo que pueden contarnos los militares”.

Actualmente, el colectivo de abogados mantiene su batalla legal con la Fiscalía pues “sigue negando que existan desaparecidos”, dice Pilar y añade que “el Estado colombiano siempre ha querido tapar con un dedo este sol tan grande de asesinatos e inconsistencias que hubo en la retoma del Palacio de Justicia”.

Es por eso que su lucha sigue, haciendo memoria y visibilización a través de organizaciones como “Víctimas de Crímenes de Estado”.

También está haciendo teatro con otras víctimas y haciendo a sus hijas partícipes de esta lucha para honrar y recordar a su padre.

“Pensamos que la verdad es lo que nos hace inéditos, y por eso mis hijas y yo estamos empeñadas en que algún día se sepa la verdad, es lo que nos importa”.

Parte I: Torturados y desaparecidos en 1985: la verdad sigue oculta

(Fotos suministradas, y autorizadas para su publicación, por Pilar Navarrete).

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