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Un pianista de Guantánamo: Lecciones y creaciones

Sus composiciones tienen un poco de Changüí, de Nengón y Kiribá, géneros musicales originarios de la isla de Cuba.  Aprovechó lo que lleva en la sangre para crear su lenguaje, conectar con su espacio e identidad, conocer y explicar el por qué, dónde, cuándo, cómo y qué de la música.

 

Yelena Rodríguez Velázquez

Ernesto Oliva nació en la isla del dolor, Guantánamo, tiene 34 años y cuando tenía siete empezó sus estudios de piano. Hoy es un pianista, compositor y arreglista que ha presentado su trabajo en Londres, en el Teatro Nacional de Cuba o frente a sus alumnos.

Es un perfeccionista y un estudioso. Domina la diferencia entre las melodías de carácter litúrgico en un estilo barroco y el lenguaje apasionante del siglo XIX en pleno romanticismo. Para alcanzar el nivel de excelencia en la ejecución de una pieza extranjera, sigue y construye el proceso artístico que exige la música cubana.

Piensa que hay que “estudiarse las obras. Cada una cambia la visión artística y permite ver más allá del código de notación. Si es una música cubana, el alumno debe saber si son géneros danzarios y profundizar en otros detalles, por ejemplo, cómo se baila”.

Y agrega que “cuando logras saber la esencia de esa música puedes ejecutarla de mejor manera y ocurre un proceso comunicativo entre el cuerpo y el cerebro que te hacen dominar el momento y logras tus propósitos en clase, interpretación y/o composición”.

Oliva sabe lo que quiere. Para la realización de su ópera prima, que lleva por título “Mi Aldea”, convocó a jóvenes talentos cubanos y se fue a su ciudad natal a grabar en primera persona el canto del gallo, el bullicio de la gente, el caudal del río, el sonido legítimo del Guaso.

¿El resultado? Un “refinado trabajo cameral, de gran fluidez y organicidad en las interpretaciones”, al decir de los especialistas.

Ernesto Oliva habló con la prensa en una entrevista exclusiva que se realizó en el Instituto Superior de Arte (ISA), lugar a donde llegó siendo muy joven.

“El ISA no puede pasar por ti, tú tienes que vivir el ISA”, le dijo entonces un educador, y le llevó al sitio donde ahora está convencido se puede encontrar, sino toda, buena parte de la sabiduría: la biblioteca.

Estando allí, Olvio aprovecha cada espacio y cada conocimiento y enseñanza de la gente que le rodea.

Sus obras fusionan lo autóctono con las corrientes contemporáneas, con refinada destreza y, aunque en las clases ya existe una metodología prediseñada por el sistema de estudios, busca allí también crear, experimentar y salirse de los dogmas.

Muchas de las piezas a interpretar responden a las dificultades técnicas del ejercicio, pero hay obras de carácter libre que guardan relación con géneros populares del mundo y por tanto, son danzas y van ligadas a las expresiones musicales.

Las exigencias que, según plantea, deberían tener los futuros artistas, son las mismas asumidas por él.

Sin duda disfruta ser maestro y piensa que un profesor debe estar en constante crecimiento intelectual, diagnosticar y tratar las dificultades del estudiante porque en la pedagogía un error puede matar a una generación completa.

Oliva confía en que las dificultades consiguen, en muchos casos, exponer lo mejor del ser humano y, en la enseñanza artística, permiten trazar estrategias para encontrar y favorecer el lenguaje como persona, creador, profesor y amigo.

El pianista invita a sus alumnos a los procesos de grabación para que disfruten y observen la responsabilidad de ser parte o estar frente a un grupo de colegas, respetar el tiempo pago de las disqueras, los compromisos docentes y, sobre todo, esforzarse para tener un buen resultado.

Valora el trabajo en equipo y comparte cada una de sus vivencias con los estudiantes de danza o música: el convenio con los coreógrafos, la interacción con los realizadores, la importancia de escuchar y ser parte del sueño y la imaginación de otra persona.

La humildad y la disposición de ayudar a segundos y terceros quizás sea la contraseña para abrirse puertas y abrazar sus utopías personales que llegaron en retribución a su compromiso, respeto y entrega. (PL)

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