Globo, Mundo, Reino Unido

Guerra sobre Ucrania: expresión del conflicto mundial

En la guerra de Ucrania es posible señalar ahora algunos rasgos importantes que permiten comprender ese proceso bélico como expresión del conflicto mundial entre las potencias tradicionales del capitalismo occidental y las nuevas entre las que destacan Rusia, India y China, ambos bandos con sus correspondientes aliados y amigos en todo el planeta.

 

Juan Diego Garcia

 

Uno de los elementos destacables es el deterioro del dólar como obligada moneda mundial de referencia reflejando bien la pérdida de hegemonía mundial por parte de Estados Unidos.

Ya no solo tiene que competir con el Euro de sus soci  os europeos sino sobre todo con el yuan chino y el rublo ruso, además de registrar impotente prácticas de trueque, prescindiendo del dólar. China posee una ingente cantidad de deuda pública estadounidense (la mayor del mundo) que constituye una ventaja sin parangón. Si China decide recobrar su inversión el daño en la economía de Washington (y del mundo) sería de incalculables consecuencias.

Las medidas tomadas ahora contra Rusia por la guerra en Ucrania afectaron inicialmente al rublo pero Moscú ha respondido con medidas igualmente efectivas que anulan en lo fundamental la medida de los Occidentales. Los vínculos estrechos de la economía mundial son de tales dimensiones que lo que afecta a uno termina por afectar a todos.

El bloqueo a las exportaciones rusas tampoco parece haber conseguido su propósito al tiempo que muestra las diferencias entre los aliados europeos y de éstos con Washington.

Más allá de las flamantes declaraciones de algunos gobiernos europeos en favor de las medidas de bloqueo, en la práctica las materias primas rusas siguen fluyendo hacia Europa y países claves como Alemania manifiestan su oposición a las mismas pues la dependencia del gas ruso para el normal funcionamiento de su economía es enorme y no puede superarse de forma inmediata.

Y no es solo un problema para Alemania. El aumento a nivel mundial de los precios del gas y del petróleo incide muy negativamente en la economía mundial, para comenzar, por Estados Unidos.

Tampoco se pueden ocultar las debilidades en la misma OTAN que registra impotente cómo sus amenazas no consiguen detener el avance ruso en Ucrania. Parece seguro que parte del arreglo del conflicto pasa por renunciar a la inclusión de Ucrania en la OTAN (Kiev lo acepta).

Tampoco deja de ser problemático para la OTAN añadir a esa alianza militar a países neutrales como Suecia y Finlandia pues incrementaría la inestabilidad en la región y crearía las condiciones para un futuro conflicto similar al actual.

¿Desean realmente estos dos países exponerse a ser las Ucranias del futuro? Rusia no acepta bases militares rodeando a su territorio con la misma lógica que Washington no lo haría si Moscú instalase bases similares en el Caribe, tal como se puso de manifiesto con la crisis de los misiles en Cuba.

Moscú retiró esas bases en la Isla a cambio de un retiro similar de las estadounidenses instaladas en Turquía.

No es nueva la muy relativa confianza de algunos países europeos con la OTAN y no falta quien apuesta por crear una alianza militar propia (o una paralela) para no verse involucrados en conflictos como el actual en Ucrania, que en el fondo ha sido promovido por Washington y obedece básicamente a sus intereses estratégicos, a su pugna con Rusia (y con China).

Es igualmente notoria la actitud de  muchos países en Asia, África y Latinoamérica que representan la inmensa mayoría de la población mundial.

Las condenas sin matices a la invasión rusa solo provienen de gobiernos sometidos groseramente a Washington; el de Colombia, por ejemplo, pero en general no coinciden ni en la forma ni en el fondo con las declaraciones de las potencias occidentales.

La inmensa mayoría de estos países lamentan los duros acontecimientos de Ucrania y proponen como solución una salida diplomática.

En realidad, Washington y sus aliados se quedan solos en su guerra contra Rusia y tan solo consiguen manifestaciones formales pero ningún apoyo evidente de la periferia pobre del planeta que se ven seriamente afectados en su economía, como resultado de una guerra que no es suya.

Tal parece que el conflicto es percibido mayoritariamente como resultado de las contradicciones entre potencias y que nadie desea en su sano juicio verse involucrado en unas guerras en las cuales las grandes potencias, como en las guerras coloniales de antaño, ponen a combatir a países de la periferia sin involucrarse ellos mismos de forma directa.

En realidad y ateniéndose a los hechos reales, Moscú no ha iniciado esta guerra.

Occidente ha estado involucrado desde hace años en diversas formas de agresión contra lo que antes era la URSS, un conflicto que entonces y más allá de la cuestión ideológica (la lucha contra el comunismo) tenía como objetivo impedir que Rusia consiguiera romper el atraso y convertirse en competidor eficaz de Occidente, tal como ha sucedido en la realidad.

No es diferente lo que sucede en relación con China. En opinión de los Occidentales Rusia y China deberían limitarse a ser simples suministradores de materias primas, y poco más.

Por este motivo se incumplieron todos los acuerdos firmados entre Washington y Moscú tras el fin del socialismo que obligaban a desmantelar las muchas bases militares que los estadounidenses –con la ayuda innegable de los gobiernos europeos- habían instalado alrededor de la URSS. Ninguna se desmanteló; por el contrario, la OTAN y otras formas imperialistas  multiplicaron su presencia agresiva, rodeando a Rusia aún más que en los tiempos de la Guerra Fría.

Los intentos de agregar a Ucrania a esta estrategia están sin duda en la raíz del actual conflicto. Sucede lo mismo con China, literalmente rodeada por bases estadounidenses.

¿Será que una provocación hacia China,  orquestada por Estados Unidos y utilizando a Taiwán podría dar lugar a un escenario bélico similar al de Ucrania?

Si no cambia el rumbo de los acontecimientos la guerra en Ucrania se resolverá evitando que este país ingrese en la OTAN y será un aviso para otros países de la región que deseen hacerlo.

Seguramente se llegará a algún acuerdo para la independencia  de las regiones del Donbas que la exigen.

En el caso de Crimea es necesario recordar  que nunca fue ucraniana. Era un pequeño reino eslavo que se unió al imperio zarista hace siglos y que Stalin cedió a Kiev poco antes de su fallecimiento.

Su población habla ruso y es de cultura rusa y por muy amplia mayoría decidió aceptar su regreso a Rusia tras el golpe de estado organizado por Washington contra el gobierno de Kiev, cercano a Moscú.

Sin tener en cuenta estos antecedentes es fácil caer en la manipulación de los medios de información (aunque a veces tan torpe y evidente).

Moscú controlará la costa, directamente o a través de aliados, y Ucrania se quedará sin salida al mar. El pueblo de este país verá diluirse la actual solidaridad Occidental y tendrá que pagar los platos rotos. Mientras tanto, las grandes empresas del armamento, que ya han obtenido ganancias fabulosas, estarán buscando otra Ucrania para repetir la operación.

Como se hizo en la Primera Guerra Mundial -una confrontación entre potencias capitalistas para repartirse el mundo- lo correcto para la izquierda es apostar por la paz, tal como en su día lo hicieron Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Lenin o Jean Jaurés.

(Fotos: Pixabay)

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