En Foco, Notas desde el borde, Opinión

Los palimpsestos urbanos

La portada del  CD, “Home” que reúne electrónica, tambores y bajos, Rudimental, describe el Mural de Paz en Hackney.

 

Steve Latham

 

Recuerdo cuando lo estaban pintando, en 1985. Me sorprende aún que aun exista y no hayan pintado sobre él, en una especia de acto denominado regeneración urbana.

El mural representa el punto culminante del socialismo municipal: contra Thatcher y contra las armas nucleares.

El arte mural, como los es graffiti, también representa con frecuencia una protesta contra el establecimiento, aunque menos articulada o abiertamente ideológica. Uno de ellos era el de Walker entre los mundos, elaborado sobre una pared lateral de una casa en Westbourne Park Road, al oeste de Londres.

Representaba a un joven negro, luciendo tejanos azules y gafas oscuras, y rodeado por relámpagos y nubes de tormenta.

La obra era una mezcla de ambiente urbano y matiz místico y chamánico, pues este vagabundo cuyas manos se hallaban extendidas, canalizaba las energías de la alienación negra uniéndolas al estilo urbano.

Pero este graffiti ya fue removido. Al pasar, me di cuenta de los nuevos y lujos apartamentos que están siendo construidos al lado de la terraza, donde solia estar aquella imagen.

Los nuevos habitantes ignorarán el pasado que las casas colindantes. Simplemente serán su espacio para vivir, sin ningún conocimiento de lo que les precedió.

El paisaje urbano se compone de capas, de sedimentos, de estratos de concreto, físicos y de tiempo. La historia comprende no sólo los recuerdos en la mente, sino también los depósitos de materiales en la infraestructura arquitectónica.

Los graffiti son paleográficos: son las reliquias creadas, los residuos, los restos, las resistencias de los incarceral a lo modular, son el constructivismo del orden social dominante.

La reconquista de las zonas urbanas deprimidas, mediante el regreso de los cazadores de ‘súper ricos’, intenta borrar estos signos y presentar una área ‘fresca y limpia’ para los estilos de vida consumistas y cosmopolitas.

El resultado de este palimpsesto urbano inscribe mensajes frescos sobre los grabados antiguos del pergamino metropolitano, logrando así, en apariencia, borrar todos los rastros anteriores.

Pero la importancia del pasado no puede ser eliminada por completo. Las huellas permanecen, aunque las oculten bajo el yeso y la pintura de reconstrucciones burguesas.

Éstas vuelven a emerger de manera espontánea a lo largo de diferentes conceptos del tiempo: no de la exposición lineal de Cronos, sino de la repentina, atemporal y oportuna erupción del kairos, del tiempo actual… del asalto del tiempo.

¡Como se sorprenderán los propietarios de estos pisos de lujo cuando aparezca el fantasma de este joven, extendiéndose por los muros externos de su apartamento y acechándoles en sus habitaciones durante el crepúsculo.

¿No era éste el significado de los disturbios de 2011 y de toda esa denominada ‘agitación’? Una marcha ascendente, un crecimiento – no consciente políticamente, sino inconsciente – de la reprimida y agobiada alma de la polis.

Los espectros y los espíritus rondan los fétidos y febriles sueños de quienes están colonizando los espacios urbanos, evitando descansen seguros en sus camas.

Las voces hablan de la oscuridad con luces de neón. Recuerdo un graffitero, Relik, quien escribió sobre todos los muros al oeste de Londres.

Su nombre es la reminiscencia de la expresión religiosa, reliquia, y sus acentos ocultos pronuncian en forma distorsionada, el eco trascendente del Otro, desafiando isophrenica homogeneidad de la ciudad renovada.

Al igual que el caballo del Apocalipsis que galopa perdido en los grafitis de Brixton, este es un presagio del juicio a las ciudades desnudas.

 

(Traducido por Mónica del Pilar Uribe Marin) – Fotos: Pixabay

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