La victoria del magnate republicano tiene un impacto en la geopolítica mundial, más aún cuando se dio tras una de las campañas presidenciales más atípicas en la historia de Estados Unidos. Frente a Cuba, surgen interrogantes, especialmente si pudiera cambiar o no el escenario político.
Amelia Duarte
Fue una campaña atípica, no solo por el cambio, casi a última hora, que hizo el partido Demócrata de su candidato (que era además el presidente en ejercicio), de los fenómenos de violencia o los dos atentados contra Donald Trump.
Pero no es la primera vez que Estados Unidos experimenta momentos de agitación política en medio de elecciones.
“A lo largo de la historia de ese país ha habido otros momentos de tensión y conflicto en las elecciones preside nciales, desde la elección de Abraham Lincoln en 1860, que precedió a la Guerra Civil, hasta las turbulencias de las elecciones de 1968 en medio de la guerra de Vietnam y los movimientos por los derechos civiles. Pienso también en las elecciones del 2000, por ejemplo”.
Esto piensa la investigadora y profesora del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (Cehseu), Dalia González Delgado, quien explica que “las relaciones entre los dos países son sumamente complejas, y tienen una raíz histórica de carácter estructural que no depende de las coyunturas”.
Lo más preocupante es que esa violencia es parte de un proceso de crisis que vive el país, crisis estructural. Y los acontecimientos que vemos son expresiones de eso. “Pensemos, por ejemplo, en algo todavía reciente como el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021”.
Polarización en Estados Unidos
“La polarización política es sin duda uno de los factores más importantes que explican el ambiente conflictivo de la campaña presidencial en curso, pero no es la única explicación”, explica.
En estos casos es importante comprender tanto los factores coyunturales como los estructurales que han llevado a esta situación, añade.
“La polarización política en Estados Unidos tiene raíces profundas que podemos ubicar por lo menos desde la década de 1970, una etapa que marcó en muchos sentidos un punto de inflexión en la historia del país”, manifiesta.
Las causas del fenómeno son múltiples, y abarcan desde cambios institucionales hasta en el electorado, el Gerrymandering, transformaciones en los partidos.
“Es muy importante destacar también que el aumento de la desigualdad ha sido uno de los factores que ha incrementado la polarización en la sociedad estadounidense”.
“Hay que hablar, igualmente, de otros fenómenos, como el populismo, especialmente el populismo de derecha, que no es algo nuevo y en este siglo XXI lo podemos relacionar con los efectos de la crisis económica de 2007”, indica.
Por ejemplo, en la medida en que el desempleo crecía se culpaba a los inmigrantes por los problemas, lo cual también contribuyó al apoyo a líderes populistas de derecha que prometían proteger los empleos estadounidenses.
En este caso -subraya- podríamos mencionar el surgimiento del Tea Party en 2009, como una reacción tanto a la crisis económica como a la elección de Barack Obama, el primer presidente afroamericano.
“También el movimiento Alt-Right, conocido por sus puntos de vista controvertidos, particularmente pone el énfasis en el nacionalismo blanco y la retórica antiinmigrante”, expone la investigadora. Esos dos ejemplos fueron caldo de cultivo para la elección de Trump en 2016, cuya campaña supo capitalizar temores y prejuicios de larga data, como el nativismo o el racismo.
El panorama que vemos en Estados Unidos hoy es parte de una crisis estructural, que tiene que ver con el del agotamiento de la capacidad para reproducir al sistema en su conjunto, expone.
“Eso se expresa a través de crisis económica, política, de legitimidad de las instituciones, pérdida de confianza de los ciudadanos en las instituciones y en los políticos”.
“Crisis en todas las dimensiones de la vida de la sociedad, y eso incluye, por supuesto, el proceso electoral”, asegura.
Cuba y Trump
El resultado de la veloz contienda entre Trump y Kamala Harris y que finalizó el 5 de noviembre no fue irrelevante para Cuba.
Surgen interrogantes: “¿Cuál sería la naturaleza de ese cambio? ¿Cuándo ocurrirían y a qué velocidad? Eso es muy difícil de responder ahora mismo, porque depende de muchos factores.”
González explica que “las relaciones entre los dos países son sumamente complejas, y tienen una raíz histórica de carácter estructural que no depende de las coyunturas”.
“Es el resultado de la interacción entre los proyectos nacionales específicos: el de construcción de una potencia hegemónica por parte de Estados Unidos, presente desde la fundación del país, y un proyecto de nación soberana en Cuba, un territorio que además está en el entorno geopolítico más inmediato del gobierno norteamericano”, dice.
Son dos proyectos nacionales destinados a estar en conflicto desde su formación, pero eso no significa que el resultado electoral sea irrelevante, y tampoco que no pueda haber mejores relaciones que las que tenemos ahora mismo, afirma. “De hecho, hemos pasado diferentes etapas con momentos de mayor o menor conflictividad, y la historia ha demostrado que es posible tener diálogo y cooperación en temas de interés común”.
Jamás – dice González – hay que perder de vista que hay cosas que nunca van a cambiar en tanto ambos países defiendan sus respectivos proyectos de nación, indica.PL
(Fotos: Pixabay)